En pocas ocasiones, encontramos una justificación explícita tan inequívoca en defensa del empleo de la violencia que en boca del propio padre del falangismo, José Antonio Primo de Rivera. Esta frase nos ayuda a penetrar en las profundas motivaciones que llevaron a Falange a asumir el papel más relevante en el programa represivo implantado por el régimen franquista. Aunque hubo varios grupos culpables de los asesinatos, militares, guardias de asalto, guardias civiles, requetés y otros, la imagen grabada en el recuerdo de muchos supervivientes y parientes de fusilados es la de un pelotón de falangistas, de “camisas azules”, dirigidos siempre por un mando de la guardia civil.
No deja uno de preguntarse las razones de tanta inquina, tanta rabia y tanto odio. El encarcelamiento y en muchos casos, el asesinato de los líderes falangistas en los primeros momentos de la sublevación, pudieran dar la clave de estas conductas tan agresivas y exaltadas, abonadas con la exaltación del martirologio. Pero parecería que tales comportamientos deberían haber cesado una vez satisfecha su ansia justiciera al fusilar arbitrariamente a los principales responsables del Frente Popular y demás relevantes opositores políticos de izquierdas.
¿Qué sentido tuvo pues la inmensa masa de miles de asesinados por estos matarifes fascistas, integrada por modestísimos obreros, jornaleros y personas con escasa significación en el organigrama republicano, como fueron mi abuelo y sus compañeros? ¿Cómo entender los recovecos psicológicos de una organización que se nutría de jóvenes de clase media urbana, -burócratas oportunistas, trepas, universitarios-, e hijos de terratenientes o grandes propietarios de los distintos pueblos, educados en las “buenas formas”? ¿Cómo justificar un “trabajo” policial que, aparte de la posibilidad de lucimiento de uniformes y pistolas, sólo les reportaba unos ingresos muy bajos con unos horarios desmedidos que implicaban largas caminatas, detenciones, apaleamientos, indagaciones e interrogatorios?
La explicación hay que buscarla en el calculado plan de exterminio que los sublevados tenían previsto desde el principio. Había que instaurar un régimen de terror indiscriminado para evitar que el enemigo pudiera organizar la resistencia. Para la realización de una limpieza exhaustiva, esos contingentes armados que procedían de otras localidades, necesitaban la colaboración de los “caciques” locales, grandes arrendatarios o, en definitiva, de aquellos que hubieran sufrido amenazas a su poder durante la etapa republicana y estuvieran dispuestos a solventar definitivamente antiguos litigios, bien mediante el apoyo declarado a las nuevas autoridades, bien manchándose las manos. Sus denuncias y testimonios fueron determinantes para la ejecución o no de los desafectos.
El procedimiento empleado por los ejecutores consistía en detener, trasladar y fusilar a los detenidos en las tapias del cementerio municipal, sirviendo así de ejemplo al resto de la comunidad. En la mayoría de los casos los fusilamientos no se realizaron en los propios pueblos, asegurando así el anonimato de los verdugos, desarmando las posibilidades de reacción de las familias, extendiendo el miedo a los pueblos receptores y alargando la angustia y el desconcierto de las víctimas. Además esto ocasionó que muchas familias todavía hoy, 73 años después, desconozcan la fecha y el lugar exacto de la muerte. Los nuestros fueron inscritos así: “Cuatro desconocidos hallados muertos en los cabezos, enterrados en lo que fue cementerio civil”.
Mi abuelo y sus compañeros fueron asesinados en la primera etapa de la represión, la más salvaje, que abarca los meses de julio a diciembre de 1936. En apenas 6 meses se consumó el 82% de las muertes, escalofriante porcentaje que habla por sí solo de las intenciones fascistas exterminadoras de sus responsables, quienes vieron en la rapidez de las ejecuciones la única posibilidad de victoria sobre una retaguardia hostil en gran medida.
