Extracto del libro Trece rosas rojas, de Carlos Fonseca"Madrugada del 5 de agosto de 1939. Una descarga atronadora retumba en el silencio del día que comienza a despuntar. Después, con una cadencia monótona, suenan los disparos secos del jefe del pelotón de fusilamiento que remata a las víctimas, una a una, con el tiro de gracia. Las presas de la prisión de Ventas, que desde hace horas esperan ese fatídico momento, cuentan en voz baja: «uno, dos, tres, ... trece».
El viento denso y pegajoso del verano hace perfectamente audible aquellos terribles sonidos en el centro penitenciario, distante apenas 500 metros en línea recta del cementerio del Este. Saben así que sus compañeras, que a partir de ese momento pasaran a formar parte de la memoria colectiva de la lucha contra el franquismo como Las Trece Rosas, han sido fusiladas. Su delito: ser rojas."
La historia de las Trece Rosas es la de miles de mujeres anónimas detenidas, recluidas, vejadas y asesinadas en las cárceles franquistas. Su historia transcurre en cualquiera de las muchas prisiones de la época dirigida por sádicas monjas que sometían a las detenidas a constantes humillaciones y a una férrea disciplina militar.
Su castigo fue doble: por “rojas” y por “liberadas”. La historia de la mayoría comenzaba cuando las detenían, les rapaban el pelo al cero, y las obligaban a tragar aceite de ricino mediante el procedimiento de meterles un embudo en la boca, en el que volcaban media garrafa. Muchas se ahogaban en su propio vómito de sangre debido a las heridas provocadas por la "colocación" del embudo.
Después, las unían a otras y eran obligadas por la Guardia Civil a caminar de pueblo en pueblo, para exponerlas en las plazas, sucias por la descomposición y la gastroenteritis producidas por el ricino, deshidratadas, desfallecidas, todas las moscas pegadas a ellas, incluso a veces desnudadas en público para que todos se rieran y burlaran, e incluso les tirasen piedras, en un intento brutal de aniquilarlas moral y físicamente.
Su castigo fue doble: por “rojas” y por “liberadas”. La historia de la mayoría comenzaba cuando las detenían, les rapaban el pelo al cero, y las obligaban a tragar aceite de ricino mediante el procedimiento de meterles un embudo en la boca, en el que volcaban media garrafa. Muchas se ahogaban en su propio vómito de sangre debido a las heridas provocadas por la "colocación" del embudo.
Después, las unían a otras y eran obligadas por la Guardia Civil a caminar de pueblo en pueblo, para exponerlas en las plazas, sucias por la descomposición y la gastroenteritis producidas por el ricino, deshidratadas, desfallecidas, todas las moscas pegadas a ellas, incluso a veces desnudadas en público para que todos se rieran y burlaran, e incluso les tirasen piedras, en un intento brutal de aniquilarlas moral y físicamente.
Mujeres republicanas represaliadas en Montilla (Córdoba).
Todos estaban vigilados y se tomaba puntual nota de los que no las humillasen con el suficiente entusiasmo. Muchas veces, entre los "espectadores", estaba la propia madre de alguna de las mujeres, obligada a asistir al espectáculo con la impotencia y el desgarro en el alma al ver a su hija en semejantes circunstancias.
¿Y todo por qué? En la mayoría de los casos por su relación con republicanos, por no haberlos delatado, por no poder atrapar a sus maridos que estaban en el frente o habían huido a Francia, por haber pertenecido al Socorro Rojo y realizar trabajos humanitarios… aunque también abundaron las venganzas personales de pretendientes rechazados.
Las supervivientes de aquellos terribles castigos eran llevadas a la cárcel, casi siempre un convento que se había habilitado. Allí muchas morían por hambre, desnutrición, falta de agua e higiene, hacinamiento, epidemias de piojos, sarna, tuberculosis…, en las filas del patio en el que eran obligadas a permanecer horas y horas, formadas de pie para ser contadas, para coger la comida, para lo que fuera, acabando en un estado de delgadez tal, que muchas tenían la última vértebra al descubierto, por lo que sólo podían sentarse de lado, aguantando un reglamento interno que las llevaba al límite de la supervivencia psíquica y física.
