23 diciembre 2011

Historia de Navidad




 La vida en desorden


Diecinueve de diciembre de 1936.

Nevaba en Minas de Hellín. Lola estaba a punto de salir de cuentas, pero era tal el deseo de ver a su marido, al que no veía desde el verano, e intentar compartir con él el trance de alumbrar una nueva vida, que desoyendo los ruegos de su familia, recogió en un gran fardo la ropa imprescindible, la manta, un montón de tiras de sabanas viejas a modo de pañales, y con una cesta de mimbre en la mano, de aquellas que llamaban “de ferroviario”, con alimentos para el camino, se subió al tren en Hellín con un billete hasta Alcázar de San Juan, encomendándose por dentro a la Virgen del Rosario, mientras apretaba contra su pecho la taleguilla con el poco dinero que pudo disponer para el viaje, y un salvoconducto expedido por la comandancia militar de Hellín, en el que podía leerse: “Autorización para realizar el trayecto Albacete-Alcázar-Peñarroya, hasta zona de guerra de los Pedroches”, expedido a nombre de Dolores Fuentes López, de veinticuatro años, natural de Minas de Hellín (Albacete), estado: casada.

 Huida de los vecinos de Cerro Muriano (Córdoba) de las tropas de Franco. El País
A pesar de la guerra, o precisamente, como consecuencia de ella, el tren iba abarrotado, apiñándose en los destartalados vagones, soldados, milicianos, guardias de asalto, mujeres, niños, gallinas, maletas, colchones enrollados, y cestos a buen recaudo de curiosos, con legumbres y embutidos, hurtados al control de los policías de retaguardia. La lluvia golpeaba en los cristales, y la falta de calefacción se compensaba con las apreturas entre los viajeros, lo animado de los bulos y rumores, pero sobre todo, con la ilusión de ver pronto a su Pedro de su alma, del que la única noticia que tenía, era la carta que por septiembre le escribió, por la mano servicial del miliciano de la cultura de su compañía.
Clase de alfabetización de la 21 brigada mixta, 1937 Las Milicias de la Cultura se encargaron de la alfabetización y educación de los soldados republicanos que combatían en el frente.Kalipedia
Viendo su estado, los compañeros del departamento se prensaron un poco más, para no molestar al abultado vientre de Lola, dirigiéndole frases de ánimo y hasta ofreciéndole - sólo a ella- algunas de las pocas viandas de las que, casi con pudor, iban consumiendo a lo largo de un viaje, que parecía hacerse interminable por las innumerables paradas, bien para dejar pasar a trenes militares, o para recargar de presión las calderas de la vieja locomotora, obligada a un esfuerzo casi imposible. Alcázar, Manzanares, Ciudad Real, Almorchón… de pronto, alguien gritó: “¡Aviación, aviación!”, mientras el tren se detenía bruscamente en el caos más absoluto, los vagones se desalojaron en medio de gritos, lamentos y maldiciones, aprisionándose los viajeros en las puertas, soltando los más débiles, paquetes y maletas que no podían llevar consigo, ante el riesgo de que las bombas les viniesen encima, en su empeño por conservar sus pequeños tesoros de subsistencia.


 
Stukas alemanes de la Legión Cóndor. El Hangar de TJ
Falsa alarma. Lola se había llevado el susto más grande de  su vida; nunca olvidaría las expresiones de enfado o las lágrimas de los que, al regresar a su vagón, echaron de menos algún cesto o maleta. Por suerte, algunos de sus acompañantes abrieron paso a Lola hasta la puerta al escucharse la alarma, sin que hubiese peligrado con tanta carrera, la criatura que llevaba dentro. El tren arrancó de nuevo, mientras los pasajeros oteaban el cielo nublado, temerosos de que los aviones facciosos se fijasen en aquel tren renqueante, que intentaba atravesar las sinuosidades de la Sierra Morena, estacionándose en los túneles de día y reemprendiendo la marcha al oscurecer. Habían transcurrido dos días desde su partida de Alcázar de San Juan.

Veintiuno de diciembre

A la lluvia sucedía ahora la nieve, visible en los montes circundantes. Las mantas pronto comenzaron a salir de los fardos y maletas, para protegerse del frío siberiano que entraba por todas las rendijas. Lo abigarrado del pasaje, no permitía a Lola abandonar su asiento para estirar las piernas en las estaciones, por miedo a perderlo, salvo en contadas ocasiones, gracias a personas compasivas que se lo guardaban, intentaban hacerle menos incómodo el viaje; entonces, aprovechaba para abrir la cesta de mimbre, lejos de miradas ajenas para comer algo, más pensando en su bebé que en ella misma y reservando para Pedro, los fiambres que su madre y su suegra, le habían preparado con tanto amor y cuidado.

