30 octubre 2011

Espías de Franco (2). La Quinta Columna.

Cartel de Gallur alertando sobre la Quinta Columna. BNE
Verano de 1936. Ha comenzado el asedio de Madrid. El general Mola, uno de los golpistas de julio, realiza una alocución radiofónica. En un alarde de vanidad, afirma: “Tengo cinco columnas para tomar Madrid. Cuatro de ellas rodean la ciudad. La quinta ya está dentro”.

Mola se refería a las cuatro columnas que avanzaban sobre Madrid, la que venía desde Toledo, la de la carretera de Extremadura, la de la Sierra y la de Sigüenza. Con la mención de una quinta aludía a la que estaba formada por los simpatizantes del “Movimiento”, que dentro de la capital trabajaban clandestinamente en pro de la victoria franquista.

El término Quinta Columna, para designar a los que trabajan en una guerra para el ejército desde el seno de la población civil, recogiendo información, haciendo sabotajes, etc, fue utilizado por primera vez por el general ruso Suvorov en la guerra contra los turcos (1768-1784). Pero ya algunos historiadores de la antigüedad como Tucídides o Polibio reconocieron en las guerras del pasado el caso del enemigo interior.

El involuntario hallazgo verbal de Mola, que también ha sido atribuido por otros autores al general Varela e incluso al mismo Franco, hizo rápidamente fortuna incorporándose a todos los idiomas, pasando a utilizarse en guerras posteriores para designar a las personas potencialmente desleales a la comunidad en la que viven y susceptibles de colaborar de distintas formas con el enemigo.

Control popular de las entradas y salidas de Madrid. Cuesta del zarzal
Así, fueron llamados “quintacolumnistas” los franceses que, residiendo dentro de Francia, esperaban el triunfo de la Alemania nazi. El término también se extendió a los ciudadanos holandeses y noruegos que mostraban más simpatía hacia el Tercer Reich que hacia su propio pueblo, apoyando la invasión de sus países de origen.

El internamiento de ciudadanos de origen nipón de la Costa Oeste de los Estados Unidos tras el ataque japonés a Pearl Harbor se justificó diciendo que podrían actuar como una quinta columna. El mismo argumento se utilizó en Gran Bretaña con la detención de muchos residentes alemanes, detenidos en la Isla de Man hasta el final del conflicto.

Sin embargo, con sus desafortunadas declaraciones, Mola provocó un intenso clima de desconfianza entre los madrileños sitiados. Esta suspicacia terminó desembocando en una fuerte acción represiva que culminaría con detenciones masivas, encarcelaciones y fusilamientos de todo aquel que fuese sospechoso de ser «quintacolumnista».

El origen de la Quinta Columna estuvo en la Falange. Dos destacados miembros de la organización fascista, Valdés Larrañaga y Fernández Cuesta fueron sus primeros motores. Controlados por el SIM republicano, terminaron siendo canjeados y pasaron a la España nacional.

Manuel Valdés (en el centro de pie) junto a Primo de Rivera (a su izquierda)
y otros militantes de la Falange en la cárcel Modelo de Madrid. 1936. El Mundo
 Pero el personaje verdaderamente clave en todo el sistema de espionaje franquista fue el coronel Ungría. Su historia es una mezcla de aventuras, episodios espectaculares y lagunas desconocidas para los historiadores. De origen francés –fue compañero de escuela de De Gaulle- su vida parece la de un espía de novela.

A lo largo de los tres años de guerra, Ungría unificó  a los diversos grupos de la Quinta Columna –que actuaban separados-, los coordinó desde los servicios centrales de Burgos y les dio una organización de corte alemán lo que, según el SIM republicano, supuso gran parte de su éxito.

Los grupos o células de la Quinta Columna solían estar formados por cinco miembros pero no todos se conocían entre si. Cuando era detenido uno de ellos, nunca podía delatar a todos, en especial a los que ocupaban la cúspide de la pirámide. Unos grupos obtenían la información y otros la recopilaban y la pasaban a la zona nacional para lo cual utilizaban las embajadas de paises como Chile, Suecia, Perú o Finlandia.