¿Y todo por qué? En la mayoría de los casos por su relación con republicanos, por no haberlos delatado, por no poder atrapar a sus maridos que estaban en el frente o habían huido a Francia, por haber pertenecido al Socorro Rojo y realizar trabajos humanitarios… aunque también abundaron las venganzas personales de pretendientes rechazados.
Las supervivientes de aquellos terribles castigos eran llevadas a la cárcel, casi siempre un convento que se había habilitado. Allí muchas morían por hambre, desnutrición, falta de agua e higiene, hacinamiento, epidemias de piojos, sarna, tuberculosis…, en las filas del patio en el que eran obligadas a permanecer horas y horas, formadas de pie para ser contadas, para coger la comida, para lo que fuera, acabando en un estado de delgadez tal, que muchas tenían la última vértebra al descubierto, por lo que sólo podían sentarse de lado, aguantando un reglamento interno que las llevaba al límite de la supervivencia psíquica y física.
Prisión de Saturrarán, antiguo balneario situado en la costa entre las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, habilitado como cárcel de mujeres.
Las humillaciones a las que se las sometía alcanzaban niveles de total deshumanización. No había día en que no sacaran a varias para llevarlas a fusilar, en ocasiones tras una parodia de juicio, y otras veces, directamente ejecutadas extrajudicialmente. Y las que conseguían librarse, si podían, acababan marchándose de sus pueblos al no poder resistir la vergüenza y humillación por las vejaciones sufridas, rechazadas por todos, dado que las represalias para con quien las acogiese eran terribles.
Mientras que a los hombres se les encarcelaba solos, no debiendo preocuparse dentro de la cárcel más que de sí mismos, a las mujeres se las encarcelaba con sus hijos, (*) teniendo que vivir la impotencia, el desgarro y la locura de verlos morir por carencias de todo tipo: agua, comida, medicinas, ropa… Las criaturas morían en las cárceles como moscas por el hambre, la deshidratación, el frío, la tiña, los piojos, la tuberculosis, las gastroenteritis y la sarna.
Mientras que a los hombres se les encarcelaba solos, no debiendo preocuparse dentro de la cárcel más que de sí mismos, a las mujeres se las encarcelaba con sus hijos, (*) teniendo que vivir la impotencia, el desgarro y la locura de verlos morir por carencias de todo tipo: agua, comida, medicinas, ropa… Las criaturas morían en las cárceles como moscas por el hambre, la deshidratación, el frío, la tiña, los piojos, la tuberculosis, las gastroenteritis y la sarna.
"Fiesta" infantil en la prisión de San Antón de Madrid, con motivo de recibir los reclusos la visita de sus hijos, 5 de noviembre de 1939. Sus caras lo dicen todo.
Llegaron a crear cárceles específicas para mujeres con hijos e hijas, llamadas eufemísticamente "prisiones para madres lactantes", en realidad pensadas para aniquilar a las mujeres y a sus hijos. Fue tristemente famosa "la maternal" de Segovia, cuya directora, María Topete, falangista, se distinguió por el trato inhumano que dio a las presas y a sus hijos. Sólo los dejaba con sus madres el tiempo imprescindible para darles la escasa comida y asearlos; después las llevaban al patio donde las dejaban todo el día sin agua ni comida, incluidos los lactantes, al margen del tiempo que hiciese, incluso en pleno invierno, a bajo cero. Supervivientes atestiguaron que cada día, al meterlas dentro para pasar la noche, muchas habían quedado muertas en el patio por el frío, el hambre o la deshidratación.
La monja, el militar, el alcaide, el cura y el cacique. La mujer, sola.
La monja, el militar, el alcaide, el cura y el cacique. La mujer, sola.
