18 septiembre 2011

Los esbirros de Franco (1). Urraca, el cazador de rojos.

Lluis Companys, presidente de la Generalidad de Cataluña desde 1934, durante la Guerra Civil Española y en el exilio francés hasta su fusilamiento por las autoridades franquistas.Avuí
13 de agosto de 1940. Un grupo de policías alemanes y españoles irrumpen en la casa donde vive exiliado Lluís Companys. Tras revolver de manera frenética la casa en busca de un inexistente dinero del gobierno catalán, los policías trasladan al presidente de la Generalitat a una villa que los alemanes han habilitado como cuartel general. Seis días después ya está en París, incomunicado dentro de una celda de la prisión de La Santé. Allí sufre su primer interrogatorio, a cargo de un funcionario franquista que responde al nombre de Pedro Urraca Rendueles.

Urraca, siguiendo las órdenes directas del ministro de Asuntos Exteriores franquista, Ramon Serrano Suñer, y acompañado por un oficial alemán traslada al presidente de la Generalitat desde la capital francesa hasta la frontera de Irún, donde queda en manos franquistas.

Encerrado en los calabozos de la siniestra Dirección General de Seguridad, en Madrid, Lluís Companys es vejado, exhibido cómo si fuera un animal y torturado por los franquistas. Y desde allí, ya en unas condiciones lamentables, enviado hacia Barcelona, donde una farsa de consejo de guerra  lo condena a muerte "como responsable en concepto de autor por la adhesión al ya expresado delito de rebelión militar". El presidente Companys es fusilado en la madrugada del 15 de octubre de 1940.

La Vanguardia

Fue el único presidente europeo elegido democráticamente fusilado por el fascismo. Franco quiso dar un escarmiento a la Catalunya derrotada, a los supervivientes de la República. No habría piedad ni para el máximo representante del país.

El paso del tiempo ha descubierto que Pedro Urraca Rendueles, el autor de la detención de Companys,  no fue un simple agente de policía, sino el jefe policial de la operación de represión organizada por la dictadura de Franco para eliminar a las principales autoridades de la República Española en el exilio.

Dirigió una red de agentes secretos distribuidos por Francia dedicada al espionaje y la detención de dirigentes republicanos para conducirlos a la frontera española. La lista de perseguidos es muy extensa: Julián Zugazagoitia (ministro de la Gobernación con Negrín, detenido en París, entregado y fusilado en Madrid), Manuel Portela Valladares (ex presidente del Consejo de Ministros), Josep Tarradellas, Juan Morata (subsecretario de Gobernación) o Mariano Ansó (ministro de Justicia) y otros muchos. También vigiló de cerca las actividades del presidente Manuel Azaña al que no pudo, sin embargo, detener.


Urraca, en 1940. Ya parece un agente de la Gestapo.Nació digital
La  identidad de Urraca tardó muchos años en ser conocida por los historiadores que empezaron a investigar en las alcantarillas del franquismo. Nadie le molestó nunca, nadie pudo interrogarle por su actuación en Francia tras la Guerra Civil. Ni siquiera en el archivo del Ministerio del Interior consta la fecha de su presunto fallecimiento (de seguir vivo tendría 104 años), un dato que no es anecdótico: la ley impide acceder a su historial hasta pasados 25 años de su muerte.

Los datos más elocuentes sobre sus actividades están en los archivos franceses, entre ellos su condena a muerte en 1948 por el Gobierno democrático acusado de colaboración con los nazis y persecución de exiliados españoles.


Pedro Urraca fue el personaje central de una red de policías que el régimen de Franco distribuyó por Francia, en ciudades como Marsella, Perpiñán y Toulouse,  tras la guerra para conseguir la extradición forzosa de muchos republicanos españoles refugiados en Francia, que luego fueron fusilados o condenados a graves penas por el gobierno franquista.. No fue una actividad secreta, sino una operación de represión en territorio extranjero en colaboración con la Gestapo y el régimen de Vichy
Urraca con su coche en Bruselas (Bélgica), en 1973. Nació digital
Paralela a esta operación policial fue la actividad de la Comisión de Recuperación de Bienes Españoles en el Extranjero, dirigida por el coronel Barroso, agregado militar en París. Esta red no se limitó a vigilar y perseguir a republicanos: se incautó de dinero, joyas y documentos en los domicilios donde residían los exiliados.

