.post blockquote { width:275px; margin: 10px 0 10px 50px; padding: 10px; text-align: justify; font-size:15px; color: #e1771e; background: transparent; border-left: 5px solid #e1771e; } blockquote { border-left:3px solid #CCCCCC; color:#776666; font-style:italic; padding-left:0.75em; } Fusilados de Torrellas: abril 2009 http-equiv="Content-Type" content="text/html; charset=UTF-8" />

Las presas de Franco. Que su nombre no se borre de la Historia.

"Madrugada del 5 de agosto de 1939. Una descarga atronadora retumba en el silencio del día que comienza a despuntar. Después, con una cadencia monótona, suenan los disparos secos del jefe del pelotón de fusilamiento que remata a las víctimas, una a una, con el tiro de gracia. Las presas de la prisión de Ventas, que desde hace horas esperan ese fatídico momento, cuentan en voz baja: «uno, dos, tres, ... trece».

El viento denso y pegajoso del verano hace perfectamente audible aquellos terribles sonidos en el centro penitenciario, distante apenas 500 metros en línea recta del cementerio del Este. Saben así que sus compañeras, que a partir de ese momento pasaran a formar parte de la memoria colectiva de la lucha contra el franquismo como Las Trece Rosas, han sido fusiladas. Su delito: ser rojas."
Extracto del libro Trece rosas rojas, de Carlos Fonseca


La historia de las Trece Rosas es la de miles de mujeres anónimas detenidas, recluidas, vejadas y asesinadas en las cárceles franquistas. Su historia transcurre en cualquiera de las muchas prisiones de la época dirigida por sádicas monjas que sometían a las detenidas a constantes humillaciones y a una férrea disciplina militar.

Su castigo fue doble: por “rojas” y por “liberadas”. La historia de la mayoría comenzaba cuando las detenían, les rapaban el pelo al cero, y las obligaban a tragar aceite de ricino mediante el procedimiento de meterles un embudo en la boca, en el que volcaban media garrafa. Muchas se ahogaban en su propio vómito de sangre debido a las heridas provocadas por la "colocación" del embudo.


Después, las unían a otras y eran obligadas por la Guardia Civil a caminar de pueblo en pueblo, para exponerlas en las plazas, sucias por la descomposición y la gastroenteritis producidas por el ricino, deshidratadas, desfallecidas, todas las moscas pegadas a ellas, incluso a veces desnudadas en público para que todos se rieran y burlaran, e incluso les tirasen piedras, en un intento brutal de aniquilarlas moral y físicamente.


Mujeres republicanas represaliadas en Montilla (Córdoba).

Todos estaban vigilados y se tomaba puntual nota de los que no las humillasen con el suficiente entusiasmo. Muchas veces, entre los "espectadores", estaba la propia madre de alguna de las mujeres, obligada a asistir al espectáculo con la impotencia y el desgarro en el alma al ver a su hija en semejantes circunstancias.

¿Y todo por qué? En la mayoría de los casos por su relación con republicanos, por no haberlos delatado, por no poder atrapar a sus maridos que estaban en el frente o habían huido a Francia, por haber pertenecido al Socorro Rojo y realizar trabajos humanitarios… aunque también abundaron las venganzas personales de pretendientes rechazados.


Las supervivientes de aquellos terribles castigos eran llevadas a la cárcel, casi siempre un convento que se había habilitado. Allí muchas morían por hambre, desnutrición, falta de agua e higiene, hacinamiento, epidemias de piojos, sarna, tuberculosis…, en las filas del patio en el que eran obligadas a permanecer horas y horas, formadas de pie para ser contadas, para coger la comida, para lo que fuera, acabando en un estado de delgadez tal, que muchas tenían la última vértebra al descubierto, por lo que sólo podían sentarse de lado, aguantando un reglamento interno que las llevaba al límite de la supervivencia psíquica y física.


Prisión de Saturrarán, antiguo balneario situado en la costa entre las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, habilitado como cárcel de mujeres.

Las humillaciones a las que se las sometía alcanzaban niveles de total deshumanización. No había día en que no sacaran a varias para llevarlas a fusilar, en ocasiones tras una parodia de juicio, y otras veces, directamente ejecutadas extrajudicialmente. Y las que conseguían librarse, si podían, acababan marchándose de sus pueblos al no poder resistir la vergüenza y humillación por las vejaciones sufridas, rechazadas por todos, dado que las represalias para con quien las acogiese eran terribles.

