.post blockquote { width:275px; margin: 10px 0 10px 50px; padding: 10px; text-align: justify; font-size:15px; color: #e1771e; background: transparent; border-left: 5px solid #e1771e; } blockquote { border-left:3px solid #CCCCCC; color:#776666; font-style:italic; padding-left:0.75em; } Fusilados de Torrellas: junio 2011 http-equiv="Content-Type" content="text/html; charset=UTF-8" />

El general Pitiminí

Franco representado como un rey de bastos de la baraja y al mismo tiempo, gracias al detalle del trabuco, como un salteador y y un bandido. El rostro del general muestra lánguidos rasgos afeminados, resaltados por la presencia de la mariposa. Cartel de Antonio Cañavate, 1937. S.B.H.A.C.


Es conocida la existencia de un conjunto de poemas dedicados a satirizar y vituperar al jefe de la rebelión militar contra la Segunda Republica. Pablo Neruda dedicó a Franco el titulado "El General Franco en los infiernos", en el que le asigna las calificaciones más denigrantes y despectivas y Antonio Machado también le dedicó el soneto “A otro conde don Julián". Otros muchos poetas también retrataron en sus versos a tan nefasto personaje.


Mi admirado Miguel Hernández también encontró inspiración en la figura del dictador. En una recopilación de sus obras publicada en 1992, se encontró una composición de 64 versos, cuyo inicio ya aludía a las características físicas del jefe de la sublevación militar, incidiendo tanto en su menguada estatura como en su ausencia de capacidad sexual.


Era leyenda difundidísima que Franco, el cual había perdido un testículo como consecuencia de las heridas recibidas en una batalla de la guerra de África, era monórquido. Incluso se ha sostenido en una biografía de su hermano Ramón, que Carmen Franco era hija de éste, ya que la impotencia del funesto general imposibilitaba su paternidad.


Una vez que se constató que el poema estaba dedicado al dictador, quedaba por dilucidar su título. Tras consultar una extensa documentación, se le adjudicó el de “El general Pitiminí”.


El término “pitiminí”, es el resultado de unir “petit” (pequeño) y “mini” (mínimo), es decir que designa a algo doblemente pequeño o reducido, por lo que al presentarlo tras El general, transformándolo en una especie de adjetivo, evidencia la contradicción entre aquél que es simultáneamente el general, el que ostenta el máximo poder en un ejercito, pero también el más pequeño, mínimo e insignificante.


Sirva en cualquier caso este poema para que nos arranque una sonrisa. Y como despedida antes de iniciar las vacaciones de verano.


Que todos disfrutéis del merecido descanso. Nos vemos de nuevo, si lo deseáis, en Septiembre.
Un abrazo.

¡Salud y República
!


El general Pitiminí

Tu famosa, tu mínima impotencia

desparramar intento

sin detener el paso ni un instante.

Para lo tal, me apeo en mi paciencia,

pulso un acordeón llorón de viento

y socarrón de voz, y ya es bastante.


Tu cornicabreada decrepitud purgente

exige estos reparos de escritura,

y con ellos ayudo a someterse,

no al manicomio, al tonticomio oscuro

que tu idiotez, sin mezcla de locura,

pide hasta que la muerte

venga a sacar tu vida de este apuro.


Llevas el corazón con cuello duro,

residuo de una momia milenaria,

concurso de idiotas,

que necesitas la alabanza diaria,

y descosido en la alabanza explotas.


Cocodrilito pequeñito, ñito,

lagartija de astucia,

mezquina, subterránea, con el rabo marchito,

y la mirada alcantarilla sucia.


Tarántula diabética y escuálida,

forúnculo político y gramático,

repúblico de triste mierda inválida,

oráculo, sarcófago enigmático.


Demócrata de dientes para fuera,

altares solicita tu zapato.

No hagas más reflexiones de topo y madriguera

en tu conejeril rincón de mentecato.


Humo soberbio, sapo que te hinches

cuando oyes un piropo:

disuélvete en berrinches,

resuélvete, desaparece, topo.


España no precisa

tu vaciedad de calabaza neta,

tu mezquindad que duele y que da risa,

tu vejez inconcreta,

venenosa, indecisa.


No te toca la sangre de los trabajadores,

sus muertes no salpican tu chaleco,

no te duelen sus ansias ni su lucha:

tu tiniebla trafica con sus puros fulgores,

su clamor no halla en ti ni voz ni eco,

tu vanidad su mismo ruido escucha

como un sótano seco.


Hay ojos que derraman raíces amorosas,

sobre tus ojos tienes

uñas que a hacerse dueñas de las cosas

avanzan por tus sienes.


