.post blockquote { width:275px; margin: 10px 0 10px 50px; padding: 10px; text-align: justify; font-size:15px; color: #e1771e; background: transparent; border-left: 5px solid #e1771e; } blockquote { border-left:3px solid #CCCCCC; color:#776666; font-style:italic; padding-left:0.75em; } Fusilados de Torrellas: Un sueño se cumple http-equiv="Content-Type" content="text/html; charset=UTF-8" />

Un sueño se cumple


Puerta de acceso al cementerio.

Parecía que se hubiesen quedado dormidos, tal era la sensación de placidez que parecían reflejar sus posturas, tres de ellos tendidos hacia arriba y el otro de costado. Todos tenían las manos juntas sobre el pecho, como si estuviesen rezando. Al principio temimos que estuviesen atados. Muchos han sido ya los restos de republicanos hallados en fosas maniatados con alambre, un material que desafía al tiempo.

Pero no era así. Los expertos de Aranzadi nos tranquilizaron enseguida. Sus manos estaban así porque así se las colocó quien les dio sepultura, un enterrador del cementerio que, conocedor de su oficio y poseedor de la piedad propia de quien se dice que compartía con ellos las mismas ideas, quiso ubicarlos en la fosa de la manera más digna posible.


Si hubieran sido enterrados donde los mataron, sus asesinos los hubieran enterrado de cualquier manera, de forma que sus huesos estarían mezclados haciendo mucho más difícil su identificación. Creo que todos los familiares, sin decirlo abiertamente, sentimos en el alma no poder agradecerle a aquel profesional su trabajo bien hecho y la dignidad con la que había tratado a los nuestros, en aquellos tiempos de infamia y de violencia.


Se encontraban justo donde Concepción, una anciana de Ágreda, había declarado verlos cuando aún era una niña en aquella mañana del 20 de octubre de 1936. Escondida en una torre al lado del cementerio, “el Palomar”, supo decirnos tantos años después el lugar exacto en el que había que cavar.


Desde esta torre, "El Palomar", situada junto a la tapia del cementerio, pudo ver Concepción el lugar donde enterraban a los nuestros. Tenía 9 años.
Su testimonio fue corroborado por la ciencia. El día anterior el georradar había confirmado que había un enterramiento donde Concepción señalaba. Así nos lo explicó Luis Avial, que había operado el aparato, la noche anterior a la exhumación. Aquella noche comenzamos a ser conscientes de la profesionalidad y de la experiencia de los profesionales de la Sociedad Aranzadi que vinieron a realizar el trabajo.

En el transcurso de las horas que pasamos con ellos descubrimos también su inmensa humanidad que derrocharon con todos nosotros, siempre accesibles, siempre dispuestos a escucharnos y a responder nuestras preguntas. Nos transmitían una sensación de seguridad, la que se siente cuando sabes que estás en buenas manos.


Jamás olvidaré lo que sentí al ver aparecer el primer cráneo. “¡Ya está!”, pensé. Puede que hasta lo dijera en voz alta. Todos nos quedamos en silencio, sobrecogidos por aquella visión. Era la primera vez en 74 años que alguien veía lo que quedaba de nuestros abuelos. Tuve la corazonada de que aquellos huesos rotos, los primeros que salían, pertenecían a mi abuelo Feliciano. Cuando me serené, pensé que era un pensamiento algo ingénuo pues seguro que los familiares de los otros tres compañeros de mi abuelo habían pensado lo mismo y que sólo el análisis científico confirmaría a quién de los cuatro pertenecía aquella calavera rota por el tiro de pistola que llaman “de gracia”.


Pero esa sensación de pertenencia no me abandona a pesar de los días transcurridos.


Los profesionales de la Sociedad Aranzadi trabajando en la parte más delicada de su impagable labor.
Quienes sí pudieron desde el principio estar seguros de su identidad fueron los familiares de Marcelino. Era con mucho el más joven, pues sólo contaba con unos 16 años cuando lo asesinaron. Sus huesos, a los ojos de los profesionales de Aranzadi, mostraron enseguida su juventud. Fue todo un privilegio escuchar la clase magistral que Francisco Echeverría, el director de la exhumación, dirigía a las estudiantes de medicina que se habían desplazado a Ágreda renunciando a un fin semana de ocio, más que merecido, en su País Vasco natal.

Poco a poco los huesos de Marcelino, Luis, Gregorio y Feliciano iban emergiendo de la tierra que les había ocultado tanto tiempo. Un paciente y meticuloso trabajo de limpieza los iba liberando, a la par que aparecían también pequeños objetos personales, botones, una moneda, restos de lo que pudo ser una bufanda… Pobres objetos de gente pobre, como puso de manifiesto la artrosis de las vértebras lumbares de los más mayores, dolencia propia de quienes desde muy temprana edad habían tenido que trabajar muy duro para ganarse la vida.