Bombardeo  a las vías del tren. Todocolección
El tren pasó casi todo el día, parado ante la boca de salida de un túnel, mientras los pasajeros se entretenían en levantar la vista, divisando el paso de aviones que andaban buscándolo, sin duda.

Veintidós de diciembre

“¡Peñarroya-Pueblo Nuevo!”, final de trayecto. Más al sur, se interrumpía la línea por el frente. Estando instalado en la población el mando republicano de un importante sector estratégico, la pequeña estación estaba sumida en un compacto hormigueo de militares y civiles, bultos, pertrechos de guerra, mulos, carros y camionetas.

Antigua postal de la estación de  tren de Peñarroya-Pueblonuevo. Todocolección
Cientos de personas se movían de un lado para otro, con expresión de saber bien a donde dirigirse, todos, menos aquella joven embarazada que preguntaba con angustia a todo el mundo “¿Alguien sabe como llegar a Los Pedroches?”, recibiendo siempre una respuesta negativa. Poco a poco, la estación se fue despejando, mientras una lluvia intensa y helada, convertía en un barrizal la explanada, en donde un grupo de milicianos, terminaban de cargar la última camioneta con cajas de munición y barriles de vino.

Al reparar en aquella muchacha solitaria, el militar que dirigía la operación, le preguntó qué hacía allí en aquel estado. “¿Los Pedroches?, ¡Pero si nosotros vamos allí, venga, suba a la cabina!”. Lola vio el cielo abierto y agradeció secretamente a la Virgen del Rosario, aquel nuevo favor, mientras pasaba bajo el toldo a los soldados, el empapado fardo con sus pertenencias.

Batallón Pablo Iglesias en algún lugar del frente en el Valle de los Pedroches. F.H.M. El Gran Capitán
“Me llamo Vicente y soy de Valencia”, se presentó el joven militar. Lola le correspondió contándole entonces el motivo de su viaje. En cubrir el largo viaje por infernales caminos bacheados y embarrados, se invirtió casi hasta el atardecer mientras Lola, apretada entre Vicente y la caja del motor, se sujetaba amorosamente el vientre, mirando de reojo al oficial, que la observaba sonriente y la animaba de vez en cuando.

Entre zarandeos y paradas sin cuento, se hizo de noche, alojándose precariamente en una venta del camino, pues en Pozoblanco, no cabía ni un alfiler. 
  
Veintitrés de diciembre

A media tarde, por fin la camioneta llegó a Pedroche, primer pueblo de la comarca cordobesa de Los Pedroches, subiendo a duras penas las últimas cuestas, hasta llegar a la plaza de ayuntamiento. Ya no llovía y Lola esperó sentaba frente al ayuntamiento, en donde se había instalado el mando militar de aquella zona.


Bombardeo de Hinojosa del Duque, en la comaca de Los Pedroches. Solienses
Bajo aquel sol tibio, recordaba las últimas palabras del oficial republicano “Voy a mirar a ver si alguien conoce el destino de su marido”. No hubo de esperar demasiado, pues al poco salió el teniente con una abierta sonrisa: “Ha tenido suerte, su marido está aquí cerca arrestado y veré para que mañana lo dejen venir a verla”. Tras tantos días de ansiedad, cansancio, ilusión y angustia, Lola sintió ahora una alegría indescriptible. “Vamos a la plana mayor, que veremos de alojarla como se pueda”, dijo Vicente.

Y allí pasó aquella noche, en un almacén, entre envases de madera y fardos de paja, sola, pero dando gracias y disfrutando de aquella bendita casualidad, como si del más cómodo y elegante dormitorio se tratase. Por fin pudo dormir tranquila, sin otra zozobra que la incógnita de aquel futuro presidido por los avatares de la guerra.