En los primeros momentos de la guerra, la labor prioritaria de los quintacolumnistas fue sacar de la zona republicana a quienes consideraban comprometidos. Obispos, nobles y militares lograron así marchar a la España de Franco.

Plaza de Atocha, julio 1936. Registro de automovilistas. Fotos militares
Los sabotajes y los bulos, tan fácilmente propagables entre una población hambrienta y bombardeada, eran otro de los frentes de la Quinta Columna. Aunque nunca se pudo comprobar, los indicios culparon a los servicios fascistas de la explosión de un polvorín subterráneo situado entre las estaciones de Lista y Diego de León del Metro. La onda expansiva descarriló a todos los trenes que circulaban por la línea L2, recorriendo el túnel en dirección Sol y barriendo las estaciones de Lista, Goya, Príncipe de Vergara, Retiro, Banco de España, Sevilla y Sol. Murieron oficialmente 98 personas pero pudieron ser muchas más.

El número exacto de víctimas no fue dado a conocer por el gobierno republicano para no dar alas al derrotismo fomentado por la Quinta Columna, basado en realizar comentarios desfavorables sobre la República y propalar bulos para mermar la confianza en la victoria
Familias enteras se veían obligadas a hacer su vida diaria en las estaciones del Metro de Madrid por temor a los bombardeos Andén 2
La emisión de moneda falsa, la manipulación de fichas en los juzgados, las infiltraciones en partidos y sindicatos –llegaron a descubrir curas con el carnet de la CNT- fueron también especialidades de los espías nacionales. Mención especial merecen los médicos quintacolumnistas, que certificaron la “inutilidad" de muchos jóvenes falangistas para no tener que ir al frente.

Para realizar estas actividades, la Quinta Columna contaba no sólo con la ayuda de los simpatizantes. También poseía casas y centros muchas veces bajo protección extranjera. Por ejemplo, en la calle Marqués de Cubas Telefunken servía de tapadera para un centro de la Quinta Columna donde sus componentes recogían por medio de potentes aparatos de radio los mensajes en clave de Radio Club portuguesa y Radio Burgos, con consignas para los espías.

Pero el objetivo prioritario de la Quinta Columna era más bien militar: conocer los efectivos, los planes, las posibilidades del enemigo. Gran importancia tuvo para ellos controlar los movimientos de la aviación republicana, sus salidas, sus movimientos… tarea en la cosecharon notables éxitos.

Las Brigadas Internacionales tampoco se vieron libres de las infiltraciones. En el verano del 37 el general Walter, que mandaba el batallón alemán, mando fusilar tras un juicio sumarísimo a siete de sus oficiales acusados por el SIM de trabajar para Franco. 

El peso de la investigación y de la represión de las actividades quintacolumnistas era dirigido por el Servicio de Información Militar Republicano, formado por jóvenes de absoluta lealtad al régimen nacido en 1931.

Detención de miembros de la Quinta Columna. Noticia del "ABC. Diario republicano de iz­quierdas" (25-IX-1937). Cuesta del zarzal
El SIM tuvo que luchar con la falta de un cuerpo de policía leal. La indiferencia y la desgana eran la tónica general pero además bastantes llegaron a colaborar activamente con la Quinta Columna, entorpeciendo las investigaciones, facilitando documentación falsa, certificando muertes a quienes les convenía desaparecer…La victoria de los nacionales les trajo su compensación. Franco les permitió seguir en sus puestos y algunos, como Aniceto Diana, llegó a ser jefe de la Dirección General de Seguridad.

También fue muy importante la colaboración de muchos funcionarios con los franquistas, intentando contemporizar con un ejército que ya se encontraba a las puertas de la capital.


Los "moros" del Tercio, fuerza de élite del Ejército de África, acampados en las afueras de Madrid. (Archi­vo de la Filmoteca Española). Cuesta del zarzal
Precisamente Radio Burgos comunicó en clave la inminente entrada de Franco en Madrid. Los quintacolumnistas se fueron preparando para ello, volviendo a aparecer en la ciudad las camisas azules. De hecho, ya habían iniciado en secreto las negociaciones entre el bando sublevado y el general Casado en febrero de 1939, las cuales culminarían con la entrega de la capital.