Mientras los profesionales realizaban esta necesariamente lenta tarea bajo la lona que les cobijaba, los familiares estuvimos aguantando a pie firme el tiempo infernal que se desató aquella primera tarde. Parecía como si los dos guardianes de nuestros abuelos, el gran ciprés y el Moncayo, se hubieran confabulado para impedir que se los arrebatáramos.


Casquillo de una bala de pistola.
Pero ni el frío, ni la lluvia, ni el cierzo, ni todas las furias desatadas hubiesen logrado que desistiéramos. Teníamos la fuerza y el tesón de nuestras abuelas, la fuerza y el tesón que derrocharon para enfrentarse a la vida sin sus maridos, para mirar sin bajar la vista a quienes en Torrellas les habían denunciado, tan culpables de su muerte como los que apretaron el gatillo

Teníamos la fuerza y el tesón de Calixto, hijo de Gregorio, y de Mercedes, hija de Feliciano, los últimos de su generación. Y teníamos la fuerza de nuestros hijos, bisnietos de aquellos a quienes estábamos exhumando.


Llegó por fin el momento de levantar sus restos y catalogarlos. Es curioso lo poco que ocupan los huesos de una persona…Introducidos en cajas de plástico, sobraba espacio para transportarlos.


Y sobra espacio...
La fosa quedó vacía. Mientras la contemplábamos aún incrédulos por lo que habíamos conseguido hacer, fueron saliendo de nuestros labios palabras que intentaban expresar el torrente de sentimientos que experimentábamos: alivio, descanso, recuerdo, gratitud…

Iván Aparicio, presidente de Recuerdo y Dignidad, tuvo el atinado gesto de introducir una bandera republicana en aquella fosa que retuvo los cuerpos de los nuestros casi durante tres cuartos de siglo.


Esa bandera representaba por igual a los cuatro. De nuevo, como tantas otras veces, no pude por menos que admirarles. Cuatro hombres sencillos y honrados de un pequeño pueblo que no salía en los mapas… cuatro personas con poca cultura, en un país donde 8 de cada diez eran analfabetos… habían sido capaces de trascender de lo cotidiano, de elevarse por encima de sus duras condiciones de vida y se habían atrevido a soñar con un mundo más justo y a trabajar por él con los limitados medios a su alcance.


Su sueño terminó en pesadilla. Los poderosos no quisieron permitir los tímidos avances que intentaban llevar a cabo con la República. Por eso los mataron, a ellos que nunca habían tenido un arma en sus manos, pues su única arma fue la palabra…Por eso los mataron, en un lugar de la retaguardia donde jamás hubo una guerra civil ni combatieron ejércitos, pero donde las partidas paramilitares, los perros de presa de los terratenientes asesinaban cada noche con la bendición de los curas y el aplauso de la gente de “orden”.


Una bandera republicana presidió toda la exhumación. Otra fue enterrada en el lugar que ocuparon los nuestros.
La excavadora iba cubriendo de nuevo la fosa. Mientras la bandera tricolor desaparecía de la vista me prometí que esto no podía acabar así. Es mucho lo que hemos conseguido, pero esto no deja de ser una pequeña reparación para los familiares.

Hemos recuperado la memoria de los nuestros. No su dignidad, pues nunca la perdieron. Pero queda todavía la reparación que se les debe hasta conseguir algo parecido a la justicia.


Por eso mis últimas palabras fueron y siguen siendo


¡Salud y República!



Las imágenes que acompañan a esta entrada pertenecen a Mercedes, mi hermana, infinitamente mejor fotógrafa que yo.

20 comentarios:

Noelplebeyo dijo...

Pues amigo Daniel, aun tengo un nudo en la garganta de la emoción de ser testigo de esta reparación que la historia ha dado a tus familiares y a todos nosotros... un abrazo y claro q esto no acaba así !!!

Martine dijo...

Daniel... Bufff estoy escribiendo con dificultad, mis ojos no me dejan ver con nitidez lo que escribo, luego lo corrijo.. Impresionante y conmovedor debió de ser este momento en que asomaban los restos del Primero de ellos..y lo describes de tal manera que nos sentimos allí presentes, no sólo con el corazón.. y sí también con tezón y con rabia.. ¡No se puede acabar aquí, no!

Besos muy muy emocionados, Daniel.

severino el sordo dijo...

Una tarea ha sido concluida ,ahora comienza otra ,conseguir como dijo auqella rosa que corrio su misma suerte,que sus nombres no se borren de la historia,nos vemos.

Felipe Medina dijo...

