Mi abuela Mercedes, viuda de rojo, que sacó adelante a dos hijas contra viento y marea, que a pesar de vivir en el mismo pueblo que los verdugos de mi abuelo no les dio el gusto de que la vieran llorar, que no podía ni ir al cementerio a ponerle unas flores a su marido, que era "como nuestra tierra, suave como la arcilla, dura del roquedal"... un día, siendo yo muy joven me dio un beso, de esos besos fuertes que ella daba, y despacio, al oído, me dijo: "¡No olvides nunca al abuelo, prenda!". Esa palabra, "prenda", pronunciada con el tono inimitable que tienen los de Torrellas cuando se la dicen a quienes quieren de verdad, la tengo como grabada. Aún me parece que la oigo cuando me acuerdo de ella.
En el transcurso de los años fueron muchas veces más las que me pidió que no olvidara. Ella debía intuir que tendríamos que ser sus nietos los que sacáramos al abuelo de la fosa donde lo echaron, como a un perro, para darle al menos una sepultura digna. Tengo con mi abuela esa deuda y me considero un buen pagador. Esa deuda tengo que pagarla.
Y debo saldarla, a pesar de las dificultades que me voy encontrando en el camino, dificultades que describe de una forma espléndida Benjamin Prado en su artículo de El País Un tupido velo- 140.000 muertos invisibles. (¡Gracias, Saiza, por publicarlo en tu blog!).
En este país de olvido fácil, donde la inofensiva tarea de exhumar a nuestros muertos para darles una sepultura digna a unos les parece una provocación -casualmente a los descendientes de quienes les asesinaron- y a otros una pérdida de tiempo, son más los obstáculos que las facilidades para cerrar de una vez las heridas que nunca se han cerrado.
Menos mal que, de cuando en cuando, encuentras la comprensión de alguien como Alfredo, un funcionario que tras escucharme esta mañana y frotándose discretamente los ojos empañados, me ha dicho: "Yo también soy nieto de fusilado". Y todo ha sido más fácil.
En el transcurso de los años fueron muchas veces más las que me pidió que no olvidara. Ella debía intuir que tendríamos que ser sus nietos los que sacáramos al abuelo de la fosa donde lo echaron, como a un perro, para darle al menos una sepultura digna. Tengo con mi abuela esa deuda y me considero un buen pagador. Esa deuda tengo que pagarla.
Y debo saldarla, a pesar de las dificultades que me voy encontrando en el camino, dificultades que describe de una forma espléndida Benjamin Prado en su artículo de El País Un tupido velo- 140.000 muertos invisibles. (¡Gracias, Saiza, por publicarlo en tu blog!).
En este país de olvido fácil, donde la inofensiva tarea de exhumar a nuestros muertos para darles una sepultura digna a unos les parece una provocación -casualmente a los descendientes de quienes les asesinaron- y a otros una pérdida de tiempo, son más los obstáculos que las facilidades para cerrar de una vez las heridas que nunca se han cerrado.
Menos mal que, de cuando en cuando, encuentras la comprensión de alguien como Alfredo, un funcionario que tras escucharme esta mañana y frotándose discretamente los ojos empañados, me ha dicho: "Yo también soy nieto de fusilado". Y todo ha sido más fácil.
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Me he sentido emocionada al leer estas lineas, la abuela estaria orgullosa de ver lo que estamos haciendo ,o mejor dicho lo que estas consiguiendo"prenda" como diria ella gracias Dan por hacer su sueño y el de la mama realidad, o por lo menos intentalo, un beso de esos de verdad.
ResponderEliminarLo estamos haciendo entre todos, cada uno a su manera. Lo importante es hacerlo con el espíritu de la abuela, con esa fuerza que tenía para todo, esa fuerza que convertía montañas en valles, esa fuerza que también tenemos nosotros.
ResponderEliminarElla nunca se rindió y eran tiempos más difíciles que estos. Debemos honrarla entre todos haciendo realidad su sueño.
Otro beso de verdad para ti.
Cuanto tuvo que sufrir tu abuela tragandose la pena para los adentros, y cuanto suerte tuvo de tener un nieto como tú, portador del testigo que ella llevó y que no pudo reivindicar. Tú lo estás haciendo en su lugar, y ya veo que no por cumplir una promesa, sino porque así lo sientes y te sale de dentro.
ResponderEliminarUn abrazo