29 mayo 2011

Canarias: Los campos de la muerte (2). El campo de concentración del Lazareto de Gando.



Castelao, "Los muertos serán santos", grabado perteneciente a la serie Atila en Galicia. GarciGuti

Entre 1936 y los primeros años 40, decenas de presos republicanos de distintas ideologías confinados en las cárceles de Gando (Gran Canaria) y Fyffes (Tenerife) sobrevivieron escribiendo en improvisados cuadernillos textos poéticos, cuentos, relatos, impresiones personales… Era su manera de abrir una brecha imaginaria en el muro que les aprisionaba, de imaginar un rayo de luz en una noche oscura e interminable.

El manuscrito de esos textos salió clandestinamente de Canarias a Venezuela. Hace apenas dos años que fue recuperado en un doble volumen antológico.


El campo de concentración de La Isleta se había convertido en un auténtico quebradero de cabeza para las autoridades militares. Para impedir la masificación, trasladaron presos a Tenerife, pero el deterioro era tan grande que decidieron suprimir el campo por uno más alejado de Las Palmas, con mayor capacidad y sobre todo más oculto a la población.


A partir de mediados de febrero de 1937, los aproximadamente 1.100 presos del campo de concentración de La Isleta fueron trasladados al Lazareto de Gando.
Con toda probabilidad las razones del cambio de ubicación tuvieron que ver con la excesiva cercanía de La Isleta a un barrio obrero, desde donde las actividades y movimientos de los presos del campo estaban a la vista de los vecinos. Además, en diciembre de 1936 había habido un intento fracasado de asaltar el campo y liberar a los prisioneros.

El Lazareto de Gando. Fotografía de Teodoro Maisch. Fotos antiguas de Canarias
Todo esto hizo ver a los militares golpistas el evidente peligro de tener un campo de concentración tan cerca de la ciudad. Los militares decidieron llevarse a los prisioneros a una zona más alejada y segura, donde el acceso y la visión del campo no fuese tan fácil.

Los presos fueron trasladados en camiones desde La Isleta hasta el muelle, en medio de grandes medidas de seguridad. Alrededor del campo se apostaron cientos de soldados y de falangistas armados. Las camionetas que transportaban a los presos iban escoltadas delante y detrás por coches desde los que les enfilaban docenas de fusiles. El trayecto estaba cubierto a un lado y otro de soldados y milicianos, que acordonaron el amplio sector portuario prohibiendo toda circulación de personas y vehículos hasta que hubo pasado el último camión.


Una vez en el muelle fueron embarcados en las bodegas de un pequeño barco -las fuentes no se ponen de acuerdo sobre si era el correíllo “Viera y Clavijo” o el “León y Castillo”- y llevados en una larga travesía que duró unas seis o siete horas hasta la bahía de Gando, al este de la isla de Gran Canaria.


Vapor "Vieira y Clavijo", en el que fueron probablemente transportados los presos desde La Isleta a Gando. Compañía Trasmediterránea
La travesía se convirtió en una nueva tortura para los presos amontonados y mareados, minados por la incertidumbre y el miedo a lo que iba a ocurrirles.Como sardinas en lata en las bodegas y en las carboneras del barco, iban todos de pie. El calor y el sudor, unido a la escasa o nula ventilación, convirtió pronto aquellas mazmorras en un horno.

Llegados a la bahía de Gando, fueron desembarcados en chalupas y ubicados en el Lazareto. Construido a mitad del siglo XIX para internar a los tripulantes y pasajeros de barcos infecciosos, había sido abandonado y no se utilizaba hasta que estalló la guerra.


Sus pabellones se encontraban totalmente deteriorados, sin puertas ni ventanas, en plena ruina. En medio de un paisaje árido, de dunas de arena fina, destacaba en la lejanía con manchas blancas. Para algunos era como El Escorial en miniatura.


Los presos desde el primer momento tuvieron que dedicarse a la restauración y adecuación de los terrenos y de los diferentes pabellones que los albergarían. Uno de los primeros trabajos fue sacar la grandísima cantidad de arena que se había metido en el Lazareto. Los odiosos cabos de vara golpeaban repetidamente a los presos en esta dura tarea.