Llegó entonces el momento de gloria de los quintacolumnistas. Muchos se escudaron en sus acciones para evitar los expedientes. A otros les sirvió para escalar puestos en la administración, la policía, la política… Muchos no habían participado en nada pero con la ayuda de amigos consiguieron comprar un buen “historial”.

Lo más triste fue, sin embargo, que muchos actuaron como testigos de cargo en los juicios y en los fusilamientos.





Fuentes documentales

Bibliografía


ALCOCER, S. La Quinta columna. (Madrid 1937). G. del Toro Editor, Madrid, 1976

CERVERA, J. Madrid en guerra. La ciudad clandestina. Alianza, Madrid, 1998.

HEIBERG, M. y  ROS, M. La trama oculta de la guerra civil. Los servicios secretos de Franco 1936-1945 . Crítica, Barcelona 2006.

SOLER, J. R. y  LÓPEZ BREA, F.J. Soldados sin rostro. Los servicios de información, espionaje y criptografía en la Guerra Civil española.

Inédita Editores, Barcelona, 2008  
 
Revistas digitales

- Cervera, J. La radio: un arma más de la Guera Civil en Madrid. Historia y Comunicación Social, nº 3, 1998, páginas 263-293.

- Juanes, T. La Quinta columna, espías de Franco. Tiempo de Historia, año IV, nº 46, páginas 4-9, septiembre 1978.


Prensa digital


- La Quinta Columna. J.J. Saer. El País, 01-06-2002.

- Los quintacolumnistas dominaban la Justicia de la II República, según experto. F. Vázquez. El Confidencial, 01-03-2009.


Webgrafía


- Quinta Columna. T. Muñoz Molina. Letralia.

- Historia del Metro de Madrid. WikiPedia

16 octubre 2011

Espías de Franco (1). La trama catalanista.



Cartel de Ispert para el comisariado de la 11 División del Ejército Popular de la República alertando del peligro que suponen los espías. El Canto del Búho
Puerto de Marsella (Francia), 6 de febrero de 1937. El vapor «Navarra», cuya salida hacia la Barcelona republicana está programada 48 horas después, se consume presa de las llamas en la misma dársena. Los funcionarios portuarios tratan de sofocar el incendio, que a todas luces parece provocado, y descargan algunas cajas registradas como conservas alimenticias. Pero, en medio del revuelo, algunos de los contenedores se rompen dejando entrever su carga real: ametralladoras desmontadas. Dos hombres contemplan la escena a una distancia prudente. Se miran, sonríen. Son agentes de Franco. 

Más allá de Belchite, el Ebro o el Jarama, la Guerra Civil también se libró en el sur de Francia. Los Pirineos fueron testigos de otra batalla decisiva: la batalla de la información. Redes de espionaje montadas a contrarreloj, con agentes sin apenas formación en la materia, que pugnaron entre sí para tratar de anticiparse a los movimientos del enemigo desde el otro lado de la frontera. 

Un elemento clave de la victoria de Franco en la Guerra Civil fue la red de espionaje que el dictador infiltró en Francia. Sirviéndose de la quinta columna obtuvo informaciones vitales para tomar la delantera en la guerra. Este episodio olvidado de la contienda que asoló España desde julio de 1936 a abril de 1939 es el punto de partida de "Espías de Franco", un documental dirigido por el historiador Xavier Muntanyà y coproducido por TV-3, TVE, Canal de Historia y France 3. 

 El comandante Julián Troncoso cometió actos terroristas en el sur de Francia y los achacó a los "rojos" españoles. Imagen de Canal de Historia. Público
A través de material inédito se explica qué clase de espías eran, cuáles eran sus actividades y qué ayuda obtuvieron de Hitler y de los grupos franceses de ultraderecha

El autor del documental ha buceado en los archivos de la policía francesa, que durante la II Guerra Mundial fueron trasladados a Berlín y después a Moscú, y que volvieron a Francia hace pocos años. Estos archivos han sido contrastados con los del ejército franquista en Ávila. Así, se pueden ver los números clave de los espías, los telegramas secretos que enviaban al Gobierno de Burgos detallando objetivos a bombardear o los atentados en Francia para culpar al Gobierno de la República.