Mientras que a los hombres se les encarcelaba solos, no debiendo preocuparse dentro de la cárcel más que de sí mismos, a las mujeres se las encarcelaba con sus hijos, (*) teniendo que vivir la impotencia, el desgarro y la locura de verlos morir por carencias de todo tipo: agua, comida, medicinas, ropa… Las criaturas morían en las cárceles como moscas por el hambre, la deshidratación, el frío, la tiña, los piojos, la tuberculosis, las gastroenteritis y la sarna.


"Fiesta" infantil en la prisión de San Antón de Madrid, con motivo de recibir los reclusos la visita de sus hijos, 5 de noviembre de 1939. Sus caras lo dicen todo.

Llegaron a crear cárceles específicas para mujeres con hijos e hijas, llamadas eufemísticamente "prisiones para madres lactantes", en realidad pensadas para aniquilar a las mujeres y a sus hijos. Fue tristemente famosa "la maternal" de Segovia, cuya directora, María Topete, falangista, se distinguió por el trato inhumano que dio a las presas y a sus hijos. Sólo los dejaba con sus madres el tiempo imprescindible para darles la escasa comida y asearlos; después las llevaban al patio donde las dejaban todo el día sin agua ni comida, incluidos los lactantes, al margen del tiempo que hiciese, incluso en pleno invierno, a bajo cero. Supervivientes atestiguaron que cada día, al meterlas dentro para pasar la noche, muchas habían quedado muertas en el patio por el frío, el hambre o la deshidratación.

La monja, el militar, el alcaide, el cura y el cacique. La mujer, sola.

Pero con todo, la peor pesadilla de las presas fueron las carceleras monjas, pertenecientes a órdenes religiosas de mujeres dedicadas ex profeso a este fin. El trato de ellas recibido era infinitamente más cruel que el de las funcionarias, pertenecientes a la Sección Femenina. Hay que destacar por su crueldad a las órdenes religiosas Hijas de la Caridad, Mercedarias de la Caridad, Hijas del Buen Pastor, la Orden de las Cruzadas, creada especialmente para reeducar a las mujeres en las cárceles, la Orden de San Vicente de Paul


Sin embargo, las presas, a pesar de aquellas terribles condiciones, fueron capaces de crear cadenas de solidaridad para ayudar a las más necesitadas, de desarrollar actividades recreativas y culturales y de organizar huelgas de hambre y plantes. Las más preparadas daban clases de alfabetización, matemáticas e historia, y todo ello sin libros, sin mesas, sin pizarras, sin nada. Llegaron a editar publicaciones y crearon bibliotecas, incluso compusieron
canciones que cantaban con voz queda en las largas horas de patio para no perder la moral, y afrontaban la pena de muerte con dignidad y valor. Celebraban el 1º de Mayo y el 14 de Abril…Su resistencia nunca se apagó.

La última carta de Julia Conesa.

"Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente. Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar. Que mi nombre no se borre de la historia".


Estas fueron las últimas palabras de Julia Conesa, una de las Trece Rosas, en una carta que consiguió hacer llegar a su madre horas antes de su fusilamiento, el 5 de Agosto de 1939.

Cuando leo a toda esa caterva de “historiadores” revisionistas, a los que se reinventan la historia para reflejar sólo supuestos errores del bando republicano y que “olvidan” todo lo que hizo el bando golpista; cuando oigo a quienes se quejan de que “sólo” se quiera hacer homenajes a las víctimas republicanas; cuando veo el pesimismo de muchos de quienes somos sus hijos, sus nietos y sus bisnietos, dejándonos vencer por el derrotismo, me digo a mi mismo que no podemos volver a ser, de nuevo, los vencidos.

Ellas fueron las novias, esposas, viudas, madres o hijas de aquellos «rojos, masones o comunistas». Pero fueron también mujeres independientes, activistas políticas o simplemente amantes de la libertad republicana.

Nos dieron toda una lección de valentía y de dignidad. Gracias a ellas hemos heredado un mundo más libre, más humano, más igualitario.

No dejaremos que sus nombres se borren en la Historia.

¡Salud, República y Memoria!

(*) Hablaré de los niños más extensamente en la próxima entrada.

Para la realización de esta entrada me he basado en el artículo "Mujeres en el franquismo", de Amparo Salvador Villanova, presidenta del Fòrum per la Memòria del País Valencià.Fue publicado en la versión impresa de la Revista Pueblos, el 14 de octubre de 2008.


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La memoria histórica... de Franco

La patria y la religión unidas en la glorificación a los "mártires de la cruzada"

"Por España, y el que quiera defenderla, honrado muera. Y el que traidor la abandone, no tenga quien le perdone, ni en tierra santa cobijo, ni una cruz en sus despojos, ni las manos de un buen hijo para cerrarle los ojos."



