“Nosotros, los liberales, estábamos convencidos de que ganaríamos las elecciones. Sin embargo, la voluntad de Dios ha sido otra. Al parecer, hemos sido nosotros, los conservadores, quienes hemos ganado las elecciones.”
Estas palabras fueron pronunciadas, según se dice, por un cacique andaluz tras hojear los resultados de las elecciones y anunciarlas a sus expectantes correligionarios. Tanto si la anécdota resultó cierta como si no, ilustra perfectamente lo que la oligarquía terrateniente venía haciendo en España para aprovecharse de un sistema político corrupto que alternaba en el poder unas veces al Partido Conservador y otras al Liberal.
La proclamación de la República y las transformaciones de orden democrático que llevó anejas quedaron reflejadas en aspectos como la participación plena de tendencias políticas hasta entonces marginadas como los partidos republicanos y el socialismo, y el establecimiento de una legislación electoral más justa y participativa. Aunque nunca desapareció del todo, el sistema caciquil de los terratenientes agrarios tuvo que transformarse para organizarse en defensa de sus intereses a través de partidos capaces de competir en la nueva situación.
Desde que la Constitución se promulga y aparece la posibilidad de que se vote una ley de reforma agraria, el objetivo esencial y primario de la derecha española es impedir que ese proyecto llegue a ser ley; y si llega, impedir que se aplique.
El 70% de la población se encontraba en el medio rural, la mayoría en condiciones penosas, con hambrunas periódicas entre cosecha y cosecha. Dos tercios de la tierra estaban en manos de grandes y medianos propietarios. En la mitad sur el 75% de la población tenía el 4,7% de la tierra mientras el 2% poseía el 70%. Los que las explotaban, pues el 38% de la tierra cultivable permanecía sin cultivar, lo hacían con mano de obra jornalera, con sueldos de miseria de dos o tres pesetas diarias. En el mejor de los casos los jornaleros de Andalucía y Extremadura estaban en paro de 90 a 150 días al año. La posición de la agricultura en la economía nacional era decisiva. Aportaba el 50% de la renta nacional y constituía 2/3 de las exportaciones. Los métodos de explotación eran muy primitivos y la existencia de una gran población jornalera hacía que los terratenientes obviasen la introducción de maquinaria moderna.
Para la derecha, cualquier posibilidad por pequeña que fuese, de cambiar las relaciones de producción en el campo, de poner en entredicho una posición de privilegio que nadie había querido o podido amenazar hasta entonces, era un peligro que había que evitar por cualquier medio, incluida, claro está, la violencia. De ahí que torpedeasen continuamente todo tipo de reformas.
La estrategia estaba clara: dificultar el proceso en virtud de una doble acción conjugada (la táctica de la tenaza): por una parte retrasando legalmente el proceso, oponiéndole la infinidad de los plazos y recursos legales que le proporcionaba la legislación republicana, y por otra enfrentando a los campesinos con la República, lógicamente descontentos y defraudados ante la frustración de las expectativas que había generado desde los primeros momentos la prometida reforma agraria, tan difundida por los políticos republicanos. Cuando el descontento se “pasaba de la raya”, ocasionando huelgas u ocupaciones de tierras, entraba en acción la Guardia Civil, una policía armada rural creada con el fin de luchar contra el bandolerismo en el campo pero que en la práctica era la encargada de defender los latifundios y los intereses de los terratenientes frente a los braceros, jornaleros y arrendatarios de las tierras.
Las elecciones de 1933, en las que mi abuelo Feliciano Lapuente salió elegido concejal del Ayuntamiento de Torrellas por el Partido Socialista, fueron más que un simple combate parlamentario. La oligarquía terrateniente sabía lo que estaba en juego. En centenares de aldeas y pueblos las elecciones fueron libres sólo formalmente. Los campesinos analfabetos (el 65 % de los españoles no sabían leer ni escribir) fueron informados de que si el candidato del terrateniente no ganaba perderían su trabajo y amenazando a los arrendatarios con arrojarles de la explotación de la tierra si sacaban adelante la Ley de la Reforma Agraria.
