30 agosto 2009

Represión fascista en Aragón (II). Uncastillo: el reinado del terror.

Jesús Pueyo, tras los visillos, espera tras una larga lucha y muchos desengaños, una verdadera Ley de la Memoria Histórica, capaz de conseguir Dignidad, Verdad, Justicia, Reparación y Reconocimiento para las víctimas del franquismo. (*)


“La espera se hace larga y amarga… pero seguiré trabajando por mi padre, mis familiares y mis vecinos de Uncastillo. Ellos no se merecen el olvido ni el silencio”.
Jesús Pueyo Maisterra


Hace 3 días que el ejército de África se ha sublevado contra la República, pero Jesús Pueyo, un chaval de 14 años que vuelve a su pueblo, Uncastillo, en la provincia de Zaragoza, con un mulo cargado de leña, aún no lo sabe.
Vista panorámica de Uncastillo. Postal de 1958. (*)
La vida ya es demasiado dura y exigente como para preocuparse de algo que ocurre tan lejos. De pronto, al llegar a la carretera, unos camiones a los que precede un coche se detienen junto a él. Descienden de ellos varios hombres malencarados, vestidos unos con camisas azules y otros tocados con la boina de los requetés. A gritos, le exigen que grite “¡Arriba España!” y que salude convenientemente.


Jesús sólo conoce un saludo, así que levanta su puño en alto. Airados, los hombres comienzan a propinarle golpes y culatazos con sus mosquetones. Algunos lo arrastran hacia la cuneta para fusilarle. Cuando están a punto de disparar, uno de ellos, que parece más joven, le pregunta la edad. El mes que viene cumplirá los 15, responde. Entonces el joven que le ha preguntado, dirigiéndose a los demás les dice “¡Qué sabrá el chaval de estas cosas!” Y sin darles tiempo a reaccionar, manda a Jesús a su casa, no sin antes advertirle que no cuente nada de esto a nadie. Nunca supo quién le había salvado la vida.

Niños republicanos españoles saludan puño en alto a su llegada a Morelia, en México. Imagen tomada de la web Vamos a contar mentiras
Pero el calvario de Jesús, de su familia y del pueblo de Uncastillo apenas ha comenzado. Cuando llega a su casa le dicen que han fusilado ya a dos personas. El miedo se ha extendido por Uncastillo. Muchos vecinos están en el campo segando. Eso les salva la vida. Otros, que regresan pensando que no hay de qué preocuparse, son fusilados tal como van llegando.

Uncastillo. Plaza del Mercado. (*)
A partir de entonces, raro es el día en que no fusilan a alguien. El 31 de julio fusilan a una tía de Jesús; su tío y sus primos, dos de las cuales, Rosario y Lourdes han bordado una bandera republicana para el partido socialista, huyen al monte. Pero al llegar a las Peñas de Santo Domingo los falangistas y requetés les alcanzan. Allí mismo violan a las chicas y después las matan quemando sus cadáveres para no dejar huellas de su crimen. Su primo y su tío logran salvarse, aunque el primero morirá al poco tiempo de pena y de dolor. Su primo logra pasar a zona republicana, y luchar en el frente.

Imagen de las Juventudes Socialistas de Uncastillo, el 25 de mayo de 1935. En el centro, con corbata, Mariano Malón, primo de Jesús Pueyo. A su dcha, sus primas, la primera Lourdes y la segunda Rosario. (*)
La abuela de sus primas, “desaparecidas” en la terminología franquista, tiene que soportar, además de la pena por no poder darles una sepultura digna, cómo le roban todo: las caballerías, los animales…hasta las sábanas bordadas por sus nietas, que habían sido excelentes costureras. Cuando termina la incautación, queda una guitarra en un rincón. “Lleváosla también”, les dice con toda su dignidad, “para que podáis celebrar esta hazaña con más alegría”.

El nuevo alcalde fascista del pueblo, un viejo cacique, se hace con los bienes que acaban de robar, en especial con el huerto que ambicionaba. La desgracia de unos la aprovechan en su beneficio los fascistas adictos al nuevo régimen.

El 1 de agosto, la siniestra lotería de la muerte le toca aún más directamente a la familia de Jesús. Ese día su padre está segando en el campo. Por precaución, se queda allí sin bajar al pueblo. Jesús le lleva un mensaje de su madre. El juez del pueblo le ha asegurado que su marido puede volver, que nada le pasará.