Pero con todo, la peor pesadilla de las presas fueron las carceleras monjas, pertenecientes a órdenes religiosas de mujeres dedicadas ex profeso a este fin. El trato de ellas recibido era infinitamente más cruel que el de las funcionarias, pertenecientes a la Sección Femenina. Hay que destacar por su crueldad a las órdenes religiosas Hijas de la Caridad, Mercedarias de la Caridad, Hijas del Buen Pastor, la Orden de las Cruzadas, creada especialmente para reeducar a las mujeres en las cárceles, la Orden de San Vicente de Paul…
Sin embargo, las presas, a pesar de aquellas terribles condiciones, fueron capaces de crear cadenas de solidaridad para ayudar a las más necesitadas, de desarrollar actividades recreativas y culturales y de organizar huelgas de hambre y plantes. Las más preparadas daban clases de alfabetización, matemáticas e historia, y todo ello sin libros, sin mesas, sin pizarras, sin nada. Llegaron a editar publicaciones y crearon bibliotecas, incluso compusieron canciones que cantaban con voz queda en las largas horas de patio para no perder la moral, y afrontaban la pena de muerte con dignidad y valor. Celebraban el 1º de Mayo y el 14 de Abril…Su resistencia nunca se apagó.
La última carta de Julia Conesa.
"Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente. Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar. Que mi nombre no se borre de la historia".
Estas fueron las últimas palabras de Julia Conesa, una de las Trece Rosas, en una carta que consiguió hacer llegar a su madre horas antes de su fusilamiento, el 5 de Agosto de 1939.
Cuando leo a toda esa caterva de “historiadores” revisionistas, a los que se reinventan la historia para reflejar sólo supuestos errores del bando republicano y que “olvidan” todo lo que hizo el bando golpista; cuando oigo a quienes se quejan de que “sólo” se quiera hacer homenajes a las víctimas republicanas; cuando veo el pesimismo de muchos de quienes somos sus hijos, sus nietos y sus bisnietos, dejándonos vencer por el derrotismo, me digo a mi mismo que no podemos volver a ser, de nuevo, los vencidos.
Ellas fueron las novias, esposas, viudas, madres o hijas de aquellos «rojos, masones o comunistas». Pero fueron también mujeres independientes, activistas políticas o simplemente amantes de la libertad republicana.
Nos dieron toda una lección de valentía y de dignidad. Gracias a ellas hemos heredado un mundo más libre, más humano, más igualitario.
No dejaremos que sus nombres se borren en la Historia.
¡Salud, República y Memoria!
Cuando leo a toda esa caterva de “historiadores” revisionistas, a los que se reinventan la historia para reflejar sólo supuestos errores del bando republicano y que “olvidan” todo lo que hizo el bando golpista; cuando oigo a quienes se quejan de que “sólo” se quiera hacer homenajes a las víctimas republicanas; cuando veo el pesimismo de muchos de quienes somos sus hijos, sus nietos y sus bisnietos, dejándonos vencer por el derrotismo, me digo a mi mismo que no podemos volver a ser, de nuevo, los vencidos.
Ellas fueron las novias, esposas, viudas, madres o hijas de aquellos «rojos, masones o comunistas». Pero fueron también mujeres independientes, activistas políticas o simplemente amantes de la libertad republicana.
Nos dieron toda una lección de valentía y de dignidad. Gracias a ellas hemos heredado un mundo más libre, más humano, más igualitario.
No dejaremos que sus nombres se borren en la Historia.
¡Salud, República y Memoria!
(*) Hablaré de los niños más extensamente en la próxima entrada.
Para la realización de esta entrada me he basado en el artículo "Mujeres en el franquismo", de Amparo Salvador Villanova, presidenta del Fòrum per la Memòria del País Valencià.Fue publicado en la versión impresa de la Revista Pueblos, el 14 de octubre de 2008.
Para la realización de esta entrada me he basado en el artículo "Mujeres en el franquismo", de Amparo Salvador Villanova, presidenta del Fòrum per la Memòria del País Valencià.Fue publicado en la versión impresa de la Revista Pueblos, el 14 de octubre de 2008.