La inteligencia franquista se propuso siempre erosionar la imagen de los republicanos exiliados en el país vecino, sabedores de que una buena parte del pueblo galo simpatizaba con ellos. Para ello prepararon una serie de atentados contra intereses de la derecha en Francia con el objetivo de que la prensa echara la culpa a los «rojos» españoles. Así llegaron a atentar, con la colaboración de La Cagoule, organización de la extrema derecha gala, contra un tren de la línea Burdeos-Marsella y a detonar sendas bombas en la sede de la patronal y del sector metalúrgico en París.  

Agentes republicanos infiltrados en la inteligencia franquista llegaron a desbaratar un atentado contra el pabellón alemán de la Exposición Universal de París. Pero sólo unos meses antes interceptaron un informe del general italiano Mario Roatta en el que se sugería la guerra bacteriológica contra los republicanos: la propagación del virus del tifus en el sector español de los Pirineos. El objetivo era crear una epidemia que obligase a las autoridades francesas a cerrar la frontera. De hacerlo, los nacionales lograrían cortar las líneas de suministro del enemigo.

El submarino republicano C-2, al que el comandante Troncoso y otros agentes intentaron secuestrar en Brest. Historia de los submarinos tipo "C"
Un sonado fracaso franquista fue el intento de secuestro en Brest del submarino republicano C-2, que tuvo que ser abortado dada la incapacidad de los agentes para reducir a todos los centinelas y poner los motores en marcha una vez realizado el asalto. No obstante, los éxitos del espionaje franquista fueron notablemente superiores a los de los republicanos.

Dos personas tuvieron una importancia capital en el establecimiento de la red de espionaje franquista en Francia: Francesc Cambó y Josep Bertran i Musitu, dos de los fundadores de la Lliga Regionalista catalana. El miedo a ver instaurada una república de izquierdas en España hizo que su vena conservadora prevaleciese sobre la catalanista. Así, Cambó financió el SIFNE (Servicio de Información en la Frontera Noroeste de España), a lo que también contribuyó en sus inicios el banquero Juan March. Musitu, formado y entrenado por los nazis, dirigía a los agentes.  

El catalanista Francesc Cambó, «mecenas» del SIFNE, servicio secreto franquista en la frontera con Francia, en 1937. ABC

Las principales tareas de los agentes nacionales pasaban por vigilar el tráfico de mercancías en los puertos franceses para denunciar el envío de armamento camuflado por barco a los republicanos. En caso de que las denuncias cayeran en saco roto, saboteaban ellos mismos los buques. Para su tarea contaban además con valiosos colaboradores, agentes simpatizantes de las formaciones ultraconservadoras «Croix de Feu» y «La Cagoule», y con oportunistas dispuestos a hacer su agosto en tiempos difíciles. Tal fue el caso de dos empleados del servicio de telégrafos de Marsella, Sentenac y Pigeyre, que vendían a los agentes nacionales  telegramas con información sobre el curso de la guerra enviados al Gobierno republicano desde Argel

Las autoridades francesas descubrieron la trama y detuvieron en agosto de 1937 a los implicados. En Francia las actividades de la inteligencia de Franco se seguían de cerca, pues existía el temor a que los mismos agentes se pusieran en el futuro al servicio de las autoridades del potencial enemigo nazi. Franco obtuvo gracias al SIFNE una cantera de agentes adiestrados capaz de seguir de cerca a comunistas, nacionalistas y demás enemigos del régimen desde la Dirección General de Seguridad. -
  Publicación francesa que recoge la detención de Sentenac y Pigeyre. Imagen de Canal de Historia. Club Landwehr 
Sin embargo, la red de espionaje franquista  no sólo se limitó a informar de los barcos cargados de armas o de alimentos con destino a los republicanos. El SIFNE también tenía informadores en Barcelona que dieron la localización de doscientos puntos de la ciudad que debían bombardearse. .La mayoría de sitios eran estratégicos y militares, pero estaban rodeados de casas de gente inocente. Miles de personas murieron en dichos bombardeos efectuados por nazis o fascistas italianos.