Aunque pronunciado siglos antes, este brindis de Diego Hernando de Acuña, capitán de los Tercios de Flandes, ilustra a las claras el odio cainita y el fanatismo religioso del ejército sublevado en 1936 hacia los "traidores rojos", hacia los vencidos.

En octubre de 1977 los principales partidos políticos de la izquierda española acordaron, con los responsables de la dictadura, dejar de lado el pasado y no exigir justicia para las miles de víctimas del franquismo. En el origen de la democracia que se recuperaba se inscribió una Ley de Amnistía que dotó de impunidad jurídica y política a todos los responsables de numerosas violaciones de derechos humanos. Paradójicamente, la citada ley fue aprobada con los votos del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y del Partido Comunista de España (PCE). Las dos formaciones políticas que deberían haber luchado por la reparación a las víctimas, consideraron que era más oportuno el establecimiento de una ley “de punto final”.


Militares, jueces, políticos y muchos más no hubieron de temer por su seguridad. Bien cubiertas sus espaldas, se dedicaron a engrosar las filas del llamado franquismo sociológico. Los fervorosos seguidores del Movimiento se convirtieron, de un día para otro, en demócratas de toda la vida. Y "aquí no ha pasado nada", se decían, siempre que no se nombrara la larga noche oscura del régimen.


Al margen de esos partidos políticos, en los últimos años se ha iniciado en España un proceso de recuperación de la memoria histórica relacionada con la guerra civil y la dictadura franquista. Se trata de un proceso estrictamente social, protagonizado principalmente por los hijos, nietos y los bisnietos de los republicanos que perdieron la guerra civil y padecieron la dictadura, que han decidido dignificar de forma colectiva su memoria familiar. Una generación que no participó en el pacto de silencio sobre el que se edificó la transición y se ha puesto en marcha para “olvidar el olvido”.
Soldados franquistas exhumando los cuerpos de sus compañeros.

Sin embargo, se dice que no hay nada nuevo bajo el sol. Se da la circunstancia de que la Ley de Memoria Histórica la inventó un dictador,
el mismísimo Franco, cuando sólo era un general golpista. El fue el primero en pedir un censo de desaparecidos de la guerra; el primero en encargar a un grupo de expertos un protocolo de exhumación, y el único en preservar por ley las fosas comunes para que no se construyera sobre ellas. Todo únicamente para las víctimas de su bando.

Durante los años posteriores a la guerra civil, entre 1939 y 1942, el general Franco ordenó la apertura de una gran investigación para determinar quiénes y cuántos habían sido “sus muertos” durante la guerra. Una fiscalía creada específicamente para ello, reunió toda esa información en lo que se conoce como Causa General.

Como consecuencia de ello, miles de muertos franquistas fueron exhumados y enterrados “en sagrado” en cementerios y sus familias recibieron numerosos beneficios por parte del Estado: puestos en la administración, becas para estudios y comercios que necesitaban una licencia administrativa, como estancos o administraciones de lotería. En la memoria de muchos de nosotros están tantos acomodadores de cine que por la mañana eran policías o tantos conserjes de centros públicos que debían su puesto al largo dedo franquista.

Placa a los "caídos por Dios y por España". Iglesia de Corral de Almaguer (Toledo).

La dictadura de Franco recordó siempre su victoria en la Guerra Civil, llenando de lugares de memoria la geografía y la sociedad españolas. Ya antes de finalizar la guerra, un decreto de la Jefatura del Estado de 16 de noviembre de 1938 proclamaba "día de luto nacional" el 20 de noviembre, en memoria del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera un día como ése de 1936, y establecía, "previo acuerdo con las autoridades eclesiásticas", que "en los muros de cada parroquia figurará una inscripción que contenga los nombres de los Caídos, ya en la presente Cruzada, ya víctimas de la revolución marxista". Ese fue el origen de la colocación en las iglesias de placas e inscripciones conmemorativas de los "caídos por Dios y por la Patria", que el viajero puede ver todavía hoy pegadas o esculpidas en las viejas piedras de los templos religiosos de muchos lugares de España.

La consagración definitiva de la memoria de los vencedores de la Guerra Civil llegó, no obstante, con la construcción del Valle de los Caídos, "el panteón glorioso de los héroes", como lo llamaba fray Justo Pérez de Urbel, catedrático de historia en la Universidad de Madrid, apologista de la cruzada y de Franco y primer abad mitrado de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. El monumento fue inaugurado el 1 de abril de 1959, tras casi veinte años de construcción en la que trabajaron numerosos "rojos cautivos" y prisioneros políticos. Aquel era un lugar grandioso, para desafiar "al tiempo y al olvido", homenaje al sacrificio de "los héroes y mártires de la Cruzada".