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Aunque la historia de las trece rosas rojas es conocida, es tal tu fuerza al narrar las humillaciones y vejaciones que sufrieron aquellas mujeres, como tantas otras mujeres republicanas, que se me ha puesto el alma en un puño. Me pasó cuando leí el libro de Carlos Fonseca. Haces bien en recordárnoslo para que la historia no las olvide. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarEs una historia que me llena de emoción. A la que he dedicado varias entradas. Mi madre estuvo a punto de ser la 14 rosa, y lo conozco bien, me lo contó muchas veces. Y qué decir de estas mujeres que sufrieron en carne propia la represalia del franquismo que fue atroz con ellas.
ResponderEliminarQue nunca nos falle la memoria y que sus recuerdos nos den la fuerza para mantener su honor siempre.
Salud y República
Vi la pelicula "Las trece rosas" y me dejó impastado. Y me imagino que las circunstancias de ellas se repetirían en miles de presas que como tu señales si único crimen fue ser hermana, hija o esposa de algún dirigente repúblicano, además de las que fueron activas luchadoras por la libertad.
ResponderEliminarTus relatos contribuyen a ayudarnos a mantener firme nnuestra lucha por la defensa de la dignidad de los defensores de la legalidad republicana.
Salud, República y Socialismo
Querido hermano, hacía mucho, quizás un año que no lloraba, pero he tenido que detener mi lectura porque no podía ver, no te puedo explicar la sensanción de dolor que siento al imaginar todo eso.
ResponderEliminarQue existan hijos de puta capaz de hacerle eso a mujeres, las imagino pobrecitas llenas de suciedad y vergüenza al ser paseadas por los pueblos pero no dudo que lo único que lo que en realidad mostraban al contrario de lo que querían sus verdugos era una belleza incomparable porque eran mujeres primero y segundo por que representaban el ideal por el cual habían luchado y asi sucias y humilladas seguramente seguian siendo hermosas. ASÍ NO SE TRATA A UNA MUJER, eso es de hijo de puta, de mal nacido, no te imaginás la sensación de dolor e impotencia de pensar el el padecimiento de esas mujeres, verdaderas mártires.
Que lo hagan con nosotros es de esperar, uno está en ruedo, pero con mujeres y niños es de mal nacido.
Todos tus relatos me sensibilizan pero te aseguro que esto ha sido lo mas doloroso para leer.
No dudo que en el fondo tu pueblo y el mío son pueblos pacíficos sino yo creo que todavía valdría la pena ir a buscar a esos hijos de puta tengan la edad que tengan y cargárselos como merecen.
Te mando un abrazo
¡VIVA LA REPUBLICA!!
Lástima de película, en mi opinión.
ResponderEliminarDe todas maneras, lo importante es su historia de ejemplo y honestidad
saludos
Acabo de leer una entrada en el blog de Carmen sobre el trato vejatorio de la mujer en el islam,y ahora leo esta entrada tuya sobre la mujer republicana en el franquismo, y toda esa gente de misa diaria que se rasga las vestiduras cuando ven a una mujer con velo en el telediario, son incapaces de reconocer que compatriotas suyos es cierto 70 añoos antes,pero que ellos lo han bendecido, se cometieron aberraciones contra ellas por el simple hecho de ser rojas y libres y por buscar un mundo mejor para todos,especialmente repugnante me parece la actitud misericordiosa de la iglesia encargada de regentar esos campos de exterminio mal llamados carceles,ordenes religiosas que la mayoria se apellidan "de la caridad",esos mismos que hoy claman por "el derecho a la vida" y que sigen beatificando sus martires,pero para nosotros los verdaderos martires son personas como esas trece rosas y otras tantas que deben de permanecer en nuestro recuerdo y en la historia de nuestro pais aunque no hayan merecido placa alguna en ninguna plaza ni iglesia.Para saber a donde ir hay que saber de donde se viene,que nunca perdamos el recuerdo de tanta gente que dio su vida para que nosotros y nuestros hijos tuvieramos un poco mas de libertad.Un saludo y sige con estas maravillosas entradas.
ResponderEliminarCarmen, me limito a recoger de aquí y de allí los comentarios que las supervivientes cuentan o contaron antes de fallecer, pues ya son muy mayores. Creo que la realidad superó con mucho a cualquier relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Rafael, ya sabía yo que "de casta le viene al galgo". No te preocupes, haremos todo lo que esté en nuestra mano para que no se les olvide.