Una vez que la sociedad rural estuvo oportunamente pacificada, los pueblos como Torrellas volvieron a quedar al “cuidado” de las dos fuentes tradicionales de poder y represión de la protesta campesina, la guardia civil y los caciques, sin olvidarnos del omnímodo poder de los curas locales para quienes empezaba una época dorada.
Todo volvía a estar como debía, gracias a Dios y al Generalísimo.
Quiero citar las fuentes de las que he tomado frases textuales. Pertenecen a la estupenda página web “La Memoria de los Nuestros”, dedicada a los guerrilleros, maquis y víctimas en general de la represión franquista. Y también a mis dos “libros de cabecera” que me están ayudando a entender las causas de lo que llevo escribiendo en este blog. Se trata de El Asalto a la República. Los orígenes del franquismo en Zaragoza, de Julia Cifuentes y Pilar Maluenda, y de Los Años Silenciados. La II república en la Comarca de Tarazona y el Moncayo (1931-1936), de Roberto Ceamanos.
Esto saldra en la pagina al pulsar leer mas
Ya sabes Dan que este pais es muy propio a poner en practica el viejo dicho de "muerto el perro se acabo la rabia",un saludo y sigue adalante.
ResponderEliminar"Todo volvía a estar como debía, gracias a Dios y al Generalísimo."
ResponderEliminarMaldita frase donde las haya, que oculta terror,dolor sufrimiento sin limites, asesinatos, torturas, represion y una ausencia total de libertades durante demasiado tiempo.
Amigo, no solo se reprimio brutalmente al pueblo durante los primeros meses del golpe de estado, mi abuelo fue asesinado en el 43, de la misma manera que lo hacian en el 35: llamada en la madrugada, camion y.......hasta hoy.
Un abrazo
Es un accionar típico yo diría de esos "matarifes del horror" que no dudes que después limpiaban todas sus culpas con una rápida confesión y la absolución inmediata.
ResponderEliminarEl sistema es del terror indiscriminado, a sabiendas que se está matando no ya a un militante armado o "peligroso" sino a un pobre campesino para dejar un clima de terror que inmovilice y acobarde a todos.
Esa sensación de falta absoluta de no ya justicia sino de razocinio hace que la gente se quede muda y quieta, que no haga nada poruqe en realidad no sabe que es lo que puede volver a despertar en esas fieras su nueva ira y hasta donde pueden volver a llegar. Sus reacciones son ilimitadas, su venganza y accionar imprevisible así que mejor no hacer absolutamente nada, por las dudas.
Ese es el objetivo que sea tan brutal y desmedida la respuesta que entonces uno hace menos de lo que hubiera hecho ante un estado de derecho o ante una justicia entendible, pero como todo se vuelve surrealista e incomprensible es tanto el temor que mejor no hacer absolutamente nada.
No fueron los primeros ni tampoco los últimos pero no dudo que fueron muy pero muy hijos de puta.
Abrazo fraterno
En ese sentido, el contexto histórico encuadra mucho más esta barbarie. Los ejemplos italianos y alemanes, la estrecha conexión entre estos países esgrimen , en cierta medida, la desmedida de los métodos usados.
ResponderEliminarY también hay esa reacción, me da miedo decir aún presente, de esa derecha del s. XIX que asiste, tras el fallido sistema de la Restauración y la dictadura de primo de rivera, a la llegada del pueblo al poder, a una democratización que pone límites ( no tantos, eso sí ) a sus ilimitados privilegios...
Un abrazo.
Severino, la rabia la tenían ellos, eran perros rabiosos cumpliendo las órdenes de sus amos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Navegante, hubo asesinatos hasta mucho después de que mataran a tu abuelo pero mucho más espaciados... No por compasión, ni porque les entrara el arrepentimiento...Simplemente porque cada vez quedaban menos que matar.
Un abrazo fratermo, amigo.
Lux, el hijoputismo no conoce fronteras. Aquí, en tu país y en prácticamente todos los países del mundo donde ha habido y hay dictaduras han seguido patrones parecidos, con el terror indiscriminado y paralizante como principal herramienta. Han debido aprender todos en la misma escuela. Pero como dices, tienen a Dios (al que sea) de su lado, que les perdona todo con una pequeña penitencia (o sin ella).