Veinticuatro de diciembre. Nochebuena

Mientras en el exterior seguía nevando intensamente, se abrió la puerta y una voz conocida la despertó, era Pedro. Castigado a quince días de “recargo en el servicio mecánico” por dormirse en una guardia, eufemismo que equivalía a trabajar cortando leña todo el día, mientras el frente estuviese tranquilo, su capitán le había permitido pasar un día entero con su mujer, al enterarse de su estado. Pasaron todo el día abrazados, casi sin poder decirse nada, tal era la emoción que ambos sentían al verse tan cerca, por primera vez desde que comenzó la guerra. 
Pareja de milicianos en Barcelona. Aventura en la Tierra

Aquel gélido día, Pedroche era un hervidero de actividad, porque se esperaba una ofensiva fascista, y todas las casas estaban ocupadas con soldados y milicianos en reserva. Pedro y Lola, anduvieron buscando con angustia un lugar en donde pasar la noche, cuando ésta comenzó a sentir las primeras señales de un parto que podía estar cerca.

Al encontrarse casualmente con el teniente de la estación de Pozoblanco, y enterarse del problema, éste desalojó un pequeño granero en donde descansaba un pelotón de milicianos, y mandó a avisar al alcalde para que alguien del pueblo ayudase a Lola en el parto.

Después todo sucedió muy rápido; la oportuna colaboración de varias mujeres del pueblo, afanándose en una labor para la que estaban acostumbradas, produjo el pequeño milagro; el primer llanto del bebé llevó la tranquilidad a todos, y una felicidad infinita invadió a Lola, al tener entre sus brazos aquella tierna criatura, y al tener a su lado a su marido, contemplando a ambos contenta, tras un parto rápido y feliz.

Alguien entró en la estancia con una botella de anís, y aunque las normas del gobierno no veían con buenos ojos que se festejase la Navidad, todos se felicitaron, y pronto comenzaron a llegar vecinos y milicianos, compartiendo algunos dulces entre copita y copita, deseándose una feliz Nochebuena y brindando por la felicidad del niño y de los padres, y por una pronta victoria sobre los fascistas.

 
 Diario ABC de Madrid (27-08-1936). Asteroide (222)
No sirvió de nada que un miliciano entrase diciendo de parte del sargento, que cantasen otra cosa que no fuesen villancicos, o que lo hiciesen más bajo, porque finalmente en aquella sala de parto improvisada, todos cantaron a plena voz a la Navidad, al niño Jesús y a los ángeles y pastores. El sargento cruzaría los dedos para que  el comisario no se enterase.

Noviembre de 1997, sesenta y un años después

Sentados ante una grata chimenea de la casa de Dolores, en la diputación de Zarcilla de Ramos, Lorca, ésta recordaba con emoción y haciendo gala de una memoria prodigiosa, hasta los más mínimos detalles de aquella Nochebuena en Los Pedroches.

Aquella madrugada voces de alerta sonaron por todo el pueblo: “¡A formar, los fascistas atacan! ¡Generala, generala!”. Lejos se veían los resplandores y se escuchaba el trueno de las explosiones, llenando la noche azulada por la nieve, de negros presagios.

Pedro se abrazó a Lola, entre lágrimas y palabras de ánimo y esperanza al despedirse apresuradamente, y allí quedaron Lola y Pedrito, rodeados de aquellas matronas serviciales, intentando consolarla con la esperanza de que pronto terminase aquella maldita guerra, para que pudieran reunirse de nuevo en paz.

La despedida del miliciano antes de partir hacia el frente. Público
La guerra acabó tres años más tarde.

Aquella Nochebuena, la de 1936, sería la última vez que Lola tendría a Pedro entre sus brazos. Muchos años más tarde, sabría que cayó abatido por una bala fascista, en algún lugar de la comarca de los Pedroches. Dolores volcaría toda su pena y todo su amor, en sacar adelante a Pedrito, y hacer de él un “hombre de provecho”, el mismo que se despidió de mí con un fuerte abrazo, sin poder contener las lágrimas, después de haber escuchado conmigo aquel relato inolvidable de su madre.

Los miré por el retrovisor al dejar atrás el pueblo. A mí también la vista se me nubló…




NOTA: Ésta es una historia real. Tuvo lugar en el mes de diciembre de 1936, en plena ofensiva franquista sobre la campiña cordobesa, conocida popularmente como "campaña de la aceituna" porque coincide con las fechas en que se recogen las olivas.

Agradezco a su autor, Floren Dimas, investigador histórico de la represión franquista, su permiso para publicarla. Mi única contribución en esta ocasión ha sido la búsqueda de imágenes para ilustrarla.

Espero que el resultado sea de vuestro agrado. Es mi forma de desearos feliz Navidad.


11 diciembre 2011

Los héroes del exilio (2). Martín Bernal, el maño de La Nueve.