En este sentido, consta en los archivos franceses que Urraca denunció a una mujer de origen judío que para escapar de las garras de la Gestapo se vio obligada a huir de su domicilio, el cual fue desvalijado por Urraca con ayuda de sus amigos alemanes apoderándose de los muebles y otros objetos que contenía.

El nombre de este “superagente” de Franco comenzó a salir a la luz en algunas memorias de refugiados españoles en Francia. Se trataba de referencias aisladas, carentes de apoyo documental. Posteriores investigaciones han ido colocando en su lugar a este personaje y documentando su actividad. Sin embargo, el difícil acceso a los archivos españoles hace que aún hoy, tantos años después, sea un personaje enigmático, del que queda casi todo por descubrir.

Urraca con su mujer y su hijo en Madrid, 1984. En aquella época ya estaba definitivamente jubilado y se había quedado ciego. Nació digital
La identidad de muchos represores y torturadores franquistas  todavía está  camuflada bajo leyes de protección, a falta de una regulación legal de los archivos españoles, como el de Interior y el de Exteriores.

Urraca, conocido como el agente E. 8.005, alias “Unamuno”, fue un funcionario protegido durante décadas por el Estado español. Es posible que disfrutara de una cómoda jubilación. Nadie le molestó en su vejez. No ha estado obligado a escuchar preguntas incómodas.

No parece justo que la España democrática deba esperar al menos hasta 2021 para conocer respuestas sobre hechos sucedidos ochenta años antes.




Fuentes documentales 

Bibliografía 

BENET, J. El president Companys, afusellat. Edicions 62. Barcelona, 2005. 
GUIXÉ, J. Diplomacia y represión. La persecución hispano francesa del exilio republicano 1937-1951. (Trabajo de investigación doctoral no publicado). 

Prensa digital 

-    El cazador de rojos. L. Gómez. El País, 28-09-2008. 
-    Lluís Companys, 70 años de un crimen contra Catalunya. Público, 15-10-2010. 
-    El “criminal” Lluís Companys. J. Crees. Avuí, 19-06-2009. 
-    Del Loira a Montjuïc. J.M. Sòria. La Vanguardia, 25-09-2010. 
-    Esquela de Pedro Urraca Rendueles. ABC (Madrid). 19-09-1989. 

Webgrafía 

- Carme Ballester narra la detenció de Lluís Companys en un manuscrit inèdit trobat a Ámsterdam. Memoria.cat

04 septiembre 2011

Franco: conspiración y asesinato.



Para los altos oficiales del ejército, Franco siempre fue "Franquito". Todavía Sanjurjo en 1936, cada vez que dudaba si Franco se decidía o no a intervenir en el "Alzamiento", preguntaba "Qué va a hacer Franquito?". Público


Una de las características que marcan la carrera de Franco hasta su ascenso al poder absoluto es la sorprendente cadena de acontecimientos fortuitos que siempre terminaban resultándole favorables, desde su supervivencia en las campañas de Marruecos, hasta la muerte en accidente del general Sanjurjo a las mismas puertas del golpe de estado.

Franco vio facilitado su mando único sobre los sublevados de 1936 por las desapariciones de figuras señeras de la ultraderecha, como el general Sanjurjo, José Antonio Primo de Rivera o el general Mola.


El 20 de julio de 1936, apenas iniciada la sublevación, la avioneta Puss-Moth que pilotaba el falangista y as de la aviación Juan Antonio Ansaldo, se estrellaba en Portugal a los pocos minutos de despegar falleciendo el general Sanjurjo como consecuencia de una fractura de cráneo. Con este trágico suceso, rodeado al día de hoy de todo tipo de conjeturas sobre un auténtico sabotaje, la sublevación de julio de 1936 cambiaba de curso nada más empezar, posibilitando el liderazgo que tanto perseguía Franco.


Sanjurjo, momentos antes de abordar el avión en el que encontraría la muerte. Turismo y arte
Hace ya muchos años, mediante documentación alemana, se demostró que, aunque Franco había dado luz verde a los intentos de la diplomacia y la marina nazis para liberar a José Antonio –preso en la cárcel de Alicante-, introdujo condiciones que desincentivaron notablemente las posibilidades de lograrlo, negando el pago de un soborno en dinero y presionando para que se apartase a los más decididos partidarios de un golpe de mano. Desaparecía así la posibilidad de que se hubiera convertido en el líder de un estado fascista para los miembros de Falange Española, el grupo que mejor cobertura ideológica estaba prestando al “Alzamiento”.