Amigo Daniel

Me alegro muchísimo que, por fin, hayáis exhumado el cadáver de tu abuelo y de sus dos compañeros.

La vida puede ser un horror pero éste no puede ser interminable.

Tres seres humanos,dignos y buenos,reposan después de tanta inquina.

Un fuerte abrazo para ti y tus seres más queridos

buda dijo...

Un sueño hecho realidad aunque solo sea en parte,pero como bien dices todo se andara,por que todavía no se ha terminado,es muy dificil explicar con palabras todos esos momentos allí vividos y dificiles de olvidar,primero por nuestra abuela y ver esa promesa cumplida y segundo por nuestra madre,que despues de 74 años,por fin puede sentirse en paz.
Te mando un beso enorme y como bien dijiste ante esa fosa vacia ¡SALUD Y REPUBLICA!

Marcela dijo...

Me alegro tanto de leer esto. Imagino tu emoción y la de tu familia y la de tantos que lucharon por este sueño hecho realidad, al fin. En serio, me alegro muchísimo.
Un beso grande.

mimi dijo...

Despues de haber leido tu testimonio,cuesta no emocionarte y pensar en la injusticia tan grande que les hicieron.Solo me consuela pensar que tanto a los que los denunciaron como a los que apretaron el gatillo se los llevara la peor de las enfermedades en la plenitud de sus vidas.Como bien dices todavia no se les ha hecho justicia y este solo ha sido el primer paso.besos

Saiza dijo...

Hola mi querido amigo, despues de tanto tiempo sin escribir no puedo pasar de puntillas sin dejarte unas palabras, pues siempre con tus entradas un nudo se nos hace en la garganta que dificilmente podemos explicar. Solo que me alegro que tu sueño se haya cumplido y esperamos que muchos más se sigan cumpliendo y dando dignidad la memoria de tantos olvidados. Un beso
¡Salud, Memoria y Libertad!

Paco Gracia dijo...

Hola!!
Un testimonio emocionante.
Cuando has hablado de la dignidad he recordado el prólogo que José Saramago escribió para el libro "Decidme como es un arbol", las memorias de Marcos Ana. Me apetece reflejarlas en tu blog, a través del cual dignificas, no solo a tu abuelo, sino a todas aquellas personas que un día lucharon por un mundo más justo.

"Dinos cómo es un árbol para que no dudemos de que algo en el mundo, fuera de estos muros, sigue luchando contra la infamia, contra la mentira, contra la crueldad demencial de los enemigos de la vida, dinos cómo es y dónde está la justicia para que le arranquemos la venda de los ojos y así pueda ver, por fin, a quienquiera que, de verdad, ha estado sirviendo, pero no nos digan cómo es la dignidad porque ya lo sabemos, porque incluso cuando parecía que no eran nada más que una palabra, comprendimos que era la pura esencia de la libertad en su sentido más profundo, ése que nos permite decir contra la propia evidencia de los hechos, que estábamos presos, pero éramos libres."

José Saramago. (Prólogo del libro "Decidme cómo es un árbol" de Marcos Ana)

Daalla dijo...

Queridos amigos, soy yo el que se emociona con vuestros comentarios. Podéis creerme si os digo que os tuve muy presentes aquellos días y que sentí vuestro apoyo en la distancia. Sigo contando con vosotros, pues esto no se ha acabado.
Un abrazo fuerte a todos

Paco Gracia, muy bien traidos esos dos grandes pensadores y escritores. Ellos, como nadie, expresan con profundidad y con belleza esas ideas que seguro anidaron en el corazón de mi abuelo y de sus compañeros, y de muchos otros como ellos.

Buda y Mimi, hemos cumplido el sueño que nos une a cuatro generaciones.Para nuestra abuela hubiera sido suficiente. Pero nosotros tenemos que hacerles justicia. Aún no sé cómo, pero esto aún no se ha acabado.
Un beso para las dos.

nexus. dijo...

Salud y República!!amigo Daniel. Tu testimonio me ha emocionado de verdad.
Es lamentable que después de tantos años, todavía la poderosa derecha reaccionaria,impida dar testimonio de justicia a aquellos que fueron cruel e impunemente asesinados.
Es vergonzoso que todavía hoy sigan enterrados en cunetas y bajo tapias, tantas personas sin una triste marca que delate su presencia para que sus familias puedan cerrar el ciclo del dolor y poder pasar página.
Es increíble que no podamos resarcir su memoria y acusar a los criminales con el dedo, conocer quienes fueron los que aoretaron el gatillo y quienes lo ordenaron, con nombres y apellidos, para que no puedan seguir sanado pecho sus herederos ideológicos...
Queda mucho por hacer, pero hemos de conseguirlo sin cejar en el intento, se lo debemos a todos aquellos que plantaron cara a la bestia del fascismo y lo perdieron todo.
Un abrazo Daniel, celebro que hayas podido recuperar a tu abuelo, aunque sea 70 años tarde.
Salud y República!!
Nexus.