Plano de 1896 en el que pueden verse las distintas dependencias del Lazareto de Gando, el cual se construyó con la intención de tratar a los pasajeros y tripulantes de las embarcaciones que llegaran a las islas con cualquier tipo de enfermedad contagiosa, para así mantenerlos en cuarentena. WikiPedia
Los prisioneros ocuparon los cuatro pabellones designados como A, B, C y D y otro edificio alargado que fue utilizado como taller. En el patio central destacaba un enorme poste donde se colocó un gran foco para el alumbrado. El poste servía también como lugar de castigo a los presos: permanecían durante horas en él sin poder apoyarse, lo cual, dada la inclinación del terreno, era bastante duro por el esfuerzo que había que hacer para mantenerse erguido.

A pesar de todo, las condiciones del Lazareto fueron algo mejores que las del campo de La Isleta. Se habilitaron duchas colectivas y los presos tuvieron la posibilidad de bañarse. El trato no fue tan duro y las condiciones sanitarias mejoraron un poco. Aunque el hacinamiento, la pésima alimentación, las enfermedades y los parásitos seguían estando a la orden del día. Estos hechos, unidos a la inexistencia de una enfermería en buenas condiciones, fueron recogidos por los propios informes sanitarios franquistas.


Al poco tiempo del traslado desde La Isleta, se declaró una grave epidemia de fiebres tifoideas, probablemente como consecuencia del mal estado del agua, por lo que tuvieron que evacuar a unos 34 presos al hospital, falleciendo un número indeterminado de ellos. Se tuvo que vacunar a todos los presos aunque algunos tuvieron que procurarse la vacuna por parte de familiares.


Con el tiempo, los presos tendieron a agruparse por oficios: pintores, carpinteros, abogados, maestros… o por islas de procedencia. Los que tenían conocimientos se dedicaban a enseñar a los que no sabían leer y escribir, que eran muchos, puesto que la mayoría de los presos eran trabajadores las más de las veces analfabetos.


Presos en el campo de concentración del Lazareto de Gando. TeldeActualidad
La presencia de algunos artistas e intelectuales dio lugar a que se convirtiera la prisión en una improvisada academia en la que se hablaba de muchos temas culturales. Se recordaban textos de Bécquer, Machado, Salinas, Lorca o Unamuno y se escribían en papel para pasarlos a otros. En ese ambiente se escribieron los textos de la antología citada realizados por presos en la que se alternan contenidos literarios y dibujos de muy variado calibre.

Una militante anarcosindicalista los sacó de Canarias en 1947, viajando clandestinamente en un barco italiano. Tras su fallecimiento en Venezuela, aparecieron los documentos entre sus papeles.


Escondidos y olvidados durante más de 50 años, aquellos poemas, dibujos y relatos fueron realizados por quienes, bajo unas durísimas condiciones de vida, y casi sin medios, no quisieron renunciar a la libertad del pensamiento, plasmando en esta excepcional obra sus ansias de vivir.


Aquellas Musas cautivas inspiraron un documento excepcional para la Memoria Histórica del pueblo canario.




Fuentes documentales


Bibliografía


VV.AA. Antología de Musas Cautivas. Centro de la Cultura Popular Canaria, Gran Canaria, 2007
AGRAMUNT, F. Arte y represión en la Guerra Civil española: artistas en checas, cárceles y campos de concentración. Generalitat Valenciana, Valencia, 2005.

MILLARES, S. y otros: “Movimiento obrero, resistencia y represión en la provincia de Las Palmas (1931-1939)”, en Estudios de Historia Social, nº 48/49, Madrid, 1989.

MOLINERO, C. y otros. Una inmensa prisión: los campos de concentración y las prisiones durante la guerra civil y el franquismo. Crítica contrastes: Crítica, Barcelona, 2003.

NÚÑEZ, M. Los años del terror: la estrategia de dominio y represión del general Franco. Esfera de los Libros, Madrid, 2004.

RAMÍREZ, M. El Lazareto De Gando, 1893-1998: De Complejo Sanitario a Establecimiento Aeronáutico. FEDAC, Las Palmas, 2001.

RODRIGO, J. Los campos de concentración franquistas: entre la historia y la memoria. Siete Mares, Madrid, 2003.

RODRIGO, J. Cautivos: campos de concentración en la España franquista, 1936-1947. Crítica, Barcelona, 2005.


Revistas digitales


ORIHUELA, A. El campo de concentración de Gando.Revista Canarii, nº 4, julio 2007. Fundación Canaria 2021.