 Entre la documentación encontrada en el estado mayor franquista, y que se aportan al documental ya nombrado, figuran nombres de informadores del SIFNE, nombres de la alta burguesía catalana, como Pedro Riviere, Manuel Vidal-Quadras, Pedro Salisachs o Felipe Bertrán Güell. Muchos daban información de los puntos de la ciudad que había que bombardear.

Varios intelectuales catalanes se incorporaron también al servicio secreto franquista. Entre ellos los escritores Josep Pla y Eugenio D’Ors y el periodista Carlos Sentís. Este último, de evolución camaleónica, pasó de periodista del régimen a ser el artífice de la vuelta de Tarradellas a la Cataluña autonómica, llegando a formar parte de su Ejecutivo como consejero sin cartera. Su vinculación al franquismo fue tal que, en 1939 llegó a escribir en La Vanguardia: “Franco ha salvado Cataluña”. Tras la muerte del dictador, se vinculó a la UCD de Suárez, llegando a ser diputado hasta 1982.

El famoso escritor Josep Pla redactó propaganda profranquista en Francia, colaboró en los boletines del SIFNE y pudo recabar información estratégica en Marsella, ciudad en la que vivió durante varios meses y que era un punto de tráfico marítimo fundamental para la República. Con su boina calada, Pla se encargaba también de apuntar las matrículas de los buques que recalaban en Marsella para dirigirse al puerto de Barcelona o al de Alicante.
Sello de correos dedicado a Pla, tocado con su característica boina. Emporion
La participación de Pla en los servicios de información franquistas se ve confirmada por un informe de los servicios republicanos en París, a partir del trabajo de los agentes X9 y X8, infiltrados en el bando nacional. Estos agentes, el 16 de junio de 1937, enviaron un completo esquema del funcionamiento del SIFNE en Francia y, en el apartado "agentes subalternos de información y enlace", incluyeron a Josep Pla, cuyo número secreto era 010.

Uno de los aspectos de la historiografía sobre la Guerra Civil que aún están por explotar es el del papel de destacados intelectuales y empresarios catalanes en la creación de los servicios secretos franquistas.

 La participación en los mismos de Pla, Sentís, Bertrán y Musitu…, entre otros nombres de la alta burguesía catalana, un secreto a voces desde hace tiempo, ya no podrá ser negada tras las investigaciones que pone de manifiesto el historiador Muntanyà.



Fuentes documentales

Bibliografía y documentos PDF
 

ALCALDE, J. y Grupo de Investigación Teoría. Los Servicios Secretos en España. E-books UCM, 2008.
CAYUELAS, R. Relatos inéditos de los submarinos republicanos. C-2 y C-5.  Editorial Club Universitario. San Vicente (Alicante), 1999.  
HEIBERG, M. y ROS, M. La trama oculta de la Guerra Civil. Los servicios secretos de Franco, 1936-1945. Editorial Crítica, Barcelona, 2006.

Revistas digitales

- Carlos Sentís, D’ Ors y Plá, agentes secretos. La Gaceta, 09-10-2011.

Prensa digital

- Las culpas de los espías de Franco llegan a la tele. T. Polo. Público, 09-05-2010.
- Los espías de la Guerra Civil. L.M. Farraces. ABC
- A la caza de los espías de Franco. I. Gallo. El País, 10-05-2010.
- Trabajando para el enemigo. J. Reverte. El País, 18-03-2007.

Webgrafía

- Quan Pla espiava des de l'Empordanet. J.M. Bernils. Emporion.
Material audiovisual

- Los espías de Franco. Documental dirigido por Xavier Muntanyà. Canal de Historia. YouTube

02 octubre 2011

Los esbirros de Franco (y 2). La caza del niño rojo.


Cartel del Auxilio Social. Tiempo
 23 de agosto de 1938. El comandante y psiquiatra Antonio Vallejo Nágera recibe un telegrama firmado por el mismísimo Franco. Desde ese día, tiene luz verde para llevar a cabo sus experimentos psiquiátricos con los miles de prisioneros que empiezan a llenar campos de concentración y cárceles españolas. Con la creación del Gabinete de Investigaciones Psicológicas, Vallejo tendrá una ocasión única para confirmar su tesis: el marxismo es una enfermedad. Y el régimen, a su vez, dispondrá de una excusa científica para aplastar sin misericordia a los vencidos.