Las viudas de estos “héroes y mártires” recibieron, desde 1936, generosas pensiones vitalicias, algo que las esposas del bando enemigo no lograron hasta 1979. Pero ni de lejos de la misma cuantía. Los investigadores han encontrado pensiones de más de 1.200 pesetas, una verdadera fortuna para aquella época en la España de la posguerra.
La piedad por los caídos no está reñida con el beneficio económico.

El dinero para sufragar dichas pensiones salió, en gran medida, del dinero y de los bienes que las
comisiones de incautaciones robaron a las viudas de los republicanos asesinados. Y también de la explotación de miles de trabajadores esclavos, no sólo en el Valle de los Caídos, sino también en la construcción de carreteras, presas para embalses, puertos, fortificaciones,… Con la promesa de que así redimirían su pena, muchas empresas españolas se lucraron con los trabajos forzados de miles de personas.

Esquela franquista.

Entretanto, los otros muertos, los miles y miles de “rojos e infieles” asesinados durante la guerra y la posguerra, no existían, porque no se les había registrado o se había falseado la causa de su muerte "Fractura en la base del cráneo", "herida por arma de fuego", se escribió en los libros de defunción. Habían sido abandonados en descampados, montes, tapias de cementerios o fosas comunes, muchas de las cuales se han destruido con las obras de ampliación de los cementerios o de construcción de carreteras u otras obras públicas y privadas.


Por eso sus familias, sus hijos, nietos y bisnietos, todavía los buscan hoy, ayudados por diferentes asociaciones y foros para la recuperación de la memoria histórica. Sólo quieren un poco de recuerdo y dignidad, mucho menos de lo que obtuvieron las familias de los “mártires de la cruzada”, que dispusieron de cuarenta años para auto-reparar su memoria y a quienes aún hoy la iglesia católica se empeña en beatificar en aras de lo que entiende por “perdón y reconciliación”.


Los familiares exigimos que, para que se dé ese perdón y esa reconciliación debe derogarse la Ley de Amnistía de 1977, tomando las medidas legislativas adecuadas para garantizar el reconocimiento de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la guerra civil y la dictadura franquista. Una comisión de expertos independientes deberá encargarse de restablecer la verdad histórica sobre las violaciones de los derechos humanos cometidos en dichos períodos. Por último, aunque no por ello menos importante, exigimos la exhumación e identificación de los cuerpos de nuestros antepasados y una adecuada indemnización por habérnoslos arrebatado y por el sufrimiento ocasionado.

Hasta que no se abran las fosas no podrá cerrarse la herida.



Me he basado, en esta ocasión, en tres artículos periodísticos. El primero, Lo que queda del franquismo, de Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza. El segundo, La guerra civil española. Olvidar el olvido, la recuperación de la memoria histórica en España, de Santiago Macías, Vicepresidente de la ARMH (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica).
Por último, el artículo de Natalia Junquera Franco inventó la Memoria Histórica, del cual salió la inspiración para esta entrada.



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14 de Abril de 1931-14 de abril de 2009. Homenaje a los Maestros Republicanos.

«Lo prendieron y se lo llevaron, mientras su madre pedía que lo dejasen. En La Muiña pararon para comer y beber en la taberna de mis abuelos y lo dejaron atado a una argolla que se utilizaba para amarrar al ganado. Mi abuela intentó darle agua y no la dejaron. Le dieron en cambio unas patadas. Y siguieron bebiendo, para coger fuerzas. Después se dirigieron por la sierra en dirección a Montecubeiro, que había sido declarada zona de guerra y donde un teniente coronel de la Guardia Civil se encargaba de hacer valer la fuerza del terror. Algunos de los que con él iban hicieron sin esfuerzo la subida, pues subieron a caballo (...). Y en la sierra de Montecubeiro sucedió lo que resulta más estremecedor. Le cortaron los testículos. Le quitaron los ojos. Le cortaron la lengua. Y lo remataron a palos y a tiros de escopeta. Era el primero de septiembre de 1936».

(Extracto del libro «Arximiro Rico, luz dos humildes. Vida e morte d'un mestre republicano», de Narciso de Gabriel y Xosé Manuel Sarille)

Así terminó la última lección del maestro gallego Arximiro Rico, un maestro gallego cuya labor, como la de tantos otros maestros republicanos sobrepasó con mucho la de la mera enseñanza y por ello nos dejaron a todos una verdadera lección de amor y dignidad en su relación con los más humildes. Entonces, ¿por qué ese odio homicida, esas vejaciones, esas torturas?