Necesitan incienso e incensario

tu secundaria vida,

tu corazón de espino secundario,

tu soberbia de zarza consumida.


Sobre tu pedestal o tu peana,

monumento de oficio,

cuando tu salvación está cercana

quieres llevar un pueblo al precipicio.


Te rebuznó en el parto tu madre, y más valiera

a España que jamás te rebuznara

con esa cara de escobilla fiera,

de vieja zorra avara.


No llevarás mi pueblo a la derrota,

dictador fracasado, rey confuso,

y caerás por la punta de una bota

sobre tus flacos días puesta en uso.


28 de febrero de 1937, en Valencia.



Fuentes documentales


Bibliografía


Alonso, M. Antonio Machado, poeta en el exilio. Anthropos, Barcelona, 1985.
Parra, M. Miguel Hernández, una nueva visión. Nostrum, Madrid, 2010.
Sánchez Vidal, A. y Rovira, J.C. Miguel Hernández. Obra completa. Espasa Calpe, Madrid, 1992.
Zavala, J.M. Franco, el republicano. La vida secreta del hermano maldito del Caudillo. Áltera, Barcelona, 2009.

Webgrafía

- Un poema de Miguel Hernández, cuyo titulo debió ser: El general PitiminÍ, para vituperar y satirizar a Francisco Franco. S.B.H.A.C.

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Canarias: Los campos de la muerte (y 3). Los salones de Fyffes.




"Para que levanten el puño". Dibujo de Castelao, de la serie "Atila en Galicia". Tripod





Una noche más, entre octubre de 1936 y febrero de 1937, los presos son despertados bruscamente por patrullas de falangistas y soldados que leen una lista. Los hombres llamados se ponen en pie y pasan ante el resto de sus compañeros que, apenas incorporados en sus jergones, miran aturdidos, compadecidos y, a la vez, temerosos de que sus nombres sean los próximos.


Los presos reclamados son enviados a unas barcazas sin motor, ancladas en el puerto de Santa Cruz de Tenerife. En las siguientes noches, serán asesinados. Después, sus cuerpos serán conducidos a alta mar para arrojarlos al fondo del océano. A otros, ese momento final les llegará en los montes de la Esperanza o Las Cañadas. Aunque no existen recuentos metódicos, se estiman en unos mil los presos desaparecidos de esta manera.

En las semanas posteriores a la sublevación militar del 18 de julio de 1936, cientos de detenidos políticos de la provincia llenaron las prisiones improvisadas en Santa Cruz de Tenerife y La Laguna. Fue entonces cuando las autoridades franquistas habilitaron, como centro de reclusión, los almacenes de plátanos que la empresa Fyffes Limited tenía en la capital. Estos edificios estaban situados en las afueras de la ciudad, junto al colegio de las Asuncionistas y cerca de la Refinería de Petróleos.




Camiones de la empresa Fyffes, hacia 1930. Fotografía de Teodoro Maisch. Fotos antiguas de Canarias
En Fyffes, apresados por falangistas, por soldados y policías a las órdenes de la rebelión militar, fueron concentrados los afiliados a organizaciones de izquierda. A principios de 1937 había unos 1.200 encarcelados en Fyffes y alrededor de 800 personas más detenidas en otras prisiones de Santa Cruz, La Laguna y La Orotava. Por la prisión pasaron más de 4.000 reclusos a lo largo de doce años y, en algunos momentos, llegó a reunir 1.500 presos, cuando, según quienes la conocieron, su capacidad debía estar sobre los 600 internos.

Fyffes era una compañía inglesa exportadora de frutas, que cedió sus almacenes para el encierro de republicanos. La cárcel se dividía en tres grandes espacios o “salones”, dos de ellos muy amplios y el tercero más reducido, que recibió el nombre del Guano, porque era el lugar donde la compañía frutera inglesa acumulaba los sacos de abonos químicos.


Al poco tiempo, a la cárcel se le adjuntó un patio de unos cien metros cuadrados, rodeado por una alambrada, donde se ubicaron los servicios y las duchas. En las tapias de aquella prisión improvisada se dispusieron también líneas de alambre de espino, alambre que fue donado por el representante en Tenerife de la naviera británica Elder, a la sazón cónsul de Suecia.



Presos canarios en Fyffes. Nación Canaria
Las cubiertas estaban formadas por planchas de cinc que, en verano, provocaban un calor asfixiante y, en invierno, convertían el interior en una estancia húmeda y fría. El suelo era de cemento. Las condiciones de vida en Fyffes eran duras. El hacinamiento era una de las características de la prisión. “No nos podíamos revolver dentro de aquellas paredes. No era posible caminar sin tropezarse con alguien, moverse sin molestar a algún compañero”. Son los testimonios de algunos de los prisioneros republicanos que sobrevivieron a Fyffes.