RODRIGO, J. Internamiento y trabajo forzoso: los campos de concentración de Franco. Hispania Nova, Revista de historia contemporánea, vol. 6, Separata, 2006.


Material audiovisual


- Canarias: Los campos de la muerte. YouTube

15 mayo 2011

Canarias: Los campos de la muerte (1). El campo de concentración de La Isleta.

Castelao, "Castigo menor", grabado perteneciente a la serie "Atila en Galicia". Fuente: Tripod

Canarias, julio de 1936. El golpe militar de Franco ha cambiado radicalmente la vida de las islas. El terror y el pánico se han sembrado entre la población. Los campos de concentración se van llenando de presos políticos a medida que pasan los días de ese fatídico verano.

Los
prisioneros son cada vez más maltratados a medida que las noticias llegadas desde la Península confirman que los rebeldes fascistas se han hecho fuertes en muchas zonas . Los falangistas canarios se envalentonan a medida que Queipo de Llano en Sevilla y Mola en Navarra comienzan a cometer asesinatos en masa, sembrando el terror entre el pueblo. Esto les anima a perpetrar sus matanzas.

En las semanas posteriores a la sublevación militar del 18 de julio de 1936, cientos de detenidos políticos van abarrotando las distintas prisiones, que se ven insuficientes para albergar a tanta cantidad de reclusos.


Guardias civiles y fascistas en La Hermigua, en la Isla de La Gomera. Fuente: Facebook
Se tienen que improvisar otros lugares de internamiento masivo: el Campo de Concentración de La Isleta en Las Palmas de Gran Canaria y luego el de Gando, al sur de la isla, y el de Fyffes en Santa Cruz de Tenerife. Por ellos pasarán miles de canarios entre 1936 y 1945.

El campo de La Isleta estaba ubicado en los terrenos militares de la península del mismo nombre. Situado en un lugar elevado, estaba limitado por una triple hilera de alambradas de púas, sostenida cada pocos metros por gruesos postes de madera y sujetada con grapas.

En el interior se levantaron
casetas de campaña de lona, capaces para 12 o 14 personas y en donde llegaron a estar 50 presos. Tenían forma de un cono, sostenido por un fuerte palo central y sogas exteriores atadas a gruesas piedras que daban tirantez a la estructura.

Fotografía tomada en Tenerife a principios de julio de 1936, de una comida celebrada por los jefes y oficiales de las Guarniciones de Canarias, bajo la presidencia del comandante general de Canarias, general Francisco Franco, en la que se ultimaron algunos detalles relacionados con el alzamiento. Fuente: LaProvincia.es
Fuera del recinto estaban las tiendas de los jefes del campo y las del cuerpo de guardia, así como también los almacenes para la comida y la cocina de campaña. La estrecha vigilancia hacía imposible la fuga y estaba a cargo de numerosos soldados de reemplazo que se apostaban cada cinco metros a lo largo de todo el perímetro del campo; junto a ellos se situaban falangistas que vigilaban, al mismo tiempo, a soldados y a presos. En cada uno de los vértices del campo, una garita con ametralladora.

Los cabos de vara, presos que se encargaban del cumplimiento de las estrictas normas, estaban dispuestos a apalear a los otros detenidos a cambio de librarse ellos de los palos, tener doble ración de rancho, poder fumar tabaco y tomar café y coñac.

Presos republicanos con sus guardianes, en alguna prisión de las islas Canarias. Fuente: Todos los Rostros
La Isleta se hizo tristemente célebre por la brutalidad que se empleaba contra los presos, pues era más un auténtico campo de castigo que de concentración. También hacía las veces de campo de trabajo, pues en ese tiempo se construyeron varias pistas: una que conducía al Faro y otra a una batería de costa, aunque muchas de las tareas impuestas sólo eran un medio de agotar a los prisioneros puesto que no tenían ninguna explicación lógica.

Las sacas y los “paseos” eran frecuentes. Los testimonios cuentan que un coche llegaba por la tarde con una lista de presos y se los llevaban para el interrogatorio nocturno. No regresaban. En las playas aparecían días después hombres ahogados, con los brazos atados con alambre.

El
6 de agosto de 1936 fueron fusilados en el campo de tiro de La Isleta Eduardo Suárez, comunista, diputado del Frente Popular, y Fernando Egea, socialista, delegado del Gobierno de la República, que habían sido condenados en un Consejo de Guerra sumarísimo.