La respuesta es que hubo tanta crueldad y venganzas personales como razones políticas detrás de las matanzas sistemáticas de maestros al desencadenarse la Guerra Civil. Los maestros eran la esencia misma de la República. Había que instaurar un estado democrático y se necesitaba un pueblo alfabetizado. Pero la tarea para lograrlo era inmensa.


En 1931 tres de cada cuatro españoles eran analfabetos y había un millón de niños sin escolarizar. La nueva escuela republicana fomentó una pedagogía activa y participativa, el sentido crítico, la coeducación, la igualdad… Los maestros organizaban frecuentes excursiones al entorno para que sus alumnos descubrieran la naturaleza, la geografía, las huellas históricas…; procuraban que sus clases fuesen participativas, enseñando a pensar y a criticar la realidad en la que vivían; fomentaban la cooperación y el espíritu de trabajo en equipo, implicando a las familias en la acción educativa; inculcaban el respeto a las diferentes capacidades, creando un ambiente placentero en el que el autoritarismo y el castigo no eran la norma. (*)


Pero su labor continuaba en la casa del pueblo o en el sindicato, donde «arreglaban» los papeles y solucionaban los problemas de subsistencia de los padres jornaleros de sus alumnos, pasando por las enseñanzas prácticas que proporcionaban sobre el cultivo de los campos, los rudimentos de higiene y tantos otros asuntos de sus duras vidas, y los consejos y las ayudas que les prestaban para defender sus derechos frente a las pretensiones abusivas de los caciques de turno.

Los maestros no pertenecían en su mayoría, por su origen social, a la clase obrera, sino más bien a las capas medias de la sociedad. Por eso, precisamente, fueron vistos desde el bando sublevado como traidores a su clase y enemigos peligrosos por las ideas y los valores corruptores que difundían entre la niñez y la juventud. Sus ideas pedagógicas modernas y avanzadas rompían el monopolio y la visión tradicional que las clases que detentaban el poder y la Iglesia española tenían de lo que debía ser la misión de la escuela.

Denunciados en muchos casos por los propios párrocos y detenidos por el brazo represivo de los sublevados, los falangistas, muchos de esos maestros no sólo fueron ajusticiados, fusilados contra las tapias de los cementerios y enterrados en fosas comunes, como tantos miles de republicanos, sino que fueron martirizados brutal y sañudamente.

Lo ilustra el caso de Arximiro Rico, o el de muchos otros torturados y fusilados en la plaza pública ante los ojos de sus propios alumnos. Confundidos y mezclados con los de los jornaleros y campesinos, terminaron sus cadáveres, como si de animales se tratase, en las fosas comunes y en las cunetas, como expresión de una solidaridad que traspasó los límites de la muerte.

Dibujo de Alfonso Castelao. "La última lección del maestro"

Hoy, 14 de abril de 2009, 78 años después de la proclamación de la II República Española, quiero ofrecer mi reconocimiento a aquellos gobernantes republicanos, que supieron entender que para hacer un pueblo libre se necesita unos ciudadanos cultos y educados. Que lograron que por primera vez la educación en nuestro país fuera mixta, laica y gratuita.

Y por encima de todo, mi homenaje, el homenaje de un modesto maestro a todos aquellos MAESTROS que hicieron de su profesión su razón de ser, llevando la luz de la cultura, la educación y la palabra a quienes desde la noche de los siglos estaban en nuestro país sumergidos en la oscuridad de la incultura y la ignorancia.

Y que dieron su vida por la defensa de ese ideal: la enseñanza como vía para llegar a la libertad.

¡Salud y República! ¡Salud y Memoria!

(*) "Si conseguimos que una generación, una sola generación crezca libre en España, ya nadie le podrá arrancar nunca la libertad... Nadie le podrá robar ese tesoro...". Esta frase de la película “La Lengua de las Mariposas”, de José Luis Cuerda (1999), recoge bien el sentido de lo que significaba la educación para la República. Recomiendo verla. Es una conmovedora metáfora de la vida y la muerte de un maestro republicano. Ilustra mejor de lo que yo puedo expresar el maravilloso trabajo de aquellos profesionales, que fue truncado al final por el fanatismo de los poderes tradicionales de España, los caciques y la iglesia. La primera vez que la vi me emocionó hasta las lágrimas.


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La Memoria Histórica en España. Entre la decepción y la esperanza.


Así rezaba el último parte de guerra del bando franquista leído con voz marcial por un actor. Su emisión por la radio ponía, teóricamente, punto final a aquella guerra fratricida, saldada con más de un millón de muertos, que fue la antesala de una larga dictadura de casi cuarenta años.