Un abrazo.
Antonio, yo no he visto la película ni otras muchas que van sobre temas similares. Desde que tengo que leer y contar luego en el blog tantas injusticias y barbaridades que les hicieron a los republicanos, me encuentro tan saturado que no tengo ganas de seguir sufriendo. Lo dejaré para más adelante.
Un abrazo.
Lux, la mayoría de aquellos hijos de puta están muertos y ójala que estén en ese infierno en el que ellos debían creer y al que condenaron en vida a tantos de los nuestros. aunque lo intentaron, no lograron acabar con su entereza y su dignidad.
Un abrazo.
Noel, ese ejemplo que nos dieron lo llevamos en el corazón y es el que nos mueve para seguir adelante para que la Memoria Histórica consiga en este país el lugar que le corresponde.
Un abrazo.
Severino, algún día pondremos a todos en su sitio, especialmente a esa iglesia no sólo cómplice sino asesina activa de los nuestros.
Un abrazo.
Querido daalla, como me alegra ver y saber que no estoy sola en este camino de Memoria, además que tu narración es toda emoción y fuerza. Por que sus nombres no se borren de la historia. Un besazo.
ResponderEliminarPor supuesto que no estás sola Saiza. No somos muchos pero tenemos que conseguir multiplicarnos, como tú lo haces.
ResponderEliminarYa sabes que aquí, en Zaragoza, tienes un amigo.
Salud y República.
Nunca agradeceremos bastante a esas mujeres todo lo que hicieron que que nosotros viviéramos una vida y una sociedad mejor. Me emociona profundamente que les hayas dedicado esta entrada, porque las mujeres son con frecuencia, las olvidadas de siempre a la hora de hacer memoria, pero las castigadas siempre a la hora de las venganzas. Un abrazo muy, muy fuerte.
ResponderEliminarOpino como tú, Isabel. Nunca obtendrñan las mujeres el reconocimiento que merecen por su labor durante la república, en la guerra civil y en el franquismo y por todo lo que las hicieron sufrir. Nosotros al menos les debemos que no las echen al olvido en espera de que vengan tiempos mejores.
ResponderEliminarUn beso.
Te juro que me quedé sin palabras. Se ensañan con los más débiles. A veces me pregunto que es lo que se quiere demostrar mostrándose cruel e implacable con los más débiles.
ResponderEliminar¿Y las monjas siendo crueles con mujeres como ellas, con niños? ¿qué muestran con esas actitudes de su religión, de su dios?
Perdón, pero me indigna demasiado como para dejar un comentario coherente.
Un abrazo.
Entiendo tu indignación, Marcela. Parece increíble que las "monjitas", tan dulces ellas, pudieran ser capaces de aquellas barbaridades. Pero existen cientos de testimonios que las incriminan por tratos crueles, vejatorios y humillantes en una proporción y una intensidad infinitamente mayores que las funcionarias de prisiones.
ResponderEliminarFueron el infierno en la tierra para miles de mujeres y sus hijos.
Un abrazo.
Esta historia me causó un gran impacto cuando supe de ella (por el libro de Juan Ferrero "Las trece rosas"), y cada vez que la recuerdo, ya sea por comentarios en los medios, o porque simplemente me viene a la mente, me sigue impactado.
ResponderEliminarHoy me has impactado tú, porque además has hecho que al leerte me has hecho lanzar para mis adentros un grito de reveldía y de revelamiento.
Un abrazo
Sí, Verdial. Es el grito de cualquier persona bien nacida contra la injusticia, contra los abusos y la tortura. Y me temo que todavía sólo somos conscientes de la punta del iceberg.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una de las mejores entradas que he leido, me ha encogido el corazón... Gracias amigo
ResponderEliminarLa verdad, Misterrojo, que es para eso y para más. Aquella canalla fascista hizo barbaridades sin cuento y sin nombre.
ResponderEliminarUn abrazo.