Daalla dijo...

Gracias, Nexus. Algún día, como dices, tenemos que conseguir que se sepan los nombres de los asesinos, de sus cómplices, de todos los que fueron autores de aquel genocidio. Aunque ya no sirva para que cumplan con la justicia, al menos tendremos esa satisfacción moral.
Un abrazo
Salud y República

Isabel Barceló Chico dijo...

Querido amigo, casi me he sentido a tu lado al pie de esa fosa, con la emoción de ver un sueño cumplido: el de recuperar los restos de tu abuelo y los demás compañeros fusilados con él, para darles el trato digno que merecen. Y también me ha emocionado el recuerdo hacia su sepulturero, que quiso dar la mayor dignidad y decoro a esa despedida.
Creo que contigo se alegrarán muchas personas de bien, que desean/deseamos que se haga justicia. Y no hay justicia sin memoria ni sin reparación.
Un abrazo muy fuerte.

Daalla dijo...

Gracias, Isabel. Sí, hemos cumplido un sueño largamente acariciado. Ahora tenemos nuevas fuerzas para seguir luchando.
Un abrazo

Jesús Herrera Peña dijo...

Daniel, un relato muy poético, muy sensible y cargado sentires muy hondos. ¿Quién no se emociona con ello?
Que esa bandera republicana enterrada por las paladas de tierra de la escavadora, no sea el triste y crudo presagio de lo que le espera a la añorada y llorada república perdida y a la esperanzada república venidera.

Te felicito calurosamente por todo lo que has logrado ver aunque ya sea demasiado tarde.
Esta entrañable página de hoy pudiera parecer el colofón de la razón de ser de tu blog FUSILADOS DE TORROELLAS, pero en el fondo espero que tengas el empuje suficiente para seguir manteniendo este blog por el bien de muchas cosas y de mucha gente.

¡¡Salú, compañero!!

Daalla dijo...

Jesús, no sé lo que traerá el futuro, pero te puedo asegurar que a mi me queda cuerda para rato. Esto es el fin de una etapa que no empezó con la apertura de este blog ni terminará con la exhumación de mi abuelo y de sus compañeros, sino que los engloba y los trasciende. Quiero creer que la mía, en su pequeñez, también es una aportación útil para la Memoria ymla Justicia.
Salud y República

LUX AETERNA dijo...

Querido Daniel, Me emocionó leerte, es al fin el post que creo todos desde hace tiempo esperábamos leer, parece increible pero al final como las leyes de la naturaleza las cosas empiezan a nivelarse, es el justo equilibrio del orden natural. No dudo que tu abuelo y sus compañeros de fosa estarían orgullosos de toda la labor por ustedes realizada, de no aflojar para finalmente poder lograr darles la sepultura que merecen.
Y que bueno que se encontraran como vos lo describiste, por lo menos en el momento de morir una buena persona se encargó de sepultarlos como correspondia.
Te mando un abrazo muy fuerte desde acá lejos pero muy cerca de todos ustedes.
Sos un digno nieto de tu querido abuelo.

SALUD Y REPUBLICA!

Daalla dijo...

Gracias, Lux. Aún estamos intentando digerir todo lo que ha pasado. Es muy fuerte pensar que han tenido que llegar los nietos y los bisnietos para realizar algo que era a todas luces tan de justicia. Ójala que todos pudieran hacer lo mismo que nosotros, recuperar los restos de sus antepasados y darles una digna sepultura.Pero eso será imposible pues este país está lleno de fosas, las conocidas y las que no se sabrá nunca dónde éstán, además de las que ya se han destruído por diferentes razones.
Ahora toca descansar y alegrarse pero sin olvidar que esto no es el final sino una etapa más, aunque quizásla más importante.
Como siempre, te decuelvo ese abrazo.
Salud y República

Verdial dijo...

No sabes cuanto me he alegrado de que llegara esta entrada, que esperaba hacía tiempo. Por fin.
Ahora descansará en paz y vosotros también por haberlo conseguido, aunque haya aún muchos otros por encontrar.
Mi enhorabuena Daniel, tu satisfacción debe ser infinita.

Un abrazo

Daalla dijo...

Gracias, Verdial. Estoy muy satisfecho, es verdad, por mi pero sobre todo por mi madre. Era algo que anhelaba desde niña así que, pasados 74 años, tenía ilusión pero pocas esperanzas de conseguirlo. Ahora se le ha quitado un peso de encima. Y a los hijos también, aunque como bien dices, hay que ayudar a que otros consigan lo que nosotros hemos logrado.
Un abrazo

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