"Segadores bajo la lona", del pintor Antonio López Torres (1902-1987). Imagen tomada de la web de Juan Martínez-Val
Confiando en la palabra del juez, aunque sin tenerlas todas consigo, su padre vuelve a su casa. Nada más llegar es detenido por los falangistas que lo llevan al cuartel de la guardia civil. En sus calabozos es torturado salvajemente junto a otros vecinos.

A la mañana siguiente, exhaustos y ensangrentados, los suben a un camión. Jesús quiere ver a su padre, pero éste se tapa la cara para que su hijo no vea el estado en que se encuentra. Es la última imagen que tiene de su padre, la que siempre llevará en el corazón. El camión enfila hacia Luesia. Se dice que fueron fusilados en las tapias del cementerio de esta población. Los restos de su padre y de sus compañeros yacen aún en alguna ignota fosa común entre Uncastillo y Luesia.

La familia queda rota. No contentos con ello, los fascistas obligan a Jesús y a sus hermanos, hijos de un “rojo”, a confesarse e ir a misa. A Jesús se le hace cuesta arriba tener que asimilar por la fuerza la religión que quieren imponerle, sabiendo además que las órdenes para llevar a cabo los fusilamientos tienen que ser firmadas por el cura párroco de Uncastillo. Pero no hay más remedio que tragar, sabe que quieren desmoralizarles y quebrarles la voluntad, pero no lo van a conseguir.

Piensa que ya no van a hacerles nada más. Pero se equivoca. Un día los falangistas, pretextando que lo requisan para el ejército, les roban todo el trigo, las patatas, las judías… que una pequeña parcela de tierra les daba para el sustento de la familia durante todo el año. Les dejan sin nada para sostenerse. Y además obligan al hermano mayor de Jesús a enrolarse en el ejército fascista, para combatir a favor de quienes habían asesinado a su padre y otros familiares.

Los fusilamientos prosiguen. Los vecinos de Uncastillo son obligados a presenciar las ejecuciones públicas. El 5 de octubre le toca el turno al alcalde republicano de Uncastillo, Antonio Plano. Antes de matarlo lo torturan hasta la saciedad y le dan a beber una botella de aceite de ricino. Después se ensañan con el cadáver, propinándole patadas y más tiros. Hasta que uno de sus verdugos le corta las dos piernas y la cabeza con una azada. Ninguno de aquellos espectadores forzosos y humillados ha podido borrar aún de su mente las imágenes del asesinato y de la profanación del cadáver del alcalde. Algunos vieron a sus asesinos jugar con su cabeza decapitada cual si de una pelota se tratase.

Antonio Plano Aznárez, alcalde republicano de Uncastillo, asesinado el 5 de octubre de 1936. (*)
Todos los vecinos, mayores y pequeños sin distinción de edad, deben acudir a las ejecuciones públicas. El objetivo es dominar a la población con el miedo. Un día los falangistas ponen especial cuidado en que no falte ningún niño. Una vez llegados los vecinos a la plaza, se encuentran allí a los “Cabezudos”, esas figuras con enormes cabezas de cartón-piedra –de ahí su nombre-, que durante las fiestas de muchos pueblos aragoneses persiguen a los chiquillos provistos de un pequeño látigo.

Cabezudos de Zaragoza. Composición de Javier Aparicio con dibujos de José Luis Cano. Imagen tomada de Arafolk, la web de la música tradicional aragonesa
Ese día el terror psicológico da una vuelta de tuerca. Los Cabezudos son juzgados, sentenciados a muerte y… fusilados. Los niños los miran espantados mientras que, para que no falte nada del macabro ritual, cada Cabezudo recibe un tiro de gracia. En silencio regresan a sus casas con el corazón encogido. El objetivo de los asesinos fascistas, meterles el miedo en el cuerpo, se ha conseguido con creces.

Los horrores continúan. Un cura del pueblo obliga a los falangistas a fusilar a su prima, embarazada de gemelos, a una semana del alumbramiento. “Muerto el perro se acabó la rabia”, dicen que dijo para justificarlo. Aún se movían en su vientre los chiquillos cuando cayó abatida.


Dos vecinos del pueblo se encargan de cavar las fosas para enterrar los cuerpos de los que van fusilando. Un día les dicen: “Estas fosas hacedlas con esmero, porque son las vuestras”. Cuando terminan de hacerlas, son fusilados al borde de las fosas que han cavado.