Allons-y ! Cours !
On dit qu'un char est  entré sur la Place de la Ville
Un char ?
Américain ?
Un char espagnol.
Comment peut-il être espagnol ? Il doit être américain...
Il est aussi américain...Cependant, il s'appelle « Belchite»


-Vamos corriendo. ¡Corre! Dicen que ha entrado un tanque en la Place de la Ville.
-¿Un tanque?… ¿Americano?
-Un tanque español, cargado de soldados españoles.
-¿Cómo va a ser español? Será americano…
-Será americano… Pero se llama "Belchite".

(fragmento de "De Belchite a la Liberación de París". Cantata del Exilio, interpretada por Quintín Cabrera)




Son las 21:22 horas de la noche del 24 de Agosto de 1944. Los aliados acaban de llegar a Paris, entrando sigilosamente en la ciudad por la Porte d’Italie. La gente, superado el miedo a que sean alemanes, empieza a llegar, lo invade todo, grita, impide el despliegue de los soldados… 

Vivas, aplausos, aclamaciones….Se escucha La Marsellesa. El buen vino francés se derrama sobre las cabezas de los soldados a manera de bautismo pagano.  

Los hombres abrazan a los soldados, las mujeres se los comen a besos y les reparten flores, cientos de flores que caen dentro de los vehículos militares. Éstos llevan pintada la bandera tricolor de la República Española y en sus frontales pueden leerse nombres como “Teruel”, “Ebro”, “Madrid”, “Brunete”… 

Las campanas de París comienzan a sonar. Primero aisladas, luego, docenas de ellas, logran acallar cualquier otro sonido. Para sorpresa de todos, los primeros libertadores de París no hablan muy bien francés ni inglés,  pues son  mayoritariamente republicanos españoles. Pertenecen a la División Leclerc, concretamente a la Novena Compañía del Regimiento de Marcha del Chad, una unidad ya famosa  por su nombre en español, “La Nueve”. 

En uno de los blindados va un ex novillero que tenía por apodo taurino Larita II, en honor a un célebre diestro de la época. Pero su verdadero nombre es Martín Bernal, aunque todos le conocen como “Garcés”, por su segundo apellido. Su otro sobrenombre es “El Maño”. 

¿Cómo llega un novillero zaragozano a las puertas del París ocupado?  

La historia de Martín Bernal debió empezar en 1914 ó 1915, cuando nació en La Cartuja, hoy barrio de Zaragoza pero por entonces sólo un pequeño conjunto de casas y granjas en torno a un  viejo monasterio. Los Bernal eran siete hermanos y, desde muy jóvenes, vivieron inmersos en la tradición anarquista del sur de Zaragoza 

La capital aragonesa era, por aquellos años, un feudo de la CNT. Y en las zonas del sur de la ciudad, la central anarquista tenía a sus militantes más fieles. Bernal creció queriendo ser torero, practicando verónicas y estocadas imaginarias en las eras de La Cartuja y empapándose de la cultura anarquista.  

“Garcés” llegó a ser novillero, pero la historia truncó su aspiración de  ser matador de toros: en 1936 estalló la guerra y los Bernal en pleno salieron de Zaragoza para unirse a las milicias republicanas. Martín tendría entonces 17 ó 18 años, y cambió la muleta por el fusil para recorrerse todos los frentes del país. Primero, en las milicias y, luego, en el Ejército republicano. Tres años que hicieron del joven un luchador encallecido.  

Al fin de la guerra las tropas de Franco le apresaron, junto a los restos del Ejército republicano, y le llevaron a un campo de concentración cercano al monasterio de Portaceli, a pocos kilómetros de Liria, en la provincia de Valencia. No le resultó difícil escapar del lugar y, tras dos meses de caminatas, evitando las ciudades,  alcanzó los Pirineos y cruzó a Francia. 

Sentado, primero a la izda., Martín Bernal. Rutas Cervantes
Una vez en el país vecino, en el departamento de los Altos Pirineos, los gendarmes le detuvieron y le internaron en un campo de concentración, junto a otros republicanos que huían de Franco. Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, a comienzos de 1940 las autoridades francesas le dieron a elegir entre alistarse en la Legión Extranjera o ser deportado a España. El propio Bernal lo cuenta así: “Al principio creímos que era una medida de presión, pero cuando nos montaron en un camión en dirección a Canfranc, nos empezamos a poner nerviosos. Y comprendimos que la cosa iba en serio cuando vimos asomar los tricornios de los civiles”. 