José Antonio Primo de Rivera pasando revista a tropas falangistas. Alicante vivo
El general Emilio Mola falleció el 3 de junio de 1937, como consecuencia de un accidente de avión, mientras sobrevolaba tierras burgalesas para inspeccionar el frente. Franco trabajaba en su despacho, cuando un ayudante abrió la puerta y dijo, muy alterado: "¡Mi general! Acaba de ocurrir una terrible desgracia: el general Mola ha muerto en un accidente de aviación". Franco no pestañeó: "Qué susto me ha dado usted, creí que nos habían hundido el Canarias".

La extraña reacción del "Generalísimo" dio mucho que hablar y todavía lo sigue haciendo. El embajador alemán, Von Faupel, advirtió en su diario que la desaparición del "Director" – llamado así porque sería el cerebro del levantamiento militar- le había quitado a Franco un problema de encima: "El Generalísimo, sin duda, se siente aliviado por la muerte de Mola", anotó.


Restos del avión en el que falleció Mola el 3 de junio de 1937. Nación española
Posiblemente el propio Franco tuviera algo que ver con tanto suceso favorable pero, en cualquier caso, no se han encontrado pruebas que permitan concluir nada más allá de una afortunada serie de casualidades.

Pero acaba de aparecer un texto de Angel Viñas, especialista en temas de la guerra civil española donde se apunta que, al menos una de estas casualidades, pudo no serlo tanto: la oportuna muerte por negligencia del general Amado Balmes, al mando de la guarnición de Las Palmas de Gran Canaria, que permitió a Franco escapar de las islas sin despertar sospechas y hacerse cargo del ejército de Marruecos.


Comida de Franco en Tenerife, con las guarniciones canarias, en julio de 1936. La Provincia
El futuro “Generalísimo” había sido destinado a la Capitanía General de Canarias como medida de prudencia del gobierno del Frente Popular dadas su manifiesta significación anti-izquierdista y su condición de posible cabeza de una revuelta militar. El nuevo destino dificultó mucho los contactos entre Franco y el resto de conspiradores pero se las arregló organizando un sistema de comunicaciones con Mola, manteniendo contactos con la trama civil del golpe, y explorando concienzudamente el estado de ánimo de los oficiales destinados en Canarias.

Sin embargo, no consiguió arrastrar a la sublevación a uno de los más importantes, el general Amado Balmes, comandante en jefe de las Islas Canarias. Este tropiezo podía suponer el fracaso del golpe en una parte de las islas. Además Franco necesitaba las manos libres para trasladarse después al Protectorado español en Marruecos, y pensaba realizar este traslado desde el aeropuerto de Gando, en Gran Canaria, mucho menos vigilado por la policía republicana que Los Rodeos, en Tenerife.


El general Franco (primer plano, centro de la foto) y el general Balmes (primer plano, derecha de la foto) con otros jefes militares, en mayo de 1936.- FOTO: ARCHIVO DE LA FAMILIA BALMES. El País
La solución a todos estos problemas fue, otra vez, la muerte “providencial” del general Balmes, como consecuencia, según la prensa del momento, de “un disparo en el vientre cuando se encontraba en el campo de tiro de La Isleta haciendo prácticas con sus pistolas”.

La muerte de Balmes llegaba como “miel sobre hojuelas” para los militares “alzados” contra el gobierno de la República. Mataban así dos pájaros de un tiro. Por un lado se deshacían de un militar en el que no confiaban, por su republicanismo. Por otro, Franco tenía la excusa perfecta para trasladarse desde Santa Cruz de Tenerife hasta Las Palmas, para asistir al entierro sin levantar sospechas del gobierno que le venía vigilando dada su condición de conspirador.


En su libro, Ángel Viñas pone de manifiesto diversas contradicciones en la versión oficial aceptada hasta la fecha, según la cual, el general Balmes había acudido a hacer prácticas en el campo de tiro de La Isleta y que, al encasquillarse una de las pistolas, había apoyado la misma contra su vientre para accionar la corredera y liberar la bala. El arma se habría disparado por accidente y el general fue trasladado, gravemente herido por su chófer quien, con las prisas, dejó la pistola en el estribo del automóvil y, como no podía ser de otra manera, ésta había desaparecido.