Una cosa era legislar desde el Parlamento, en un Madrid muy lejano, y otra muy distinta, llevar a cabo las reformas en la realidad de pequeños pueblos como Torrellas y otros de la comarca. Mi abuelo y otros militantes socialistas lucharon a brazo partido para hacer que se cumpliera la Ley de Términos Municipales y la de Jornada Máxima que establecían, respectivamente, la obligatoriedad de contratar a los jornaleros de la localidad y una jornada laboral de ocho horas, remunerando mejor las horas extraordinarias que superasen dicho horario. El excelente funcionamiento de la Bolsa de Trabajo de Torrellas evidencia que sus desvelos se vieron recompensados.
La lentitud y el poco éxito de la reforma agraria en la etapa republicana empezaron a cambiar con el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936. Pero ya la suerte estaba echada. A partir de julio, con el golpe fascista, la Guardia Civil y los grupos paramilitares como la Falange, nutridos en parte con los hijos de los terratenientes, comenzaron su particular y más deseado trabajo en los campos. La siega de cientos, de miles de espigas humanas preñadas de esperanza.
Fue el fin del sueño para los que nada tenían. Fueron Quijotes luchando contra molinos demasiado poderosos.
Pero aquello no fue una derrota.
Sólo se pierden las luchas que no se empiezan.
Dedicado a mi amigo Francisco, alias Lux Aeterna, por su apoyo y su solidaridad con la temática de este blog y por las similitudes, salvando las naturales diferencias, con la situación de la agricultura en su país, Argentina, necesitado también de una Reforma Agraria justa.
(*) Muchos guardias civiles, en honor a la verdad, se mantuvieron fieles a la República, dando incluso la vida por sus ideales. Aún no se les ha tributado, que yo sepa, el homenaje que merecen. Por otro lado, la actual Guardia Civil dista mucho de ser el instrumento represivo que fue. Pero fueron, junto con los matarifes falangistas, los autores materiales del asesinato de mi abuelo y de sus compañeros y de los de tantísimos otros como ellos. Eso, ni puedo ni quiero olvidarlo.
(**) El grabado se titula “¡Para que levanten el puño…!”. Pertenece a la colección Atila en Galicia, realizado por Alfonso Castelao en 1937.
Estas palabras fueron pronunciadas, según se dice, por un cacique andaluz tras hojear los resultados de las elecciones y anunciarlas a sus expectantes correligionarios. Tanto si la anécdota resultó cierta como si no, ilustra perfectamente lo que la oligarquía terrateniente venía haciendo en España para aprovecharse de un sistema político corrupto que alternaba en el poder unas veces al Partido Conservador y otras al Liberal.
La proclamación de la República y las transformaciones de orden democrático que llevó anejas quedaron reflejadas en aspectos como la participación plena de tendencias políticas hasta entonces marginadas como los partidos republicanos y el socialismo, y el establecimiento de una legislación electoral más justa y participativa. Aunque nunca desapareció del todo, el sistema caciquil de los terratenientes agrarios tuvo que transformarse para organizarse en defensa de sus intereses a través de partidos capaces de competir en la nueva situación.
Desde que la Constitución se promulga y aparece la posibilidad de que se vote una ley de reforma agraria, el objetivo esencial y primario de la derecha española es impedir que ese proyecto llegue a ser ley; y si llega, impedir que se aplique.
El 70% de la población se encontraba en el medio rural, la mayoría en condiciones penosas, con hambrunas periódicas entre cosecha y cosecha. Dos tercios de la tierra estaban en manos de grandes y medianos propietarios. En la mitad sur el 75% de la población tenía el 4,7% de la tierra mientras el 2% poseía el 70%. Los que las explotaban, pues el 38% de la tierra cultivable permanecía sin cultivar, lo hacían con mano de obra jornalera, con sueldos de miseria de dos o tres pesetas diarias. En el mejor de los casos los jornaleros de Andalucía y Extremadura estaban en paro de 90 a 150 días al año. La posición de la agricultura en la economía nacional era decisiva. Aportaba el 50% de la renta nacional y constituía 2/3 de las exportaciones. Los métodos de explotación eran muy primitivos y la existencia de una gran población jornalera hacía que los terratenientes obviasen la introducción de maquinaria moderna.
Para la derecha, cualquier posibilidad por pequeña que fuese, de cambiar las relaciones de producción en el campo, de poner en entredicho una posición de privilegio que nadie había querido o podido amenazar hasta entonces, era un peligro que había que evitar por cualquier medio, incluida, claro está, la violencia. De ahí que torpedeasen continuamente todo tipo de reformas.