A las seis de la mañana de ese día los presos del campo oyeron las descargas que acababan con las vidas de estos dos políticos de izquierda. Una gran indignación recorrió los barracones de los presos, y muchos de ellos fueron apaleados por protestar por los fusilamientos.

Eduardo Suárez Morales y Fernando Egea Ramírez, asesinados el 6 de agosto de 1936 por tropas fascistas. Fuente: P.R.C.C.
Desde la misma llegada, y después de hacerles una ficha y otorgarles el número correspondiente, los presos empezaban a recibir garrotazos por parte de los suboficiales de la oficina. Luego los cabos de vara, mientras atravesaban un estrecho pasillo de alambradas, les propinaban palos en la cabeza, cara y espalda.

Durante el trabajo, los palos y agresiones estaban a la orden del día, por infracción de alguna de las normas: por caérseles el café, por falta de marcialidad a la hora de desfilar o carencia de entusiasmo en proferir los gritos de rigor, por quedarse dormidos, por comentar temas prohibidos con algún compañero...

Los
castigos se procuraban hacer a la vista de todos para dar escarmiento y consistían en apaleamientos delante de la misma formación de reclusos, o se les iba a buscar a su chabola de noche, se les sacaba al exterior del campo y, detrás del cuerpo de guardia, les propinaban una brutal paliza esposados.

En otras ocasiones les obligaban a correr con un saco de arena a la espalda, descalzos sobre el picón o el jable, hasta que sus pies ensangrentados ya no daban más de sí.

El 17 de junio de 1936 tuvo lugar la reunión de jefes y oficiales en en el monte de La Esperanza. Esta concentración supuso la puesta a punto de la organización del golpe de Estado en la isla de Tenerife y el Archipiélago. Fuente: El golpe de estado en Canarias
La ingesta de purgantes, como aceite lubricante, cristales de sal de la Higuera, epsomita o sulfato de magnesio, solía ser el castigo menos doloroso, pero tremendamente efectivo a la hora de debilitar el organismo.

Muchos de los presos de
La Isleta tuvieron que pasar también por interrogatorios a cargo de los temibles policías de la Comisaría de Investigación y Vigilancia de Las Palmas. Muchos eran sacados del campo y remitidos a la propia comisaría para regresar después de unos días de tratamiento especial.

Algunos
no regresaron al campo por lo que es probable que murieran en pleno interrogatorio. Es el caso conocido del presidente de la Federación Obrera de Las Palmas, Agustín Cabrera, que salió del campo el 27 de enero de 1937 y se sabe, por testimonios directos, que fue ahorcado en la misma comisaría en presencia de otros presos.

Uno de los centros de detención y tortura más importantes fue el de la calle Luis Antúnez, en Las Palmas. Allí fueron llevados numerosos detenidos y luego conducidos a la Sima de Jinámar para ser asesinados. Fuente: El golpe de estado en Canarias
En el campo los prisioneros dormían hacinados en sus chabolas, hasta tal punto que una variación de la postura para dormir conllevaba el cambio automático de toda la hilera. Dentro, el olor era insoportable y numerosos parásitos se enseñorearon de sus cuerpos, sufriendo plagas de piojos y pulgas.

La
alimentación era claramente insuficiente: café clarucho por la mañana y unos cazos de rancho dos veces al día, un mejunje pardo a base de fideos y papas, a veces con carne cocida en el mismo caldo o tocino. Esto con una ración de gofio de millo para mezclarlo con el rancho.

El internamiento, el castigo, la reeducación y la reutilización de la mano de obra de los prisioneros republicanos en la Guerra Civil fue tan importante entonces como infravalorado ha sido después a la hora de forjar una imagen pública de la dictadura de Franco.

En esta serie de artículos veremos los ejemplos de los campos de concentración en Canarias y lo que significaron en la historia de la violencia y de la represión franquista durante la guerra y la posguerra.

Hay que recordar que en las islas no hubo frente de guerra, ya que quedaron en manos de Franco desde el 17 de julio de 1936, y que en esa situación de dominio absoluto los falangistas y otros fascistas cometieron en toda Canarias miles de asesinatos.