Así, a la fuerza ahorcan, Bernal entró, como otros republicanos, en la Legión Extranjera y embarcó rumbo al África Central terminando de curtirse en las selvas senegalesas hasta 1942. En esa fecha participó en la Campaña de Túnez, uno de los episodios más destacados de la contienda en el África francesa. El 9 de mayo de 1943, luchando contra el Afrika Korps,  fue herido por primera vez en su larga vida de soldado y el gobierno galo le concedió la Medalla Colonial de la República Francesa, una de las distinciones militares más preciadas.  

A mediados de 1943, Bernal se enroló en la Segunda División Acorazada que estaba formando el general Leclerc para atacar la Francia ocupada. Para ello hubo de desertar de la Legión Extranjera, leal a Vichy.  

Tras una penosa travesía, la División Leclerc llegó a Inglaterra en la primavera de 1944, donde Bernal y otros muchos  españoles formaron la 9ª Compañía del Tercer Regimiento. El paisaje inglés, los "pubs", la hospitalidad de los británicos, el inagotable avituallamiento de provisiones estadounidenses son novedades absolutas para los españoles. Serán sus mejores días desde que salieron de España. 

El 1 de agosto Bernal y la Nueve desembarcaron en las playas de Normandía, casi dos meses después que los estadounidenses. La de Leclerc fue la única división francesa que participó en la famosa operación bélica, ya que  el alto mando aliado le había asignado misiones de apoyo. 

La Novena tuvo su primera prueba de fuego en la liberación del pueblo normando de Ecouché, el 16 de agosto de 1944: su fama se estaba extendiendo en la Francia que entreabría los ojos tras las tinieblas del nazismo.  

El 19 de agosto, la Novena se convirtió en una de las puntas de lanza de la División Leclerc en su avance hacia la capital, París. El 24 por la mañana, desobedeciendo las instrucciones del alto mando aliado, Leclerc  ordenó al capitán Dronne, bajo cuya responsabilidad estaba la Novena, que avanzara con sus hombres hacia París a toda costa. Mientras Bernal y sus compañeros se dirigían a la Puerta de Italia de la capital, una avioneta sobrevoló sus calles diseminando millares de octavillas con el texto: “Tenez bon. Nous arrivons. Leclerc” (“Resistid, que ya llegamos. Leclerc”). 

Bernal destacó, en los días siguientes, en los combates callejeros para terminar con la resistencia alemana, y así se reflejó en numerosos informes. Al mando de la 2ª Sección, compuesta por el “Belchite”, el “Ebro”, el “Teruel”y el “Libération” será el único español citado en París en la Orden del Cuerpo de Ejército: “Suboficial de una alta valía militar y moral. Posee tanto valor en el fuego como sentido de la responsabilidad en la retaguardia. Ha sido citado varias veces. Actuando como subjefe de sección, el 25 de agosto, en París, se hizo cargo de la misma cuando su jefe fue gravemente herido, mandándola con notable autoridad”.También ha quedado escrito en muchos libros que Bernal y sus compañeros se ganaron las simpatías de los parisinos. Eran “les Espagnols de Leclerc”, unos héroes. 

El honor de escoltar el cortejo del general De Gaulle por los Campos Elíseos, correspondió a "La Nueve" por haber sido la primera en entrar en la capital de Francia. Las imágenes de los españoles rindiendo honores o controlando a la multitud desde los half-tracks llevando los colores de la bandera republicana española serán algunos de los iconos característicos de la leyenda de “La Nueve”. 

Pero la guerra continuaba…Tras unos días de descanso en el Bois de Boulogne, convertido en campamento militar donde los españoles recibieron la visita de otros compatriotas exiliados, los blindados de la Nueve se pusieron en marcha hacia Alsacia. El 23 de noviembre la Nueve tomó la capital, Estrasburgo. 

Los españoles cruzaron el Rin y se internaron en suelo alemán. Para entonces Martín Bernal había sido de nuevo condecorado con la Croix de Guerre. Estancados por el frío invierno en su avance hacia Munich -con temperaturas de -22º-, la compañía sufre 50 bajas por el frío y las bombas. 

El 5 de Mayo de 1945 la Nueve realiza su última acción de guerra: la conquista del Nido del Águila, residencia de Adolf Hitler en Berchtesgaden (Alpes de Baviera) junto a la Compañía Easy de la 101ª División Aerotransportada de Estados Unidos. 

De los 144 españoles que había en La Nueve cuando desembarcaron en Utah Beach, apenas 20 seguían con vida. Martín Bernal, aunque con una herida que le obligó a usar bastón, consiguió sobrevivir. 