Un fuerte abrazo, Lux. Sé que lo que escribo te remueve muchas cosas.
Noel, a esa derecha ultramontana heredera del carlismo y del caciquismo más reaccionario del S. XIX, quiso domesticarla la República con leyes que tuvieron que tragarse como sapos. (Qué le voy a contar yo a un especialista en historia como tú). Pero hubo poco tiempo, y muchos de los avances ya se los cargaron en la etapa más derechista de la misma República.Creo que tenemos la peor derecha de Europa, la más cerril, la más peligrosa.
Un abrazo.
Gracias " daalla",compañero...si me autorizas(¿?) articulo un enlace drecto desde mi (modesto) blog hacia para con este tuyo:Ya me diras.
ResponderEliminarSaludos
Juan José, no tengo que autorizarte nada. Estoy encantado de haber encontrado a otro compañero.
ResponderEliminarUn abrazo.
Te cuento una pequeña anécdota: mi abuela falleció hace siete años. Unos meses antes de morir perdió gran parte de su lucidez. Una noche estaba con ella charlando, y yo estaba sentada cerca de la ventana. De repente ella, evidentemente asustada, empezó a susurrar rogándome que me alejara de la ventana, que no hablara de más, que "ellos" estaban escuchando. "Ellos", más adelante conseguí que me explicara su temor, eran los militares. En su confusión creyó regresar a la época de la dictadura y estaba convencida de que los policías (así me dijo) se escondían debajo de la ventana para escuchar lo que decíamos. El terror sirve. Los que son peligrosos para el gobierno, son asesinados. Los que no son considerados peligrosos (por el momento), son sometidos mediante el terror.
ResponderEliminarBesos.
Así es, Marcela. Eso es lo que tiene el miedo, que tienes miedo hasta de pensar porque crees que hasta tus pensamientos son transparentes para "ellos". Mi abuela también procuraba que hablásemos siempre en voz baja y mirando a todos lados, aunque estuviésemos solos.
ResponderEliminarUn abrazo.
no conocia tu blog pero me he quedado realmente impresionado muy buen blog , y muy buena informacion te seguire mas amenudo
ResponderEliminarun saludo
Gracias por tus palabras, Anarko. Bienvenido.
ResponderEliminarUn saludo.
Mi padre evitaba cualquier comentario sobre política incluso en casa. Cuando el era niño su padre fue detenido y encarcelado porque al pasar por su puerta los camiones de las tropas republicanas los saludaba con el puño en alto.
ResponderEliminarPor éso y porque un día viajando en el tren oyó un comentario "Dicen que los rojos les ponen a las mujeres un hierro candente y les graban las palabras UHP" (Uníos Hermanos Proletarios), y mi abuelo dijo como para sí mismo pero alto "Si éso se lo hicieran en la lengua a todo el que dice tales barvaridades otro gallo cantaría".
No llevaba ni 200 m recorridos después de bajarse del tren cuando lo detuvieron. Afortunadamente alguién influyente medió por él y a los dos días lo soltaron. En otra ocasión te hablaré de esta persona influyente.
Un abrazo
Tu abuelo tuvo más suerte que el mío y sus compañeros , que fueron denunciados por personas influyentes, "de reconocida solvencia" en el pueblo. También yo contaré algún día quiénes eran, el día que lo averigüe.
ResponderEliminarUn abrazo, Verdial.
(Siempre hay salida, ¿verdad?)
Es escalofriante que se planificaran esta serie de asesinatos masivos. Casi se diría un holocausto perpetrado en lugares abiertos y no en recientos cerrados, pero con el mismo objetivo. Con razón dicen que las peores guerras son las civiles. Muy interesante el análisis que has hecho hoy. Un abrazo.
ResponderEliminarIsabel, si no hubieran existido poco después los campos de exterminio nazis, hoy se estaría hablando en el mundo sobre el holocausto español, pues eso es lo que realmente fue.
ResponderEliminarUn abrazo.