Desde entonces han transcurrido casi tantos años como los que tuvo la dictadura. Sin embargo, a día de hoy quedan decenas de miles de víctimas de la dictadura enterradas en las innumerables fosas comunes que cruzan el país igual que una cicatriz siniestra. Se dice de ellos que fueron enterrados dos veces. Entonces, por la Guerra Civil, y ahora, por las trabas burocráticas de todo signo político y la excusa de que “el olvido mejora la convivencia”.

Según la lista que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica le entregó al juez Baltasar Garzón cuando éste inició una causa para investigar el paradero de los asesinados por los franquistas, el número de éstos se cifra al menos en 140.000 personas. Y no deja de crecer.

Mapa de la Memoria. En él se muestran, entre otras cosas, las fosas comunes conocidas. Pinchar en el vínculo para ver en detalle.

Ya pudo comprobar el magistrado de la Audiencia Nacional nada más poner en marcha su proceso, al requerir a diversas instituciones datos sobre los desaparecidos y encontrarse con que esclarecer aquella matanza iba a ser difícil. Son muchos los recovecos legales en los que se ha basado la inmunidad de los represores o de sus cómplices pero lo peor es que una parte de la verdad quedó oculta en los años de la Transición y la blindan pactos como la Ley de Amnistía del año 1977, que es preconstitucional, o los Acuerdos suscritos en 1979 con el Vaticano.

La primera indultaba "los delitos de rebelión y sedición, así como los delitos y faltas cometidos con ocasión o motivo de ello, tipificados en el Código de Justicia Militar", y "los delitos y faltas que pudieran haber cometido las autoridades, los funcionarios y agentes del orden público (...) contra el ejercicio de los derechos de las personas". Los segundos sancionaban que el Estado respetaría "la inviolabilidad de los archivos, registros y demás documentos pertenecientes a la Conferencia Episcopal Española, a las curias episcopales, a las curias de los superiores mayores de las órdenes y congregaciones religiosas, a las parroquias y a otras instituciones y entidades eclesiásticas".

El camino de quienes intentamos recuperar los restos de los nuestros está siendo, a causa de estas leyes de Punto Final, largo, solitario y tortuoso, puesto que las trabas legales que dificultan cualquier iniciativa al respecto son interminables y porque la ayuda oficial que hemos recibido por parte de los diferentes Gobiernos de la democracia ha sido más bien pequeña.

La última decepción, que fue muy dolorosa porque había levantado enormes expectativas, se produjo cuando el juez Garzón, que, entre otras cosas, les quería dar a las atrocidades del franquismo la categoría de crímenes contra la humanidad, un grado que evita que los delitos prescriban o sean amnistiados, fue sometido a una presión tan asfixiante a izquierda y derecha, tanto por parte del Fiscal General del Estado como de la sección más conservadora del Poder Judicial, que se vio obligado a inhibirse de la investigación en favor de los juzgados territoriales de los lugares en los que se encuentran algunas de las fosas conocidas, para que ellos decidan si siguen adelante o no.

La controvertida Ley de Memoria Histórica, en la que se dice que "el Estado ayudará a la localización, identificación y eventual exhumación de las víctimas de la represión", se queda en la práctica en meras promesas que ofrecen, como mucho, "ayuda" o "cooperación". En realidad, la Ley dice que somos los familiares de las víctimas quienes debemos llevar a cabo las exhumaciones con nuestros propios medios, es decir con nuestro propio dinero, y se desentiende del tema dejando al criterio de cada Administración Autonómica o del gobierno de la entidad local donde se ubiquen los restos para que otorgue o no la autorización para que dichas exhumaciones puedan realizarse. El Gobierno contribuye con unas subvenciones testimoniales.

Excavación de un fosa común de fusilados por los fascistas.

La ley no contempla para nada la tutela judicial del levantamiento de fosas. La llamada Ley de Memoria Histórica reduce a las decenas de miles de muertos en fosas comunes a la condición de simples despojos, una recogida de basura pendiente. La legislación española tiene unos protocolos legales forenses y militares para cuando se encuentran cuerpos enterrados de personas asesinadas. Hay incluso unidades de la Guardia Civil que son formados para actuar en fosas comunes en zonas donde se han cometido crímenes de guerra. Todo está previsto en la legislación vigente de España y que recoge la legislación internacional sobre crímenes de guerra.

Sin embargo la Ley de Memoria Histórica ignora todo esto, lo cual tiene un nombre para muchos expertos juristas: prevaricación, hacer una ley aberrante a sabiendas de que incumple la legislación vigente de mayor nivel. Es pues una ley que apoya ocultar y destruir pruebas de un genocidio. Cada fosa abierta y cada cuerpo exhumado es una prueba de cargo contra el franquismo; si los jueces no intervienen en el proceso, esas pruebas desaparecen.