La estrategia estaba clara: dificultar el proceso en virtud de una doble acción conjugada (la táctica de la tenaza): por una parte retrasando legalmente el proceso, oponiéndole la infinidad de los plazos y recursos legales que le proporcionaba la legislación republicana, y por otra enfrentando a los campesinos con la República, lógicamente descontentos y defraudados ante la frustración de las expectativas que había generado desde los primeros momentos la prometida reforma agraria, tan difundida por los políticos republicanos. Cuando el descontento se “pasaba de la raya”, ocasionando huelgas u ocupaciones de tierras, entraba en acción la Guardia Civil, una policía armada rural creada con el fin de luchar contra el bandolerismo en el campo pero que en la práctica era la encargada de defender los latifundios y los intereses de los terratenientes frente a los braceros, jornaleros y arrendatarios de las tierras.
Las elecciones de 1933, en las que mi abuelo Feliciano Lapuente salió elegido concejal del Ayuntamiento de Torrellas por el Partido Socialista, fueron más que un simple combate parlamentario. La oligarquía terrateniente sabía lo que estaba en juego. En centenares de aldeas y pueblos las elecciones fueron libres sólo formalmente. Los campesinos analfabetos (el 65 % de los españoles no sabían leer ni escribir) fueron informados de que si el candidato del terrateniente no ganaba perderían su trabajo y amenazando a los arrendatarios con arrojarles de la explotación de la tierra si sacaban adelante la Ley de la Reforma Agraria.
Una cosa era legislar desde el Parlamento, en un Madrid muy lejano, y otra muy distinta, llevar a cabo las reformas en la realidad de pequeños pueblos como Torrellas y otros de la comarca. Mi abuelo y otros militantes socialistas lucharon a brazo partido para hacer que se cumpliera la Ley de Términos Municipales y la de Jornada Máxima que establecían, respectivamente, la obligatoriedad de contratar a los jornaleros de la localidad y una jornada laboral de ocho horas, remunerando mejor las horas extraordinarias que superasen dicho horario. El excelente funcionamiento de la Bolsa de Trabajo de Torrellas evidencia que sus desvelos se vieron recompensados.
La lentitud y el poco éxito de la reforma agraria en la etapa republicana empezaron a cambiar con el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936. Pero ya la suerte estaba echada. A partir de julio, con el golpe fascista, la Guardia Civil y los grupos paramilitares como la Falange, nutridos en parte con los hijos de los terratenientes, comenzaron su particular y más deseado trabajo en los campos. La siega de cientos, de miles de espigas humanas preñadas de esperanza.
Fue el fin del sueño para los que nada tenían. Fueron Quijotes luchando contra molinos demasiado poderosos.
Pero aquello no fue una derrota.
Sólo se pierden las luchas que no se empiezan.
Dedicado a mi amigo Francisco, alias Lux Aeterna, por su apoyo y su solidaridad con la temática de este blog y por las similitudes, salvando las naturales diferencias, con la situación de la agricultura en su país, Argentina, necesitado también de una Reforma Agraria justa.
(*) Muchos guardias civiles, en honor a la verdad, se mantuvieron fieles a la República, dando incluso la vida por sus ideales. Aún no se les ha tributado, que yo sepa, el homenaje que merecen. Por otro lado, la actual Guardia Civil dista mucho de ser el instrumento represivo que fue. Pero fueron, junto con los matarifes falangistas, los autores materiales del asesinato de mi abuelo y de sus compañeros y de los de tantísimos otros como ellos. Eso, ni puedo ni quiero olvidarlo.
(**) El grabado se titula “¡Para que levanten el puño…!”. Pertenece a la colección Atila en Galicia, realizado por Alfonso Castelao en 1937.
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Esos terratenientes todavia siguen existiendo,solo nos tenemos que fijar en la nobleza que todavia mantiene privilegios en este pais,no se en donde lei que los familiares del general Mola todavia ostentan un titulo nobiliario que les otorgo Franco y que les fue renovado recientemente, o la casa de Alba,o el famoso Pazo y en cuanto a la Guardia civi aunque afortunadamente no es la misma aun se refugian algunos descerebrados,el ultimo intento de golpe todos sabemos que cuerpo lo dio y aun quedan herederos de aquellas ideas,y debemos de reconeocer que las izquierdas entonces tampoco ayudaron nada a la republica con su desunion, que todavia hoy practican,asi que tu abuelo y sus compañeros de ideas chocaron contra mas molinos de los que se esperaban asi que todavia debemos de reconocer con mas inpetu su sacrificio,y el que siguieran luchando con la que tenian encima,gracias a ellos somos lo que somos,un abrazo.