Fuentes documentales


Bibliografía


MAÑÁ, G. et al. La voz de los náufragos: la narrativa republicana entre 1936 y 1939. Madrid, de la Torre, 1997.
MEDINA, J. Isleta/Puerto de La Luz: campos de concentración. Imprenta José-Luis Hernández Díaz, Las Palmas de Gran Canaria, 2002.
MOLINERO, C. et al.. Una inmensa prisión: los campos de concentración y las prisiones durante la guerra civil y el franquismo. Crítica contrastes: Crítica, Barcelona, 2003.
NÚÑEZ, M. Los años del terror: la estrategia de dominio y represión del general Franco. Esfera de los Libros, Madrid, 2004.
RODRIGO, J. Los campos de concentración franquistas: entre la historia y la memoria. Siete Mares, Madrid, 2003.
RODRIGO, J. Cautivos: campos de concentración en la España franquista, 1936-1947. Crítica, Barcelona, 2005.

Revistas digitales


BARRIUSO, J. Camps de Concentració i Unitats Disciplinàries de Treballadors a l’Espanya de Franco. Revista Electrónica del Departament d’Història Moderna i Contemporània de la UAB.
MILLARES, S. Un lugar para el castigo y la crueldad. Revista Canarii, nº 4, julio 2007. Fundación Canaria 2021.
RODRIGO, J. Internamiento y trabajo forzoso: los campos de concentración de Franco. Hispania Nova, Revista de historia contemporánea, vol. 6, Separata, 2006.

Prensa digital


- Agosto 1936. R. González. Canariasahora.es, 31-7-2008.

Material audiovisual

Canarias: Los campos de la muerte. YouTube


01 mayo 2011

"OCHO HORAS para trabajar, OCHO HORAS para descansar, y OCHO HORAS para disfrutar"

Afiche muy conocido de Walter Crane en simpatía a los anarquistas Mártires de Chicago. Wikipedia


1886. Las agotadoras jornadas laborales de entre 12 y 18 horas imperan en un gran número de países. En Estados Unidos, que en ese momento presenta al mundo la imagen de una nación democrática, comienza a extenderse el movimiento por reducir la jornada a ocho horas de trabajo.

El fracaso de las gestiones de la
American Federation of Labor ante las autoridades gubernamentales y patronales para establecer las 8 horas de trabajo motiva el acuerdo de efectuar una huelga general a efectuar el Primero de Mayo de 1886. De este modo aparece por primera vez ese día vinculado a la lucha de los obreros por una de sus reivindicaciones más importantes.

Ese día, trabajadores de más de
cinco mil industrias norteamericanas se lanzan a la huelga. En algunos centros la demanda es concedida, pero en otros hay gran número de despidos y una extrema represión policial. La prensa había levantado una gran campaña contra las masas obreras al calificar su lucha como una "tentativa de comunistas y vagabundos para violar el orden social".

La magnitud de la huelga en
Chicago no tiene precedentes en el país. Los patronos emplean rompehuelgas acompañados por la fuerza pública que desata una brutal represión con el saldo de seis huelguistas asesinados y decenas de heridos y detenidos.

Tres días después, como respuesta a estos hechos, los líderes obreros de
Chicago convocan un mitin en Haymarket Square. Todo comienza pacíficamente, pero al final la policía tirotea a la multitud y una bomba que explota en esos instantes mata a 8 agentes.

Hoja volante convocando en inglés y en alemán al mítin de Haymarket. Anar Kos-ta Rica
Las fuerzas represivas se emplean a fondo con una masacre. Centenares de militantes obreros son encarcelados, ocho de ellos dirigentes anarquistas destacados. Sin pruebas, son acusados de asesinato y tras un arbitrario proceso judicial, el 11 de noviembre de 1887 son ejecutados Albert Parsons, Adolph Fischer, August Spies, George Engels y Oscar Neebe. Otro de los condenados a muerte Louis Ling, se suicida en la prisión mientras que a Samuel Fielden y Michael Schwab se les conmuta la pena por cadena perpetua. (*)

A las víctimas de este brutal terror se les conoce como los
Mártires de Chicago.

Dos años más tarde, la Segunda Internacional acordó declarar el
Primero de Mayo de 1890 como día de movilización de los obreros en todos los países del mundo por la reducción legal de la jornada de trabajo a 8 horas.

Cartel anarquista reivindicando a los Mártires de Chicago. Entrenómadas
En nuestro país se venía celebrando el 1º de Mayo desde 1890, siendo a veces duramente reprimidas las manifestaciones obreras. Tuvo que llegar la II República para que una serie de reformas emprendidas por el Ministerio de Trabajo y Previsión Social presidido por Largo Caballero cambiara las relaciones laborales.