Los republicanos españoles de la Nueve contribuyeron a escribir una gran página de la historia con su valor y su sangre, ignorada y menospreciada por los historiadores franceses, a los que no les interesaba recordar  que gran parte de sus compatriotas habían colaborado con los nazis durante la ocupación y que incluso la famosa Resistencia fue en sus orígenes cosa de rojos, de rojos españoles concretamente. Todo un menoscabo a su “grandeur”. 

Tampoco les interesó airearlo a las potencias occidentales. Con la guerra terminada, los aliados prefirieron proteger la dictadura franquista de toda agitación social, cuando ya se anunciaba la tensión con el bloque comunista y el comienzo de la guerra fría. El régimen del dictador Franco fue el único fascismo europeo que  se mantuvo en el poder con la bendición del mando aliado.

La mayoría de los hombres que componían La Nueve tenía menos de 20 años cuando en 1936 cogieron las armas por primera vez para defender la Republica Española. Los supervivientes no las abandonarían hasta ocho años después.

Derrotados en España, prosiguieron en Francia la lucha armada contra el fascismo y el nazismo -aliados de Franco en la Guerra Civil-, con la esperanza de que una vez terminada la Guerra Mundial caería también la dictadura franquista.

No tenían oficio ni formación profesional. Lo único que sabían era combatir. Su jefe, el capitán Dronne, les admiraba. Para él, que sabía que muchos de ellos eran antimilitaristas, eran luchadores de la libertad con un extraordinario valor que no cedían jamás un palmo del terreno conquistado.

Túnez, Normandía, París, Alsacia, Berchtesgaden… los hombres de La Nueve jalonaron su itinerario con las tumbas de sus muertos. En todas ellas enterraron también una pequeña bandera republicana.

Hubo que esperar a agosto del 2004 para que la ciudad de París realizara un homenaje adecuado a los españoles de la División Leclerc que tanto habían contribuido a su liberación del yugo nazi  sesenta años antes. Para tal efecto se desveló una placa conmemorativa junto al río Sena en el Quai Henri IV.

En mi opinión, poca cosa para el reconocimiento que Francia les debe.

Ágora
Esta entrada constituye mi humilde reconocimiento, mi rendida admiración…una forma de darles las gracias a todos ellos.

Y, en especial, a mi paisano: Martín Bernal, “Garcés”.

“El Maño”.

Uno de los héroes de La Nueve.






NOTA: Todas las imágenes de la entrada, excepto las que tienen leyenda, están tomadas de la revista Tiempo de Historia nº 3 (ver fuentes documentales)

Fuentes documentales


Bibliografía


CELAYA, D. Republicanos aragoneses en la Segunda Guerra Mundial. Una historia de exilio, trabajo y lucha (1939-1945). Prensas Universitarias/Rolde, Zaragoza, 2010. 
MESQUIDA, E. La nueve. Los españoles que liberaron París. Ediciones B, Barcelona, 2008. 
PONS PRADES, E. Republicanos españoles en la Segunda Guerra Mundial. La Esfera de los Libros, Madrid, 2003. 
SERRANO, S. La última gesta. Los republicanos que vencieron a Hitler (1939-1945). Ediciones El País, Barcelona, 2006. 

Revistas digitales 

DRONNE, R. «Una compañía española en la batalla de Francia y de Alemania». Tiempo de Historia, nº 85, pp. 14-29 (1981). 
PONS PRADES, E. «Republicanos españoles en la liberación de París». Tiempo de Historia, nº 3, pp. 4-24 (1975). 

Prensa digital 

- Ces Espagnols ont libéré Paris. F. Cariès. La Depêche, 23-08-2004.
- París homenajea a los republicanos españoles que participaron en su liberación del yugo nazi. El País, 24-08-2004. 

Webgrafía 

- Martín Bernal y los republicanos aragoneses en la II Guerra Mundial. Asociación de Vecinos de La Paz, Zaragoza.
- París bien vale una jota. Martín Bernal y los aragoneses que lucharon en Francia. Compañía Histórica 2éme. DB: “La Nueve”
- La Nueve. Memoria y recreación de la 9ª compañía del Regimiento de Marcha del Chad. Asociación histórico-cultural Los Cosacos de la Nueve.
- La Nueve. Una compañía de soldados españoles es la primera en liberar París. Rutas Cervantes 

Material audiovisual 

- La Nueve, los olvidados de la victoria. YouTube