Jesús Pueyo en el cementerio de Uncastillo, en 2006, junto al recuerdo a Antonio Plano. (*)
Otro día ponen juntas a 12 mujeres y les disparan. Una de ellas, más pequeña de estatura, no es alcanzada por las balas. “¡Falto yo!”, les dijo con todo su aplomo. Inmediatamente la mataron como a las demás.

Así, día tras día, más de 180 fusilados, en un pueblo de menos de 5000 habitantes. Enterrados en las cunetas o en descampados, no se sabe dónde. Por el único delito de ser de izquierdas, simpatizantes o defensores de la República. Jornaleros, trabajadores del campo la mayoría de ellos. Mujeres de su casa, como se decía entonces, la mayoría de ellas.

Los hechos descritos aquí no son fruto de la delirante imaginación de un guionista de cine. Ocurrieron en realidad en Uncastillo, hermoso pueblo de la histórica comarca zaragozana de Las Cinco Villas, poseedor de un rico patrimonio arquitectónico románico, hace 73 años.

Uncastillo. Torre de Sta. María. (*)
Son las memorias de Jesús Pueyo Maisterra, quien con apenas 14 años vio truncados los sueños que su padre, tras ser asesinado por los falangistas, tenía para él y sus hermanos. La vida fue para él, desde entonces, una dura batalla para sobrevivir.

En honor a las enseñanzas de su padre, socialista y defensor de la libertad, y como un sincero homenaje a los vecinos de su pueblo y de la comarca de las Cinco Villas, asesinados durante el verano de 1936, ha escrito el libro “Del Infierno al Paraíso”. Es su forma de reivindicar el nombre de todos ellos, perdido durante tantos años en la niebla del olvido, tal como querían sus asesinos.

Portada del libro de memorias de Jesús Pueyo, Del Infierno al Paraíso, que el autor permite descargarse libremente de su web
Aunque muchas de las familias represaliadas viven aún bajo la losa del silencio, algunas de ellas se han agrupado en la “Asociación Charata para la Recuperación de la Memoria Histórica de Uncastillo”.

“Charata”, que en aragonés significa “hoguera”, la lumbre alrededor de la cual los jóvenes escuchan las narraciones de los mayores, surgió en 2007 precisamente para eso. Para dar a conocer a las actuales generaciones la verdad sobre la represión ejercida por los golpistas de 1936 y la posterior dictadura en la villa de Uncastillo. Y para rescatar del olvido y del silencio a tantas personas que, como el alcalde Antonio Plano, fueron asesinadas por sus ideales republicanos.

Placa de la plaza en honor al alcalde republicano Antonio Plano, situada detrás de la iglesia de San Miguel, lugar donde fue cruelmente asesinado. (*)
Es un acto de justicia.


La realización de esta entrada se ha basado, casi en su totalidad, en las memorias de Jesús Pueyo Maisterra, quien las pone a disposición de cualquiera que quiera leerlas, lo cual aconsejo vivamente a todos. De su web están tomadas también la mayoría de las imágenes empleadas, concretamente las que tienen un asterisco (*). Le agradezo expresamente a Jesús Pueyo su permiso para utilizarlas.

Otras webs utilizadas son la de la Asociación Charata, cuyo enlace aparece en la entrada y la de El Sueño Igualitario, nº 43, de 11 de agosto de 2007

















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23 agosto 2009

Represión fascista en Aragón (I). La Bartolina: huesos, balas y rosas rojas.

Kaballido. Memoria.
Hace calor en Ateca (Zaragoza) esa tarde del 18 de agosto de 1936.

La población está tomada, desde hace casi un mes, por las tropas insurrectas que cuentan con la ayuda de la guardia civil y de los falangistas. Cinco días después del alzamiento militar, los vecinos intentaron obstaculizar el paso de una columna del ejército procedente de Calatayud, serrando olmos y cruzándolos sobre la carretera nacional Madrid-Zaragoza. Pero fracasaron, y ha habido muchas detenciones para averiguar la identidad de los autores. Esa misma mañana, la guardia civil ha ido deteniendo a numerosas personas casa por casa, que están siendo retenidas en el ayuntamiento.


La mayoría de los habitantes de Ateca se está congregando en la plaza. Allí les han convocado para “hacer un acto de sumisión a la patria y a los representantes legales”.