Así vio la luz la
Ley de Jornada Máxima que establecía una jornada laboral de ocho horas, siendo consideradas extraordinarias todas aquellas que superasen ese horario y, por lo tanto, mejor remuneradas.

La nueva legislación laboral fue valorada muy negativamente por gran parte de los
propietarios agrícolas a quienes otra ley impulsada por el líder socialista, la de Términos Municipales, prohibía contratar a obreros que no fueran del municipio.

Sin embargo, una cosa era
promulgar leyes y otra muy distinta aplicarlas especialmente en los pueblos pequeños como Torrellas y otras localidades de la Comarca de Tarazona y el Moncayo.

Grabado de 1886 que nuestra la explosión en la Revuelta de Haymarket. Wapedia
Una de las medidas más importantes que tuvieron que poner en práctica fue la constitución de Bolsas de Trabajo. En una época de elevadísimo desempleo, éstas intentaron regular el mercado laboral en los pueblos.

Todos los
trabajadores vecinos de la localidad tenían que inscribirse en las bolsas y a ellas debían acudir obligatoriamente los patronos para contratar según un turno riguroso, eliminando así la contratación libre que hasta entonces había dado origen a muchas arbitrariedades y había sido un poderoso instrumento de control social en manos de los principales propietarios.

Las
discusiones entre patronos y jornaleros sobre el funcionamiento de las bolsas de trabajo fueron constantes. Estaba en juego el control del mercado laboral. En la Bolsa de Trabajo de Torrellas, después de arduas discusiones, se llegaron a establecer las bases sobre las que había que regularse el trabajo agrícola de la localidad.

Se acordó que la
jornada máxima sería de ocho horas en todas las épocas del año, a excepción de la recolección y de la siembra de cereales. Quedó terminantemente prohibido el trabajo a destajo y se estableció que cuando el jornalero tuviera que trabajar a bastante distancia del pueblo, se le abonaría una hora de trabajo. También se reguló el jornal regulador del obrero en 65 céntimos la hora.

Cartel de Arturo Ballester para la CNT. S.B.H.A.C.
Para corregir los posibles abusos se nombró a un representante de los patronos y a uno de los obreros. La elección de éste último recayó en mi abuelo, Feliciano Lapuente. Su labor en este cometido le llevó a la muerte, asesinado tres años después tras la denuncia a los falangistas por parte de una de las caciques locales.

Hoy,
1º de Mayo, fecha emblemática para los trabajadores, quiero recordar a aquellos mártires de Chicago y a tantos otros miles de mártires desconocidos como mi abuelo.

Fueron ellos los
artífices de nuestro estilo de vida actual, de unos derechos que, de tan cotidianos, parece que se han tenido siempre sin dar nada a cambio.

Pese a tener unas
élites sindicales domesticadas, pese a la apariencia de que ya no existen las clases sociales, pese al salvaje neoliberalismo que quiere cercenar los derechos laborales conseguidos con sangre… debemos seguir saliendo a las calles para celebrar la fiesta de los trabajadores reivindicando otro modelo económico, social y político que permita una distribución más justa de la riqueza.

El sacrificio de los Mártires de Chicago y tantísimos otros como ellos nos lo exige.





(*) En 1893 se permitió revisar el juicio y se probó que los testigos habían sido comprados, que el juez había escogido a su antojo a los miembros del jurado y que la bomba fue arrojada por los mismos policías.



Fuentes documentales


Bibliografía

- Ceamanos, R. Los años silenciados. La II República en la Comarca de Tarazona y el Moncayo (1931-1936). Comarca de Tarazona y el Moncayo, 2006.
- Rivas, L. Historia del 1 de Mayo en España desde 1900 hasta la Segunda República. UNED, Madrid, 1987.

Webgrafía


- El origen de la celebración del 1 de Mayo. Dignidad Laboral
- Historia del 1º de mayo. CGT Murcia
- Historia del 1º de Mayo. Los Mártires de Chicago. Entre Nómadas

Material audiovisual


- Los Mártires de Chicago. Historia del 1º de Mayo. YouTube
- Existen varios vídeos en inglés que pueden encontrarse mediante la búsqueda en YouTube del término "Haymarket" seguido de las palabras "affair", "massacre" o "riot".