La alimentación era escasa y servida en mal estado, las raciones descritas como “bazofias” e “inmundicias”. Los presos intentaban compensar esta deficiente alimentación con los paquetes que les enviaban sus familiares. La falta de higiene saltaba a la vista: los evacuatorios y las duchas resultaban insuficientes para tantos presos y los suelos donde yacían los jergones estaban llenos de chinches.


La malnutrición y la carencia de higiene propiciaron peligrosas epidemias que diezmaron la prisión. Cuatro médicos eran incapaces de atender el gran número de afecciones de garganta, tifus y otras enfermedades estomacales e intestinales. También la tuberculosis era frecuente. Muchos internos fallecieron durante su periodo carcelario y decenas de supervivientes tienen, en sus expedientes, anotaciones que reseñan su paso por el Hospital de Santa Cruz de Tenerife o por el Dispensario Antituberculoso.



Salones de la prisión de Fyffes. El Isleño Valencia
Sin embargo, las escenas más angustiosas grabadas en las memorias de los reclusos fueron las deparadas por los sentenciados a la pena capital encerrados en la celda de los condenados y las provocadas por las rondas nocturnas en busca de prisioneros para ser ejecutados de forma clandestina. Especialmente dura fue la tragedia de veintiún jóvenes militantes de la CNT fusilados en masa el 23 de enero de 1937.

Las noches de todo aquel año constituyeron una auténtica locura exterminadora. Los militares y falangistas llegaban con listas de presos que eran sacados de allí y hechos desaparecer para siempre. La incertidumbre ante la posibilidad de que dijeran su nombre era, a juicio de los que lo recuerdan, la mayor tortura a la que puede ser sometida una persona.


Los dirigentes y afiliados de la izquierda que sobrevivieron a las desapariciones, a las condenas a la última pena y a los fallecimientos por enfermedades fueron sometidos a un duro castigo físico y psicológico que les mostraba los riesgos aparejados a la movilización política.


El encierro en Fyffes y en otros campos de concentración constituía un escarmiento, la enseñanza de que, una vez en libertad, si no se implicaban en acciones de oposición, el nuevo régimen les permitiría desarrollar su vida sin repetir una experiencia como la padecida en prisión.



Monumento dedicado a los presos republicanos del almacén-prisión de Fyffes en Santa Cruz de Tenerife. Latinoamérica sin fronteras
La inscripción en los cursos de religión, la asistencia a misa, la obligación diaria de cantar himnos falangistas o la realización de labores en la cárcel preparaban para aceptar vivir bajo el nuevo orden franquista y, por tanto, se convertían en pequeños pasos hacia la libertad, pues eran requisitos previos para que el capellán de la prisión firmase el certificado de poseer “la cultura mínima religiosa” y para que la junta de disciplina del penal concediese la calificación de buena conducta.

Hasta 1943, se retuvieron aquellos presos políticos que, a juicio de las autoridades franquistas, habían cometido actos de gravedad o era arriesgado para el control social su reintegración a la localidad de origen.


Catorce años después de su creación, Fyffes dejó de ser una cárcel militar y pasó a ser un establecimiento penitenciario dependiente del cuerpo de prisiones.


Su misión, su espantosa misión, ya había sido cumplida.






Fuentes documentales

Bibliografía


CANTERO, Arturo.
Mujeres canarias contra la represión. Centro de la Cultura Popular Canaria, La Laguna 1997.
GARCÍA, R.
Proceso a la C.N.T. 19 fusilados el 23 de enero de 1937. Lágrimas y Rabia, Santa Cruz de Tenerife, 2007.
LÓPEZ, F.
La represión franquista en las Islas Canarias, 1936-1950: Gubernativos, presos, fusilados y desaparecidos. Benchomo, Santa Cruz de Tenerife; Las Palmas de Gran Canaria, 2002.
RIAL, J.A. La prisión de Fyffes. Centro de la cultura Popular Canaria, La Laguna, 2003.


Revistas digitales


GONZÁLEZ, S.
La prisión de Fyffes o la furia exterminadora. Revista Canarii, nº 4, julio 2007, Fundación Canaria 2021.

Prensa digital


-
La prisión de Fyffes. J.V. González. El día.es, 27-05-2007.

Webgrafía


-
Los alzados antifascistas canarios. Nación Canaria.
-
Jornadas contra el olvido: Homenaje en Fyffes. La Haine
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