Ayuntamiento de Ateca, en los años 30. La imagen pertenece al libro "Segunda República y Represión Franquista en Ateca. La historia oculta en una fosa común del barranco de la Bartolina", de Javier Alvaro. Es propiedad del autor, que la ha cedido para la realización de esta entrada.
Hay un gran nerviosismo. La gente está convencida de que van a ejecutar a quienes están detenidos en el ayuntamiento. Los discursos de las nuevas autoridades civiles y militares no presagian nada bueno. Pero el clímax llega cuando comienza su intervención el párroco del pueblo, Mosén Benigno, con una soflama más política que religiosa, en la que afirma que Ateca debe limpiar, como un campesino limpia con su criba, separando “la mala hierba de la simiente”. Y mientras habla, para dar más énfasis a sus palabras, va moviendo las manos imitando el movimiento de una criba.


Cuño de la iglesia parroquial de Ateca de la época de los fusilamientos. Imagen del libro aludido anteriormente.

La multitud ya no soporta la tensión. Algunos gritan:
“¡Soltad a los detenidos!”. Otras voces suplican entre lágrimas que no los ejecuten. Entre la gente concentrada en la plaza se va extendiendo una sensación de fatalidad, rayana en el pánico generalizado.

Los detenidos de la mañana son introducidos en camiones. Les dicen que no se preocupen, que van a ser conducidos a Calatayud para asistir a un acto propagandístico. Con ese pretexto obligan también a gran número de los concentrados en la plaza a subir a otros camiones.


Guardias civiles subiendo a un camión, posiblemente para realizar una "faena" similar a la descrita en estas líneas. Imagen tomada de la web Camiones de la Guerra Civil.
Los escasos 15 km que hay hasta Calatayud se viven con gran angustia. Se respira una tensión irrespirable. Todos creen que el “paseo” acabará en un fusilamiento general.


Por fin la mayoría de los camiones llega a la Plaza del Fuerte de Calatayud. Los últimos camiones, entre los que se encuentra el de los detenidos de esa mañana, se han retrasado intencionadamente. Algunos han podido ver que, una vez pasado Terrer, han girado a la izquierda internándose en el barranco de la Bartolina.


Calatayud, Puerta de Terrer. Grabado tomado del blog Paisajes Variados.
Allí son fusilados 13 atecanos afiliados a Izquierda Republicana, al PSOE, la UGT y las Juventudes Socialistas y a la CNT. La guardia civil los describirá más tarde en sus informes como “agitadores y extremistas peligrosos” y “contrarios al Movimiento patriótico nacional”. También les acusará de haber proferido gritos de desafección y levantar el puño en alto cuando a principios del mes los reclutas de Ateca fueron despedidos en la estación de ferrocarril para incorporarse a sus destinos en el servicio militar. Hijos muchos de ellos de atecanos de izquierdas, sus padres intentaron evitar que fueran a engrosar el ejército que se ha rebelado contra la República.


Cuño del puesto de la Guardia Civil de Ateca. Imagen del libro aludido anteriormente.
Los atecanos que han llegado a Calatayud se disponen a presenciar, como se hacía en tiempos que ellos creían pasados, una ejecución pública. En medio de la plaza han levantado un patíbulo. A un lado, formados militarmente, los soldados, los falangistas y los requetés. Al otro, no menos de 2000 civiles de Calatayud y de otros pueblos de la comarca. Por un papel tirado en el suelo se enteran de que el que va a ser ajusticiado es Francisco Bueno Herrero, el Estirao, conocido socialista bilbilitano al que apresaron días antes en Sediles. El papel es una de las muchas octavillas repartidas para convocar a los bilbilitanos a la ejecución.


Carta enviada por los falangistas a la familia de Francisco Bueno, antes de ser fusilado. Tomada de la web Kaosenlared.
Una descarga cerrada de los fusiles del pelotón abate al dirigente socialista. La sentencia se ha cumplido. Tras la ejecución, a ritmo de marchas militares, los vecinos de Ateca son obligados a desfilar por delante del reo, como espectáculo y escarmiento popular. “(…)También desfilaron centenares de señoritas de Ateca y varones que, en manifestación, habían venido a Calatayud (…). Las ovaciones al Ejército, los vivas a España y mueras a los traidores fueron enormes”. Así recogió el “magno” acontecimiento el Heraldo de Aragón del 22 de agosto.


Después del desfile los vecinos de Ateca comprueban horrorizados que el camión que transportaba a sus paisanos detenidos llega vacío. El viaje de retorno a Ateca se hace en medio del silencio y el desconcierto. Nadie alberga dudas sobre cuál ha sido su destino. Al llegar, algunos se acercan a cumplir el penoso deber de informar a sus familias.