Siguiendo las doctrinas de la eugenesia y convencido de que la tara del socialismo se transmite a quienes rodean al afectado, el estrambótico médico promueve el tratamiento con electrochoques a esos rojos de una especie humana inferior, su aislamiento en granjas y quitarles a sus hijos para evitar el contagio. Esto último da lugar a  una expresión macabra, pero que hace rápidamente  fortuna: hay que separar el grano de la paja. (1)
El coronel Vallejo Nágera, jefe de los servicios psiquiátricos militares de Franco. El Mundo
Los golpistas de 1936 no sólo pretendían exterminar a sus rivales, como demuestran las más de 150.000 personas enterradas en las fosas comunes que el Tribunal Supremo le impide abrir a Garzón, sino también erradicar su ideología. Para conseguirlo, pensaron en quitarles a los republicanos sus hijos para poder sembrar en ellos la doctrina nacionalsindicalista y el odio a las ideas de sus familiares.

Las cárceles estaban  llenas de miles de mujeres, solas, embarazadas o con niños pequeños. Éstos serán sus primeros objetivos,  material a moldear para la construcción de la “nueva España”. No les faltaron para ello los numerosos esbirros del entramado del régimen.

Una de las más famosas fue María Topete Fernández, la directora de la Prisión de Madres Lactantes de Madrid. Su objetivo allí era reducir al máximo el contacto entre madres e hijos. Tenía a los niños todo el día en el patio, tanto si hacía frío como si hacía calor, y a las madres no las dejaba coger a los niños aunque tuvieran hambre, estuvieran sucios o lloraran. Muchos niños enfermaban y morían porque La Topete -como la llamaban las presas-  impedía que los atendiera el médico.

En dicha prisión, situada junto al río Manzanares, se llevaban a los recién nacidos horas antes de fusilar a sus madres.

Visita de autoridades a la Prisión de Madres Lactantes de Madrid en 1943. A la izquierda, María Topete Fernández, la directora. Imagina65
Gumersindo de Estella, un fraile capuchino destinado a la prisión de Torrero, en Zaragoza, se encargaba de dar asistencia espiritual a los presos condenados a muerte. Sus memorias, en las que recoge cómo a muchas mujeres condenadas a muerte les intentaban arrancar a sus criaturas a la fuerza del pecho y de los brazos mientras ellas se defendían a brazo partido, resultan escalofriantes. Unas monjas se llevaban a los bebés a la Casa de Maternidad donde les cambiaban los apellidos y eran adoptados por familias católicas y adictas al régimen. (2)

Pero éste no se conformó con reeducar a los hijos de los presos y de los fusilados. Tenían que asegurarse de que la “plaga roja” nunca más mancharía la nueva España. Y aprovechando la impunidad que tenían sobre los vencidos, se dieron casos de robos y secuestros de niños, sobre todo en la España rural. También aquí lo tuvieron fácil, pues la combinación de miedo, antiguos odios y delaciones hacían la vida imposible a personas que tenían alguien señalado como rojo.

La guerra había dejado huérfanos o desprotegidos a miles de niños que se convirtieron en vagabundos forzados. Miembros de la policía o de Falange hacían redadas de manera periódica para recogerlos y llevarlos a orfanatos. Cuando los hospicios del Auxilio Social, la organización caritativa fundada por Mercedes Sanz Bachiller, viuda del líder falangista Onésimo Redondo, se llenaron de huérfanos o hijos de presos, los ladrones de niños tuvieron lugares de sobra donde escoger su botín.

 Niños realizando el saludo fascista en el comedor de un hospìcio del Auxilio Social. Pan a cambio de adoctrinamiento. Diagonal

Gestionados la mayor parte de las veces por monjas o curas, la vida de los niños en estos «hogares» estaba marcada por el aislamiento, el hambre, la frialdad con la que eran tratados y las humillaciones cotidianas. Abundan los testimonios en los que recuerdan que les decían que eran escoria, hijos de horribles rojos, asesinos, ateos, criminales, que no merecían nada y que estaban ahí por pura caridad pública. Los niños, como es natural, no entendían bien de qué eran culpables. Sin embargo, en sus relatos aún hay espacio para el compañerismo y para el recuerdo del afecto que en el pasado habían recibido y que ahora les era negado.