Prensa del momento dando la noticia de la muerte accidental del general y comandante jefe en las Islas Canarias, Amado Balmes Alonso. El blog de Antón Saavedra
Que un general experto en armas se ponga una pistola en el bajo vientre para desencasquillarla es técnicamente una estupidez y prácticamente imposible con una pistola astra del nueve largo, como han señalado diversos expertos en armamento.

Otros muchos factores contribuyen a levantar las sospechas sobre “el golpe de suerte” que supuso la muerte de Balmes para los militares golpistas. No se hizo luego la instrucción correspondiente, debido precisamente al estallido del conflicto. Las versiones ofrecidas a la prensa sobre lo que había hecho el general esa mañana son manifiestamente incorrectas y el propio capitán Pollard, uno de los pasajeros del "Dragon Rapide", afirmó, tras su regreso a Londres, que a Balmes le habían pegado un tiro.

Ángel Viñas sospecha incluso de uno de los oficiales que rodeaban al general y que durante la contienda será uno de los oficiales de confianza de Franco para misiones de inteligencia aunque, sobre este punto, las pruebas no son concluyentes.


Las sospechas aumentaron cuando Viñas consultó las memorias del juez militar que instruyó las diligencias de la muerte de Balmes, donde "se advierten multitud de sinsentidos y apuntan a que son falsas en muchos aspectos".


La excusa de participar en el sepelio de Balmes el 17 de julio en Las Palmas le permitió a Franco abordar "oportunamente" el “Dragon Rapide” el 18 de julio y llegar a tiempo a Marruecos para poner en marcha la sublevación militar que desencadenaría la Guerra Civil, mientras dejaba bajo control de sus fieles la guarnición de la capital canaria.


El avión "Dragon Rapide", con el que Franco se trasladó desde Canarias hasta Marruecos para ponerse al frente del levantamiento militar. La Opinión de la Coruña
Todos los indicios apuntan a que la muerte de Balmes fue el crimen perfecto. Casi sin dejar huellas, efectuado por persona interpuesta, investigado por sus mismos autores, desfigurado de inmediato, olvidado en la historia… Pero no por ello menos susceptible de caer de lleno bajo el artículo 412 del Código Penal de 1932 entonces en vigor y que, para más inri, mantuvieron incólume las revisiones de 1944 y 1963. Entre las notas que tipificaban la figura de asesinato se hallaban las de alevosía y premeditación.

Viñas confía en que algún día se puedan encontrar los documentos que demuestren las sospechas que desarrolla este libro, por otra parte ya tanteadas por el también historiador Paul Preston en su biografía sobre el dictador.


Queda pues casi todo por demostrar definitivamente, pero se trata de una investigación concienzuda que, como mínimo, deja entrever que sobre la sublevación que llevó a la guerra civil española no está todo escrito.


Bibliografía

BRAVO, F.
Franco y los muertos providenciales. Fenicia, Madrid, 1979.
PRESTON, P.
Franco, “Caudillo de España”. Mondadori, Barcelona, 1999.
REIG, A.
Franco "Caudillo": mito o realidad. Tecnos, Madrid, 1996
RUEDA, A. Vengo a salvar a España: biografía de un Franco desconocido
. Nowtilus, Madrid, 2011.
VIÑAS, A.
La conspiración del general Franco y otras revelaciones acerca de una guerra civil desfigurada. Crítica, Barcelona, 2011. 

Revistas de Historia
- La trama. La muerte de Balmes. El secreto que Franco se llevó a la tumba. La Aventura de la Historia, nº 152 (2011), pp.56-61.
- Díaz, J.J.
El inicio de la guerra civil en Canarias a través de los documentos consulares franceses. Revista Canarii, 28-12-2010. 

Prensa digital
- Muerte en Canarias del General Balmes. ABC, Madrid, 17-07-1936.
 - Las muertes de una ideología. Y. Lorenzo. La Opinión de Tenerife, 18-07-2011.
 - Otro Franco. A. Viñas. Público, 04-06-2011.
 - “Creo que Franco ordenó un asesinato para empezar la guerra”. A. Viñas. El País, 22-05-2011.
 - Franco: conspiración y asesinato. A. Viñas. El País, 17-07-2011. 

Webgrafía
- La conspiración militar que acabó en tragedia. El blog de Antón Saavedra.
- Franco y la conspiración del 18 de julio: la oscura muerte del general Balmes. Envueltos en Historia 

Material audiovisual
- Manifiesto de Las Palmas (18 de julio de 1936). YouTube