Esa noche nadie en el pueblo puede dormir. Más tarde se sabrá que uno de los fusilados en el barranco de la Bartolina, el primer teniente de alcalde y vicepresidente de la U.G.T. de Ateca, Antonio Alvaro, había conseguido arrastrarse malherido hasta la carretera y pedir ayuda en una casa. Nadie le auxilió, por miedo a las represalias. Tras doce horas de agonía en soledad, un tiro de “gracia” a bocajarro acabó con su sufrimiento. Tenía 43 años. A día de hoy se ignora qué hicieron con sus restos.


Antonio Alvaro, primer teniente de alcalde de Ateca, asesinado el 18 de agosto de 1936. La imagen pertenece al libro aludido anteriormente y es propiedad de su autor, que la ha cedido para la realización de esta entrada..
Así comienza la macabra historia, contada siempre en voz baja en las casas, del barranco de la Bartolina, que se fue convirtiendo en el mayor y el más activo cementerio de la comarca de Calatayud. Jamás se sabrá cuántas personas de Ateca y de los restantes pueblos de la comarca se hayan enterradas en él. Pues fueron innumerables los detenidos en cada población que jamás volvieron a sus casas. Incluso en Ateca se realizaron varias “acciones de limpieza” más. Como el fusilamiento del alcalde, Agustín Ayerbe, el 29 de octubre. Tenía todos los números para ser asesinado pues había incomodado a muchos que no veían con buenos ojos su afán por deshacer las injusticias y llevar a cabo sus ideales republicanos y socialistas. Los últimos fusilamientos parece que se realizaron en el mes de noviembre.


Agustín Ayerbe, alcalde de Ateca, asesinado el 29 de octubre de 1936. La imagen es propiedad de A. Ayerbe y aparece en el libro aludido anteriormente.
Algunos pudieron huir, como Enrique Bendicho, alcalde de Ateca durante el primer bienio republicano. Tras diversas vicisitudes terminó en un campo de concentración francés, país donde falleció. El asesinato de su hijo por los fascistas fue su venganza por no haber encontrado al padre, algo de lo más habitual en aquel verano del 36, llamado también del “terror caliente”.


Enrique Bendicho, anterior alcalde republicano de Ateca. Ostentaba el cargo de administrador subalterno de la Compañía Arrendataria de Tabacos cuando tuvo que huir, posiblemente el 19 de julio de 1936. En la imagen, propiedad del ayuntamiento atecano y perteneciente al libro aludido, aparece en medio de dos compañeros en un campo de concentración francés donde fue recluido.
16 de diciembre de 2007. Varios vecinos de Ateca y personas de ideología de izquierda se han dado cita en el punto kilométrico 233,1 de la antigua Nacional II, entre Terrer y Calatayud. Es la entrada al barranco de la Bartolina.


Familiares de los fusilados en La Bartolina, 16 de diciembre de 2007. Imagen de Fernando Lampre, tomada de la web ARICO-Memoria Aragonesa.
Se trata de los descendientes de algunos de los republicanos fusilados y enterrados en ese lugar desde 1936 a 1939. La mayoría de ellos ya se han enfrentado al hecho de que la naturaleza pero sobre todo la mano del hombre han modificado ese maldito lugar de manera que han destrozado por completo los restos de muchos de los que allí yacen.


La tierra fue removida con máquinas para sellar el vertedero de Calatayud, situado en el mismo barranco. Muchos de los huesos salieron entonces a la superficie y forman el sellado del vertedero. De hecho, mientras caminan se van encontrando con casquillos de bala y restos óseos. Algunos comentan que muchas veces se ven perros que llevan en sus hocicos huesos humanos.


Casquillos de bala encontrados en La Bartolina. Imagen tomada de la web Bilbilitanos. Un espacio para la libertad en Calatayud.
Se va leyendo los nombres de los asesinados. Algunos pronuncian unas palabras de recuerdo, un poemaRosas rojas, una por cada uno de los nombres que se han leído, permanecen plantadas como sencillo homenaje a tantos asesinados por sus ideales, por permanecer fieles a la República legítimamente constituida pero derribada por la sinrazón del fascismo.


Y mientras se van marchando, unos con lágrimas en los ojos, otros con indignación contenida por la afrenta a la memoria de sus familiares, van poniéndose de acuerdo en que ha llegado el momento de dignificar a los suyos rescatándolos del olvido. Su deseo es que cuenten al menos con un monolito o un símbolo que los recuerde...