Entretanto, España permanece como una isla en el marco del derecho internacional. Ha intervenido judicialmente en los casos de las dictaduras chilena y argentina, pidiendo la extradición de Augusto Pinochet o condenando al ex militar argentino Adolfo Scilingo por crímenes de lesa humanidad, y sin embargo, según Amnistía Internacional, "no ha sido capaz de ofrecer verdad, justicia y reparación para las víctimas de su propio país durante la Guerra Civil y el régimen franquista", lo que hace evidente la originalidad macabra de nuestro país, "que es el único caso donde no se ha avanzado prácticamente nada 70 años después de la Guerra Civil".

Muchos de los que somos hijos, nietos y bisnietos de aquellos que fueron asesinados por sus ideales somos conscientes de que, al exhumar los restos de los nuestros, apoyamos una ley que oculta pruebas, que legaliza crímenes, que ignora a las víctimas, que busca comprar nuestra aceptación del “punto final” con dinero y dividir con ello al movimiento por la Memoria.

Pero también vemos con tristeza que muchos de los hijos, de los descendientes directos ,van muriendo o son ya muy mayores. Es el llanto de los ancianos, de nuestras madres y padres, de nuestros abuelos y abuelas, lo que nos obliga a exhumar a los nuestros para darles una sepultura digna, un lugar donde sus hijos puedan, al fin, llevarles unas flores y honrarles como merecen.

Una mujer llora, desconsolada, ante el cuerpo de un fusilado. NOTA: Puede que se trate, en realidad,de una de las víctimas de un bombarbeo franquista sobre Lérida, según otra versión. Mantengo a pesar de las dudas la imagen ya que no deja de mostrar la desolación ante la muerte violenta de un ser querido.

Muchos ancianos no pueden asumir la exhumación No se les puede pedir a personas de 80 años que busquen a un historiador, a un antropólogo, a un arqueólogo...Por fortuna para nosotros, diversas organizaciones que trabajan por la recuperación de la Memoria Histórica, se han venido encargando, de una manera prácticamente desinteresada, de las exhumaciones y posteriormente de la identificación, cuando es posible, de los restos.

Si hoy echamos la mirada unos pocos años atrás constatamos que, a pesar de todo, ha habido un avance del movimiento social por la recuperación de la memoria. Hemos conseguido entre todos una considerable presencia mediática, un buen número de resoluciones judiciales y algunos avances legislativos, poniendo el tema de los derechos y de la recuperación de la memoria de las víctimas republicanas y de la dictadura, en el centro del debate social, político, periodístico y jurídico.

Sin embargo hoy, más que nunca, tenemos que seguir demostrando que todo lo conseguido en estos años no es suficiente. Nos queda mucho camino que recorrer y tenemos que aprender de otros países como Alemania o Argentina.

Hasta que no se repare a las victimas, no se acometa la búsqueda de desaparecidos, no se recupere la memoria colectiva y social, no se asuma el reconocimiento de los crímenes contra la humanidad perpetrados por el franquismo y no haya una ruptura definitiva con el régimen de la dictadura, no podremos llegar a una reconciliación, ni siquiera a una normalización.

Porque el derecho a la Justicia y a la Verdad es irrenunciable.

Y porque nunca prescribe.




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Los autores últimos del horror. Los militares africanistas, una jauría sedienta de sangre.

Alegoría de Franco como caudillo de los ejércitos.

“…Faltan a la verdad quienes le presentan al Ejército como desafecto a la República; le engañan quienes simulan complots a la medida de sus turbias pasiones; prestan un desdichado servicio a la patria quienes disfracen la inquietud, dignidad y patriotismo de la oficialidad, haciéndoles aparecer como símbolos de conspiración y desafecto (...).
Muy atentamente le saluda, su affmo. y subordinado, Francisco Franco"

Antes de implicarse abiertamente en la sublevación, Franco toma sus medidas. A menos de un mes antes del golpe militar, envía una carta al presidente del Gobierno republicano, Casares Quiroga, alertándole sobre el malestar del Ejército, en un gesto de supuesta lealtad. El franquismo siempre ha sostenido que con aquella carta Franco intentó in extremis evitar la guerra civil. La teoría de varios historiadores es que, en realidad, quiso dejar una coartada escrita por si la operación fracasaba.

No deja de ser curioso su cambiante concepto de patriotismo. El día 23 de junio de 1936, fecha de la carta, se queja de las sospechas que recibe el ejército porque muchos piensan que es contrario a la República y dudan del patriotismo de la oficialidad. A partir del 18 de julio el patriotismo es otro, y los que no secundaron esta nueva visión fueron acusados en juicios y consejos de guerra de deslealtad, de ser conspiradores y, por tanto, de ser antipatriotas.