ResponderEliminarTe puedo asegurar que a dia de hoy el 75% de extremadura pertenece a millonarios castellanos.
ResponderEliminarNo te digo los apellidos de esos "caballeros", por que algunos de ellos son vecinos,"literalmente" mios.
Yo he visto algunas de esas fincas, y no hablo de 4.000 o 5.000 hectarias, te hablo de muchos miles, con sus pantanos, sus cotos, sus trigales, sus maizales, sus montes, sus valles,.
Se podrian construir grandes ciudades con toda el agua necesaria para abastecerlas, en cambio...son disfrutadas por 10 u 11 familias.
Un abrazo
Curiosamente mis alumnos de 2º Bach. alucinan con el sistema de la Restauración que Cánovas y los Borbones idearon...ciertamente la 2ª republica intentó, con más intención que acierto en algunas ocasiones, resolver problemas. La fallida reforma agraria era como, yo que se, cuestionar el papel de Juan carlos en la Transición...hay cosas que, por desgracia, se mantienen...privilegios de poder cuya existencia es muy difícil de hacer desaparecer. Coincido con que muchos guardias civiles son tan inocentes como la guardia de asalto...exaltados en ambos bandos hubo.
ResponderEliminarsaludos.
Querido Daniel, muy completo y muy emocionante como lo vas relatando. Este post me hace nacer un montón de preguntas ya que si bien he ledio sobre esa epoca en España lo tuyo me sirve mucho para entenderlo mejor.
ResponderEliminarLo que si veo que desgraciadamente estamos mucho mas unidos de lo que creia, siempre el mismo enemigo, siempre los mismos intereses.
Te leo y pienso que ese sistema de hambruna constante y sin esperanza de cambio fue una constante durante muchas generaciones, y que gracias a eso fue que muchos miles un día decidieron buscar nuevos horizontes y se embarcaron a estas tierras, aunque mejor dicho nos embarcamos a estas tierras ya que tengo un 75% de sangre andaluza, canaria y vasca y un 25% italiana, pero había algo en común y era el hambre y la desesperación unida a la necesidad de empezar de nuevo de mis antepasados.
El enemigo es el mismo la iglesia ahora apoya a los terratenientes sojeros y a los dueños de pequeñas tierras que también le arriendan a los pools de siembra y se niegan a que les impongan retenciones, todo por la maldita soja que ya lleva ocupado mas del 50% de los campos cultivables y corremos el riesgo de convertirnos en una nación con monocultivo.
Pienso en tu abuelo y en todos los que creyeron que un cambio era posible, estoy seguro que se enorgullecería de saber que tiene un nieto como vos, se ve que llevás la misma sangre, que sos de la misma madera.
Gracias por la mención, y muy cierto el reconocimiento de los Guardias Civiles que se negaron a ser cómplices como tambien muchos de los oficiales de Ejército Español que defendieron al orden constitucional, ustedes tuvieron la suerte que por lo menos una parte de vuestras fuerzas armadas se negaron a ser cóplices, en cambio acá todos unánimemente se unieron a la carnicería que se llevó a 30.000 argentinos.
Daniel te sigo leyendo y es un honor conocerte.
Abrazo fraterno.
Severino, cuando veo la desunión de la izquierda veo que está más o menos como entonces, lo que fue una de las causas de la derrota de la República. Hoy hay muy pocos sindicalistas que merezcan el nombre de tales, muchos insultan a la memoria de mi abuelo y sus compaleros. Pero es lo que hay. Quizá tengamos lo que nos merecemos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Navegante, sé que existen esas tremendas extensiones en manos de una o de muy pocas personas pero se me hace difícil abarcarlas con la imaginación. Hoy como ayer sólo sirven para que cacen los señoritos o para cultivarlas con aquello que nos subvencione la CEE. Me da mucha rabia que siga siendo así.Queda mucho por hacer.
Un abrazo, compañero.
Noel, supongo que tus alumnos alucinarán con el caciquismo. Explícales que todo aquello lo ocasionaba la incultura y la ignorancia amén de la opresión de la iglesia y los terratenientes. Pero era la falta de cultura la principal causa de esa situación. Seguro que tu intentarás que no caigan ellos en el mismo error.
Un abrazo, profe.