Imagen de los familiares en La Bartolina, el 14 de abril de 2008. Puede vérseles plantando rosas rojas.Está tomada también de la web ARICO-Memoria Aragonesa.
Agosto de 2009. Los familiares están esperanzados. Si todo va bien, al año que viene comenzará el trabajo de localización de las numerosas fosas del Barranco de la Bartolina. Este proyecto, aunque ya ha habido algunas exhumaciones aisladas, establecerá la cifra de personas que están enterradas en lo que se piensa podría ser una de las mayores fosas de todo el país, con cientos de muertos en distintos lugares. De hecho, Santiago Carcas, de la Asociación por la Recuperación e Investigación Contra el Olvido (Arico), explica que la cantidad total de cuerpos ascendería a unas 2.700 personas. “La gente mayor recuerda que cuando había riadas el agua arrastraba huesos”, asegura.


Una vez realizadas las localizaciones con el georadar, se irá procediendo al inmenso y delicado trabajo de las exhumaciones. Todos los alcaldes de la comarca apoyan la iniciativa, pues raro es el pueblo que no tiene uno o varios desaparecidos que podrían encontrarse allí.


Portada del libro de Javier Alvaro del que están tomadas varias de las imágenes que ilustran esta entrada.
“Ójala que pronto podamos ofrecerles a los nuestros ese homenaje”, dice Javier Alvaro, nieto de uno de los fusilados de Ateca.


Ojalá. Todos os lo deseamos de corazón.


La realización de esta entrada no habría sido posible sin la colaboración desinteresada de Javier Alvaro, el cual no sólo se ha prestado a que parafrasee párrafos enteros de su libro, sino que además me ha cedido imágenes propiedad de su familia, las cuales enriquecen considerablemente el texto. Sus sugerencias para que investigue sobre mi abuelo, uno de los Fusilados de Torrellas, seguro que me serán también, muy útiles. ¡Gracias, Javier!.

Gracias también a quienes en su momento cedieron imágenes de sus familiares a Javier Alvaro para la realización de su libro y he tomado también yo para enriquecer la entrada.

Me he basado sobre todo en el texto de Javier Alvaro y también en el libro "República y Republicanos. Socialistas y republicanos de izquierda en Zaragoza y provincia (1931-1936), de E. Bernad, E. Casanova, R. Ceamanos, J. Cifuentes, J.L. Ledesma, V. Lucea y P. Maluenda.

De las muchas webs y blogs consultados, me gustaría destacar el excelente blog de Dimas Vaquero, Guerra Civil y Memoria.



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19 agosto 2009

De nuevo en el camino...



Cuando hace ya algunos años realizaba grandes caminatas por el Pirineo, largas rutas cicloturistas por el Norte o caminaba, etapa tras etapa, en el Camino de Santiago, recuerdo la sensación de alivio que sentía al detenerme y descansar junto al remanso de un río, en un claustro medieval o frente a un majestuoso pico nevado mirando con la boca abierta el planeo de una rapaz y escuchando el silencio.

El silencio, del que muchos huyen porque les asusta, es para mi, en su justa medida, un bien de alto valor. Por eso me he tomado estas últimas semanas de vacaciones, en las que no he escrito nada en este blog, como un silencio auto-impuesto, para recomponerme y tener ocasión para reflexionar.

Pero como todo tiene su tiempo, ha llegado el momento de volver al camino, levantarse y calzarse las botas de nuevo. Ya dije en una ocasión que el camino a la Memoria es largo y tortuoso. Pero hay que hacerlo. Un paso tras otro.

Las voces de los que cayeron por las balas fascistas y siguen en fosas ignotas claman para que les encontremos. Los gritos de quienes fueron salvajemente torturados, muriendo en una prisión a causa del hambre, del frío, de la pena…gritan para que no les olvidemos. Las lágrimas silenciosas de quienes tuvieron que dejar su tierra, desgarrados en el exilio, calan nuestro corazón como la lluvia.

Y no podemos olvidar tampoco que el tiempo, el gran enemigo, corre en nuestra contra y a favor de quienes promueven la Des-Memoria Histórica tergiversando la verdad de acuerdo a sus intereses.

Así que, de nuevo en marcha, domingo a domingo como siempre…

Y si queréis ser mis compañeros de viaje, los amigos haréis que el camino sea más ligero.

Un abrazo a todos.




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