Pero el régimen de Franco no se conformó solo con los hijos de los “rojos” en territorio español. Durante la guerra civil, muchos padres tuvieron que tomar la difícil decisión de confiar sus hijos a la República para que los evacuara al extranjero. Confiaban en que sus hijos, terminada la guerra, podrían regresar a una España liberada del fascismo. Pero la guerra la ganó Franco y decidió que todos estos niños tenían que regresar a España, con o sin la autorización de sus padres.

El régimen convirtió la repatriación de los menores en una gran operación propagandística. “Franco devuelve a las madres de España la alegría y el cariño de los que un día, por orden del Gobierno marxista, fueron arrancados de su patria y entregados a la tutela de las más antiespañolas instituciones internacionales”, decía el narrador de una película propagandística de la época. En muchos casos, sin embargo, el menor no era entregado a sus familias e iba a parar directamente a un asilo.

A muchos los fue a raptar al extranjero el Servicio Exterior de la Falange, a menudo, a los campos de concentración donde habían ido a parar los exiliados. Según datos recopilados por el historiador Ricard Vinyes, de 32.037 niños enviados por sus padres al exterior fueron repatriados 20.266.
Documento de la Falange relativo a la repatriación de niños. Fondos UGT. Estación soviética
Para que el asunto se revistiese de legitimidad, al poco de acabar la guerra Franco dictó dos leyes, según las cuales la patria potestad de todos los niños que entraban en el Auxilio Social pasaba a manos del Estado, que de esa manera podía cambiarles el nombre y entregarlos a quien quisiese.

Las ayudas oficiales para el esclarecimiento de esa trama macabra han sido nulas, como suele ocurrir con lo relacionado con la memoria histórica, y, de hecho, una de las cosas que proponía investigar el magistrado Baltasar Garzón en su intento de enjuiciar el franquismo era la odisea de los niños arrebatados a sus familias por los vencedores, pero la Audiencia Nacional lo paró.

Durante años los familiares se han topado con un muro de silencio cómplice. Un silencio que se pactó en la transición y que ha cubierto con un espeso velo nuestro pasado más reciente. El régimen de Franco aplicó sobre los hijos de los vencidos su mano más dura y cruel. Muchos niños murieron de inanición, otros fueron convertidos en enemigos de sus propios padres y algunos desaparecieron

Han tenido que pasar cuarenta años de dictadura y muchos de democracia para que estos terribles crímenes empiecen a salir a la luz.




NOTAS
(1) Ver en este mismo blog "A la caza del gen marxista"


Fuentes documentales

Bibliografía y documentos pdf


ALTED, A. El “instante congelado” del exilio de los niños de la Guerra Civil Española. ARMENGOU, M. y BELIS, R. Los niños perdidos del franquismo. Ed. De Bolsillo, Barcelona,2003.
CENARRO, A.  Los niños del Auxilio Social. Espasa. Madrid, 2009
PONS, E. Las guerras de los niños republicanos (1936-1995). Compañía literaria. Madrid, 1997.
RODRÍGUEZ, M.A. El caso de los niños perdidos del franquismo: Crimen contra la humanidad. Ed Tirant lo Blanc, Valencia, 2008.
VINYES, R. Irredentes. Las presas políticas y sus hijos en las cárceles franquistas. Temas de Hoy, Ediciones Planeta, Barcelona, 2010.

Revistas digitales

- Los niños perdidos del franquismo. Montse Armengou y Ricard Belis. Revista Pueblos, 08-08-2004.

Prensa digital

- ¿Será usted un niño robado por el fanquismo? B. Prado. El País, 16-01-2009.

Webgrafía

- Auxilio Social. Los niños del Hogar Juan de Ávila.
- Miles de secuestrados permanentes por el franquismo. AFECO.


Material audiovisual

- Miles de niños secuestrados por la dictadura de Franco en España. YouTube
- El exilio y los niños perdidos del franquismo. Programa radiofónico La Ventana. YouTube