Lux, me emociona ver cómo relacionas lo que aquí ocurrió hace tanto tiempo con los orígenes de tu país, porque es verdad lo que dices. Fueron muchos miles los españoles (también de otras nacionalidades) que emigraron a Argentina buscando un futuro que aquí no había, una libertad que se les negaba, un nuevo espacio donde respirar sacudiéndose la odiosa carga del caciquismo y el olor a incienso. No sé si lo conseguirían, porque allí como aquí también existieron y existen las mismas lacras.
Gracias por lo que dices de mi abuelo pero yo sé que no le llego ni a la altura de los zapatos. Aún así espero poder llegar un día a ser mímimamente digno de él. Aquí decimos "el que a los suyos parece, honra merece".
Un abrazo, amigo.
Una historia tan real como emocionante, con datos precisos que ayudan a entender esa realidad. Al final, los molinos vencieron a los quijotes, pero hay algo que no nos podrán quitar: LA RAZÓN. Suficiente para estar orgullosos de esa gente que se dejó la vida defendiendo nuestro orden constitucional e intentando hacer un mundo mejor.
ResponderEliminarHoy, es una obligación moral conservarlos en nuestra memoria.
Salud y República
Rafael, quizá sea esa la explicación de la simpatía que despierta don Quijote. No estaba loco, tan sólo luchaba contra los molinos de la sinrazón como los que cayeron defendiendo a la República.Nadie tan cuerdo como ellos. En cuanto al orgullo, es tanto que mana,desbordante, de nuestro pecho.
ResponderEliminarSalud y República.
Parecería que la historia de abuso de los poderosos sobre los débiles no hubiera de acabar nunca. Hace poco, en mi entrada sobre el asesinato de Julio César, ya señalaba yo en un comentario que fue asesinado para impedir que llevara adelante la reforma agraría que suponía la distribución de tierras públicas a los ciudadanos romanos pobres. Pero claro, 90 años antes ya habían asesinado a los hermanos Graco porque fueron sus primeros impulsores... Es terrible cómo perdura la explotación.
ResponderEliminarQuerída decirte que en mi blog he puesto un enlace a un artículo escrito por mi hijo. Se llama "La actitud de Aquiles" y creo que te gustará, porque está estrechamente relacionado ( fue escrito para eso, aunque de manera muy sutil) con el tema de las fosas de la guerra civil. A veces es preciso remontarnos muy atrás en el tiempo para poder ver y comprender mejor los conflictos sociales. Un cordial saludo.
Qué tontería, te pongo la dirección aquí, por si te resulta más cómodo.
ResponderEliminarhttp://justoserna.wordpress.com/2009/03/31/la-actitud-de-aquiles/#comments
Gracias Isabel, por hacerme remontar al pasado clásico para intentar comprender el presente. Pero compruebo con desaliento que poco o nadahan cambiado las cosas y que parecemos eternamente condenados a repetir la historia, tropezando una y mil veces en la misma piedra.
ResponderEliminargracias también por la recomendación. Ya he pasado por allí y me ha encantado.Espero ser asíduo también.
Y este tema sí que se repite en la historia. Acá, en la Argentina, lo leemos de tapa en los diarios todas las semanas.
ResponderEliminarLa tierra siempre fue sinónimo de poder y como todo poder, se usó para someter y explotar a los pobres.
Excelentes tus letras. Un beso grande.
Completamente de acuerdo, Marcela. La distribución de la tierra o más bien, su mala distribución, ha sido y es el germen de la gran mayoría de los conflictos sociales, pasados y presentes.
ResponderEliminarOtro beso para ti.
Esta entrada y la anterior dan una clara idea de lo poco que se ha cambiado. Tal vez haya habido momentos en que la visión de algo nuevo nos deslumbrara, pero al final la luz de apaga y borra el espejismo.
ResponderEliminarSe puede decir que son otros perros los que llevan el mismo collar.
El afán de poder de la iglesia sigue claramente vigente, intentando por todos los medios, además de situarse al lado del más poderoso, influir en sus decisiones.
No hay ejemplo más reciente que las manifestaciones hechas por los obispos en contra de la Memoria Histórica, publicamente y mayoritariamente a través su su emisora La Cope.
Y lo mismo tal cual dices sobre los terratenientes, que siguen existiendo, abusando del que trabaja sus tierras y disbrutándolas ellos como bien dices en cacerías.
Me desmoralizo, porque veo lo blanco es negro, y que no hemos cambiado casi nada.
Un abrazo