Muchos de los generales que se mantuvieron fieles a la República en las zonas en que triunfó el golpe fueron depuestos de sus mandos, juzgados en consejos sumarísimos y fusilados. Los cargos eran, paradójicamente, “rebelión militar”, siendo los sublevados contra el gobierno legal los que se erigen en jueces y condenan a los leales. “Malditos los que, en lugar de cumplir sus deberes, traicionen a España”, escribe Franco en su proclama de guerra.

Alegoría revolucionaria de "La Gloriosa".

El “alzamiento” de 1936 fue el último de una larga serie de pronunciamientos militares o intentos de golpes de estado (casi 200) realizados por el ejército español durante todo el siglo XIX y parte del XX. La palabra "pronunciamiento" pasó a los idiomas extranjeros tal cual, como un término técnico para explicar el fenómeno militar español sin parangón en el resto de Europa: los jefes militares sacan sus tropas a la calle para apoyar a una opción política determinada o para conseguir llegar ellos mismos al gobierno. Amenazan con utilizar la fuerza al tiempo que apelan al pueblo al que siempre dicen representar y servir. Prácticamente todos los cambios políticos importantes de la España del siglo XIX son resultado de la intervención militar.

Soldados españoles en Cuba.

El orgullo militar español llevaba sufriendo muchos agravios desde la pérdida de Cuba y Filipinas en 1898. Poco después se embarcó en otra aventura colonialista en el norte de África, donde fue ridiculizado por los marroquíes de Abd-el-Krim. A las miles de pérdidas humanas se añadían las de material militar y la destrucción de las infraestructuras construidas con el dinero y el esfuerzo español a lo largo de 12 años.

Para tapar las responsabilidades de Annual, la dictadura de Primo de Rivera creó una casta africanista de militares curtidos en la salvaje reconquista de los territorios perdidos en 1921, agrupada en el espíritu de cuerpo del ejercito de África, un ejército cuajado de oficiales insolentes, que anhelaban ser ascendidos, que suspiraban por salir en la prensa patriótica y que decían resolver todos sus problemas con “huevos”.
Soldados rifeños en la Guerra de Marruecos.

Esta era la casta Africanista que exigía ascensos y méritos porque habían conseguido derrotar, tras 10 años de dura lucha a un país pobre, seco, mal armado y alimentado. Una casta de pretorianos, soldados profesionales que se consideraban por encima del estado y con un derecho legítimo, casi divino, a eliminar todo lo que consideraran un peligro para su concepción de España. La vergüenza de los desastres militares que desde el siglo anterior venían soportando, no les hacía humildes y deseosos de encontrar soluciones al endémico problema militar español, al revés, les hacía insolentes, agresivos y desleales.

La reforma militar de Azaña en la II República buscaba aportar soluciones al problema militar tan racionales y moderadas como limitar la competencia militar al estudio y preparación de la guerra y devolver a la administración civil los poderes concentrados en el Ejército en cien años de conflictiva historia. Esta reforma sirvió a la derecha para manipular a los militares y convencerles de que lo que más temían había llegado, la demolición del ejército tal y como ellos lo representaban.


Así, en 1932, la aristocracia monárquica, que no había dejado de conspirar desde el mismo 14 de abril de 1931, induce a un espadón renombrado, Sanjurjo, para el primer putsch militar antirrepublicano, la Sanjurjada del 10 de agosto. Esta asonada es fácilmente superada por el gobierno. Esto haría creer a muchos políticos republicanos que los pronunciamientos eran cosa del pasado. Error que nos costaría muy caro.


La llegada al gobierno del recién formado Frente Popular tras las elecciones de febrero de 1936 desata la última y definitiva conspiración, donde los africanistas y la facción monárquica y antirrepublicana del ejército encabezan un plan rápido de asalto al estado con el apoyo del resto de los conspiradores, oligarquía terrateniente, burguesía conservadora, iglesia, carlistas, fascistas y las propias derechas representadas por la CEDA.


Todos ellos estaban dispuestos a cortar por lo sano la irresistible ascensión de la izquierda y las clases trabajadoras y su aspiración de emprender reformas sociales de hondo calado en una sociedad que suspiraba por ellas desde hacía siglos.


Tras tres años de guerra civil, nos impusieron la paz.


La paz del exilio, la paz sin libertad, la paz de los cementerios.

La durísima retirada de Cataluña. La huida de la población civil.Comienza el exilio.






Mi agradecimiento a la S.B.A.H.C. , Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores, en la que me he basado para realizar esta entrada y la anterior.









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